“Estamos felices y conmovidos”, dice a LA NACION la historiadora Ema Cibotti, presidenta de la Academia Porteña del Lunfardo (APL), sobre la aprobación, este jueves y casi por unanimidad en la Legislatura porteña, del proyecto del diputado Juan Manuel Valdés de declarar el lunfardo “Bien Integrante del Patrimonio Cultural de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el marco de la ley 1227”. El proyecto se había presentado en noviembre de 2024. Solo hubo un voto en contra: el del legislador libertario Jorge Reta.
“El lunfardo está en el aire, vital, sigue vigente en la comunidad hablante que circula por nuestra ciudad y lo compartimos espontáneamente y sin mezquindades, pero hoy logró cruzar el umbral para su salvaguarda y su preservación porque se votó casi por unanimidad el proyecto del diputado Valdés -agrega Cibotti-. La Academia Porteña del Lunfardo celebra y agradece la defensa y protección de nuestro patrimonio lingüístico”. Al pasar a estar comprendido por la ley de patrimonio de la ciudad de Buenos Aires, el lunfardo puede acceder a estímulos para su preservación y estudio.
Cibotti destaca la labor del académico, profesor y escritor Oscar Conde en el proyecto de ley (“fue extraordinario”) y el “empuje” del académico Alejandro Vaccaro que habilitó el acercamiento entre académicos y legisladores. El sábado pasado se celebró en la APL el Día del Lunfardo.
Para convertir en ley el proyecto, la Legislatura se apoyó en el artículo 4°, inciso J, de la ley 1227 que establece como categoría patrimonial las “expresiones y manifestaciones intangibles de la cultura ciudadana, que estén conformadas por las tradiciones, las costumbres y los hábitos de la comunidad, así como espacios o formas de expresión de la cultura popular y tradicional de valor histórico, artístico, antropológico o lingüístico, vigentes y/o en riesgo de desaparición”.
“El lunfardo es un vocabulario conformado por palabras y expresiones de carácter popular difundido transversalmente en todas las edades, géneros y capas sociales -explica Conde-. Es un argot común a todos los hablantes, como el argot parisino, de donde la lingüística tomó la palabra para designar a este tipo de vocabularios populares, el parlache de Medellín o el slang norteamericano. Las palabras y expresiones que constituyen este repertorio lingüístico manifiestan sentimientos, valores e intenciones y comunican conceptos y prácticas intransferibles, si no se manifiestan de ese modo”.
No es lo mismo decir que Fulano o Mengano es un “jodido” que calificarlo de dañino, ni decirle “pibe” a un niño o “malandra” a un reo. “Es un glosario de términos afectivos, que revela un universo de acciones, objetos y sentimientos, cuya función primordial para el hablante es manifestarse en risueña rebeldía ante la realidad que lo rodea -dice Conde-. Como vocabulario alternativo, el lunfardo enriquece las posibilidades de expresión de matices cuando es empleado en situaciones informales, íntimas, festivas o lúdicas. Al favorecer un distanciamiento respecto de las normas rígidas y del poder que las sustenta, el lunfardo adquiere para sus usuarios, un alto valor simbólico”.
Si bien en su origen reinó en el Río de la Plata, desde la década de 1970 el lunfardo pertenece a toda la Argentina. “Allí radica su importancia: la difusión del lunfardo no debe medirse por la cantidad de personas que lo usan sino por la cantidad de personas que lo comprenden; constituye parte de nuestra identidad cultural”, remarca el académico.
“Surgió en la década de 1870 con la llegada de miles de inmigrantes europeos -precisa el autor de Poéticas del tango-. En esta etapa inicial el lunfardo, surgido entre las clases populares, se nutrió de palabras y expresiones italianas (laburar, capo), españolas (gil, guita), gallegas (garufa, revirarse) francesas (ragú, fifí) y portuguesas (chumbo), pero también adoptó aborigenismos de los pueblos americanos (pilcha, chucho) y voces del caló, el habla de los gitanos españoles (junar, chamuyar), del portugués de Brasil (bondi, joya) y del quimbundo de Angola (quilombo, chongo). Con el fin de la inmigración, utilizó otros medios para ampliar su vocabulario: las metáforas (estaño por experiencia), las sinécdoques (la gorra por la policía) y el vesre (dorima, yorugua, ortiba). Pero el más productivo hoy es la paronomasia: tragedia por traje, mattioli por mate, lenteja por lento, temaikén por tema”.
Para Conde, el lunfardo no debe pensarse solo como vector o transmisor de patrimonio cultural inmaterial, sino como caudal de patrimonio simbólico. “Los lunfardismos son para los porteños un signo de identidad y un acervo de la memoria colectiva. En este léxico se plasma un modo de entender la realidad, una verdadera cosmovisión”, concluye.
Desde 1962, en la APL se investiga y transmite la suma de los conocimientos que se poseen acerca del lunfardo y la literatura lunfarda. Con la firma de Cibotti y Santiago Kalinowski, la Academia emitió un comunicado de agradecimiento a la Legislatura porteña y, en particular, al diputado Valdés.