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miércoles, febrero 5, 2025

Esta democracia tiene olor a facho

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La política argentina está siendo un cambalache. Un paso de manos donde ninguno es representante de las decisiones que se toman, salvo el presidente. Un intercambio de favores con un costo de valor altísimo con tal de mantener el cargo. Mientras, las filas por ocupar un puesto de trabajo por un saldo de 280 mil pesos por 12h de trabajo, presentifica una anomia social donde pareciera que no queda otra que acostumbrarse a que la casta es el otro.

El año arrancó con la punta de acero. El discurso fue claro: alinear un mensaje hacia el conjunto social, construir un enemigo común, sin necesidad de quedar pegados a la intencionalidad del daño que puede generar. No son las mujeres, no son las disidencias o no únicamente va dirigido hacía allí, es la construcción comunicacional que manejan. El enemigo es el otro, cualquier otro.

Esto desencadenó la organización de una marcha “antirrascista y antifascista” para este sábado. La respuesta por parte de varios representantes fue el silencio hacia el afuera y las negociaciones hacia dentro. El que habla por todos es el presidente: “revolean categorizaciones nazi a cualquiera”. ¿Quién es el nazi de quién? ¿Se puede tener un presidente con conductas fascistas sin una sociedad que acompañe?

“No es extraño que, al tibio amparo de la inflación, los cambios laborales, la desaceleración de la economía, hayamos parido una generación libertaria. Es que la manzana no cae muy lejos del árbol”, comentó Lorena Álvarez en su columna para la revista Panamá.

Autoría: Ullstein Bild/Getty Images. Hitler (izquierda) y Mussolini (derecha) en Munich Alemania, 1937.

Construir el enemigo

El fascismo, como tal, es una categoría compleja de aplicar dentro de la propia historia del país. La misma fue utilizada para describir, en un principio, al grupo de choque que tenían los pretores sociales o cónsules romanos, por lo que se asoció más a un gobierno que, a través de la represión y el miedo, dirigía a la masa social europea. Quien lo popularizó y lo transformó en un movimiento político, social y cultural, fue Benito Mussolini cien años atrás. Sin embargo, fue el nacionalsocialismo, con Hitler a la cabeza, el que lo expandió a nivel global.

Si los nombres Mussolini/Hitler quedaron marcados en la historia, fue más por la propaganda de los Aliados, para despegarse de sus propios actos durante la Segunda Guerra Mundial -como la colonización en África, el tráfico de personas y esclavitud en sus propios campos de concentración.

El exilio que el fascismo provocó entre los años 20 y 30’, introdujo en Argentina una corriente de pensamiento que trajeron consigo quienes escaparon del franquismo en España y de Mussolini en Italia: el antifascismo. El mismo tenía dos perspectivas bien marcadas. Por un lado, una más arraigada a la clase obrera de raigambre anarquista italiana, la cual pretendía una organización de tipo más comunitaria y horizontal, sin Estado-sin patrón. Por el otro, una línea de corte intelectual que conciliaba con las decisiones que el gobierno de turno -más afiliado a la oligarquía que a la Justicia Social- decidía, donde la prevalencia de la república y la democracia estaba por encima de todo.

Si bien las categorías deben leerse en contexto, dándole trascendencia por encima del movimiento, el fascismo en estas tierras se parecía más a un Estado organizado alrededor de la oligarquía nacional, que a la ultraderecha italiana o alemana de la época. En todo caso, un proto fascismo de industria nacional.

“Uno de estos mecanismos era el de ver al fascismo como un problema universal y moral que ponía en peligro a la Argentina, por más que ella se mantuviese neutral en la guerra”, describe Andrés Bisso, historiador e investigador del Conicet.

No será hasta la llegada del movimiento peronista, con Juan Domingo Perón como presidente, que la disolución del antifascismo se hace presente, debido a que el peronismo reconoció al trabajador sindicalizado como sujeto político con derechos. Por lo que la categoría de “fascista”, como tal, toma otra representatividad por parte de los antiperonistas.

La deformación del término toma peso y la unidad -no declarada- entre «antifascistas» y «oligarcas» estaba definida por los resquemores que producía el movimiento peronista: construir un mensaje de unidad soberana y nacional. Parecida al nacional socialismo pero sin el exilió, ni los campos de concentración hacia la oposición.

“El peronismo se aleja del fascismo en tanto éste último se basa en el ideal de violencia y guerra como valores supremos de la nacionalidad. El peronismo se encauzó hacia el reformismo social y terminó conformando una ideología sui generis. En síntesis, el peronismo se identifica con la totalidad de la nación, se autodefine como movimiento y no como partido político y tiene concepciones comunes con el nacionalismo aunque su idea de enemigo interno es moderada”, describe el sociólogo Omar Samper.

Autoría a quien corresponda. Perón y Eva Duarte en Racing. Parte de la cultura argentina: fútbol y peronismo

“Si ellos son la patria, yo soy extranjero”

La frase forma parte de la canción «Botas Locas» de Sui Generis. La música cuenta historias y le canta a los desaparecidos también. La proscripción a Perón fue el camino de ida para retomar viejas costumbres, perseguir y reprimir al enemigo común, a los “comunistas”.

Por su parte, la última dictadura eclesiástica-militar fue siquiera lo más parecido a un Estado de control de tintes fascistas. Cumplía todos los requisitos: nacionalistas con prácticas totalitarias, arraigados a la defensa de los “buenos valores” como ser: Dios, Patria y Familia. Con la iglesia católica de cómplice, secuestraron, torturaron y desaparecieron a cualquier sospechoso de estar encolumnado en partidos de izquierda o peronista. Sin embargo, las decisiones de entregar la defensa de la soberanía nacional, dejaba un halo de que el totalitarismo no es lo único que se necesita para establecer un movimiento de masas fascista.

Autoría a quien corresponda. También parte de la cultura argentina, la relación entre el Clero y la Junta Militar.

En democracia también gobiernan los fachos

Recuperada la democracia”, que más que recuperación, fue reorganizar el contrato social, al poder contar que lo que había pasado no fue una “guerra” sino una dictadura. Organismos de derechos humanos, como las Abuelas de Plaza de Mayo, lograron sentar precedente en el Juicio a Las Juntas, al poner en el banquillo a los encargados de gestar que la persecución y la tortura eran prácticas válidas para los “subversivos”.

Cuarenta y nueve años pasaron desde el último golpe de Estado y cuarenta y dos desde que Raúl Alfonsín asumió como presidente en democracia. Empero, así como siempre existió una resistencia ante cada gobierno de facto, existió una contraofensiva que se reinventa en cada nueva década. La Libertad Avanza no es la excepción.

“¿Cambiamos nosotros o cambiaron ellos?” se pregunta Lorena Álvarez. La grieta pareciera que es parte de las costumbres argentinas, como así también creer que sólo acá suceden los gobiernos represores de raíz populista, como lo es el partido que lidera Javier Milei. De igual forma es curioso que en ellos continúen surgiendo nuevos representantes y de “este” lado nadie quiera asumir la anomia de una sociedad desahuciada.

«Los gobiernos son intenciones, mandatos históricos, interpretaciones, borradores y, todos, un gran pagadios (pasan los gobiernos, quedan los acreedores). Y Milei, con ajuste, cagándole la vida a los pobres jubilados como se las caga, con mesianismo y “¡fenómeno barrial!”, con todo encima, se ajusta a lo que dice el Gordo Dan: “somos la revolución del hombre común”», reflexiona Martín Rodríguez.

La certeza de quienes, impolutos, dicen “yo no lo voté”, quedó obnubilada ante quienes confiaron su voto, y la trifulca de que ahora “son todos fachos” llevó a no considerar que en la “revolución del hombre común” también puede haber una potencia política, sino, ¿quién queda exento de no convertirse en un “facho”?

Si La Libertad Avanza supo ver en el desahucio y la anomia una oportunidad de liderazgo y efervescencia social, ¿por qué no considerarlo? A fin de cuentas, parafraseando al papa, la realidad supera a la idea.

«Como si el estilo Milei fuese homologable, una fórmula actoral adaptable a cualquier idea. Como si Milei no fuese, finalmente, el loco y la idea. Las dos cosas. Las dos cosas inseparables. Inseparables, incluso, aunque “esas ideas” que ganaron (ese dogma) fracase de lleno (última y única esperanza de la oposición sin otra alternativa). Si con la democracia no se come, ni se cura, ni se educa, que la motosierra la rompa», sintetiza Martín Rodríguez.

Las recetas del siglo XX quedaron desfasadas. Los análisis extensos de que la derrota electoral del 2023 fue porque se «estatizó todo tipo de derecho» en lugar de solucionar el problema de raíz, tampoco pareciera terminar de contestar por qué aún existiendo 60% de pobreza, el gobierno nacional pareciera tener “todo bajo control”.

Redacción

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