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martes, agosto 26, 2025

Espías, golpes y pactos secretos: los tentáculos de la CIA en la América Latina del siglo XX

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Cuando el presidente John F. Kennedy fue asesinado en 1963 por Lee Harvey Oswald, un exmarine con simpatías comunistas, el mundo entró en estado de shock. Que un solo hombre pudiera acabar con el líder más carismático de su época resultaba inverosímil para muchos. Desde entonces, la pregunta persiste: ¿actuó Oswald solo o fue parte de una conspiración?

Durante años, las teorías apuntaron en distintas direcciones: la CIA, por su enfrentamiento con Kennedy tras la invasión fallida a Bahía de Cochinos; la URSS, por la Crisis de los Misiles; Fidel Castro, por los intentos estadounidenses de asesinarlo; incluso la mafia. En 1992, la presión por saber la verdad llevó al Congreso de Estados Unidos a aprobar una ley que exigía la desclasificación progresiva de todos los documentos relacionados con el magnicidio. Aunque Trump detuvo el proceso en 2017, en 2025 liberó el último lote: más de 80.000 páginas que, si bien no cambian la versión oficial, ofrecen una radiografía sin precedentes del intervencionismo estadounidense.

“Esta desclasificación ha sido una especie de regalo para mí”, dice David Barrett, profesor de la Universidad de Villanova, en Pensilvania. “Ahora se confirma, por ejemplo, que el propio Kennedy aprobó una operación de la CIA para irrumpir en la embajada de Francia. Eso cambia la percepción de si la agencia actuaba sola o con respaldo presidencial”.

Barrett también halló evidencia de que Estados Unidos interceptaba las imágenes de satélites soviéticos: “Podían ver lo que los soviéticos estaban observando desde el espacio. Es algo que nunca se había divulgado”.

América Latina, el laboratorio

Peter Kornbluh, investigador del National Security Archive, dice que “lo nuevo no es la existencia de operaciones encubiertas, sino su detalle: presupuestos, nombres de agentes, objetivos concretos”. La CIA participó activamente en el asesinato de Rafael Trujillo (República Dominicana, 1961), instaló micrófonos en la Embajada de Chile tras la elección de Allende (1970) y condujo la Operación Lienvoy desde la oficina presidencial de México. “Ahora sabemos que casi el 50% del personal político en embajadas de Estados Unidos eran en realidad agentes encubiertos”, señala Michael Evans, analista del mismo centro.

Cuba, sin embargo, fue la prioridad. La CIA desarrolló una red que incluía 108 agentes infiltrados en la isla, 83 contratistas, 525 exiliados cubanos y 45 agentes en el extranjero. La Operación Mongoose planeó desde sabotajes industriales hasta atentados con explosivos y bacteriología. En 1963, ejecutaron 31 operaciones de espionaje en instalaciones diplomáticas cubanas y coordinaron 60 ataques a barcos cubanos.

Un informe de ese año revelaba que, tras la crisis de los misiles, Fidel Castro “perdió poco prestigio” en la región. Los exiliados cubanos en Venezuela, en contraste, mostraban abierta desilusión con los pocos resultados de la intervención estadounidense.

Los tentáculos de la CIA se extendían por todo el continente, adaptándose a los contextos locales con una lógica de guerra encubierta y persistente, donde la ideología comunista servía como justificación para todo tipo de interferencias.

México y la Operación Lienvoy

Claire Dorfman, también del National Security Archive, explica que el Gobierno de Adolfo López Mateos propuso en 1958 colaborar institucionalmente con la CIA para espiar a diplomáticos soviéticos y cubanos. “La condición era incluir también a otros enemigos de Estados Unidos, como figuras culturales mexicanas consideradas subversivas”, indicó. La vigilancia incluyó al muralista David Alfaro Siqueiros y otras figuras de izquierda. Lienvoy habría continuado hasta los años noventa.

Iglesias, golpes y alianzas

Otro hallazgo relevante es el nivel de colaboración con el Vaticano. “Documentos confirman reuniones entre la CIA y los Papas Juan XXIII y Pablo VI. No hay pruebas de uso del Banco Vaticano para mover fondos, pero sí existía una comunicación directa y fluida”, explicó Kornbluh.

En Chile, la CIA financió la campaña de Eduardo Frei en 1964 con más de 2 millones de dólares para impedir el triunfo de Allende. “La preocupación era que si Allende ganaba democráticamente, nadie lo saca de la presidencia”, justificó Richard Helms, exdirector de la CIA. Entre 1970 y 1973, la agencia destinó otros 11 millones a desestabilizar su Gobierno.

El caso colombiano

La CIA consideraba a Colombia un laboratorio para técnicas de contrainsurgencia y propaganda. En varios documentos de 1960, se evidencia como un grupo empresarial local (Luis Robledo, Aurelio Correa, Genaro Payán, Hernán Echavarría, Alberto Samper y José Gómez Pinzón) llamado Centro de Estudios y Acción Social, difundió propaganda anticastrista en colaboración con medios, sindicatos y la Iglesia. Monseñor Germán Guzmán Caicedo, figura clave de medios que buscaban la educación integral a los campesinos como Radio Sutatenza y el periódico El Campesino, fue parte de estas acciones.

En otro documento con fecha del 14 de febrero de 1963, titulado Cuba como base de la subversión, se habla de un Grupo de Acción Cívica en Colombia, subsidiado y dirigido por la CIA, aunque aún no es posible conectar los dos grupos, sí tenían una naturaleza similar.

En 1968, dos colombianos fueron arrestados con 100.000 dólares entregados por Nikolái Leonov, alto agente de la KGB en México, quien además tenía inmunidad diplomática. Este dinero tenía fines subversivos.

La CIA filtró además información, a veces cierta, a veces falsa, a la prensa colombiana para moldear la opinión pública y sembrar un ambiente fuertemente anticomunista.

Michael Evans afirma que estos documentos “permiten reconstruir el verdadero ejercicio del poder en la región: redes de influencia que operaban por fuera de las instituciones democráticas”. A través de prensa aliada, financiamiento oculto y reclutamiento de civiles, la CIA buscaba controlar gobiernos y contener cualquier desviación ideológica.

Recursos millonarios

En 1961, Estados Unidos gastó más de 41 millones solo en operaciones contra Cuba (unos 441 millones actuales). Para el resto de América Latina, destinó otros 11 millones. David Barrett concluye: “La magnitud de recursos invertidos no tenía precedentes. Lo más inquietante no es lo que revelan estos documentos sobre la región, sino lo que insinúan sobre el sistema estadounidense: un poder paralelo, muchas veces fuera de supervisión, con capacidad para moldear el destino de otros países”.

A pesar de todo, el 65% de los estadounidenses aún cree que Oswald no actuó solo. Mientras tanto, los archivos continúan arrojando luz sobre una historia de espionaje, propaganda y alianzas secretas que marcó el siglo XX y cuya herencia todavía se siente en América Latina.

Redacción

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