Argentina y Estados Unidos firmaron el pasado 13 de marzo un memorando de entendimiento de “cooperación entre fuerzas de operaciones especiales”, por el cual se permitirá el despliegue de tropas estadounidenses en la región patagónica argentina.
La iniciativa, resultado de tres días de negociaciones en el marco de las “SOF Talks” —encuentros orientados a potenciar la interoperabilidad y entrenamiento conjunto de fuerzas de élite— fue suscripta por el coronel Néstor Oprandi, comandante conjunto de Operaciones Especiales de las Fuerzas Armadas argentinas, y el capitán de navío Nikolaos Sidiropoulos, director de Estrategia y Planes del Comando Sur de EE.UU.
Entre los ejercicios previstos se destaca “Daga Atlántica” (Atlantic Dagger), programado para febrero de 2026, que permitirá simular operaciones conjuntas de alto riesgo en entornos hostiles, con énfasis en técnicas como inserción por helo casting, evacuaciones médicas aéreas, interdicción marítima y despliegues rápidos mediante fast rope desde helicópteros.

Las maniobras se realizarán en Tierra del Fuego, Santa Cruz e Isla de los Estado, áreas que, por su clima extremo y características geográficas, ofrecen condiciones ideales para replicar escenarios de guerra en zonas polares. Esta geografía convierte al extremo sur argentino en una plataforma de entrenamiento clave, similar a la que las fuerzas estadounidenses utilizan en Alaska, y abre la puerta para ensayar tomas de control sobre rutas estratégicas, recursos naturales e infraestructura crítica como ser represas, gasoductos, puertos, aeropuertos etc.
Pero más allá del entrenamiento técnico, estos ejercicios adquieren un peso mayor en el actual tablero geopolítico global. En un mundo marcado por la puja entre grandes potencias —Estados Unidos, China y Rusia—, el control sobre territorios como la Patagonia y el Atlántico Sur se vuelve central. La cercanía al Estrecho de Magallanes, al Pasaje Drake/Mar de Hoces, al Canal de Beagle y a la Antártida convierte a esta región en un enclave de valor militar y económico para Washington de cara a su estrategia de control de puntos de estrangulamiento (choke points) ante la eventualidad de un conflicto con China. En este sentido vale recordar que hace pocos días Estados Unidos llegó a un polémico acuerdo con el gobierno de Panamá para desplegar tropas en el canal cuya inhabilitación obligaría al trafico marítimo a tomar la ruta del Cabo de Hornos junto al Estrecho de Magallanes y el Canal del Beagle.

La proyección estadounidense sobre el sur argentino no es nueva, pero adquiere nueva intensidad: a casi 43 años de la Guerra de Malvinas, las zonas de Santa Cruz y Tierra del Fuego vuelven a cobrar protagonismo. Esta vez, como posibles escenarios de despliegue del Comando Sur y ensayo para eventuales conflictos futuros en el Atlántico Sur.
Además, no es menor el hecho de que desde hace años, Estados Unidos y el Reino Unido ya realizan maniobras conjuntas en el área de las ocupadas Islas Malvinas. La novedad ahora es que las Fuerzas Armadas de EE.UU. reforzarán su presencia directa en el continente, algo inédito en décadas recientes y que sugiere un interés renovado en anticiparse a futuros escenarios de disputa por el agua, los minerales estratégicos, los pasos interoceánicos y la proyección hacia el continente antártico donde Estados Unidos se reserva el derecho a reclamar territorio mientras que Gran Bretaña ambiciona la totalidad de la porción reclamada por Argentina.