Por Yin Qi (*) para DangDai. Después de regresar a la Casa Blanca, Donald Trump realizó importantes ajustes en las políticas internas y exteriores de Estados Unidos. Y en el ámbito de la política exterior, algunas de sus declaraciones suscitaron una gran atención por parte de la comunidad internacional.
El 20 de enero de 2025, Trump firmó su primera orden ejecutiva. Al ser preguntado por un periodista sobre las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, respondió: “Ellos (los países latinoamericanos) nos necesitan mucho más de lo que nosotros los necesitamos. No los necesitamos; ellos nos necesitan a nosotros— todos nos necesitan.”
Estas declaraciones de Trump reflejan una percepción instrumental de los valores latinoamericanos desde la perspectiva del conservadurismo estadounidense, lo que demuestra un claro distanciamiento de la realidad de la interdependencia en las relaciones entre Estados Unidos y América Latina. Asimismo, evidencia la lógica consistente de “América Primero”.
Desde una perspectiva histórica, América Latina ha sido considerada durante mucho tiempo el patio trasero y una zona de amortiguamiento estratégico para Estados Unidos, además de ser un anclaje geopolítico indispensable para el mantenimiento de la hegemonía global estadounidense.
A lo largo de más de dos siglos, Estados Unidos y los países latinoamericanos han establecido estrechas relaciones económicas y una cooperación estratégica en múltiples dimensiones. América Latina no es simplemente un “vecino” para Estados Unidos, sino una región de valor estratégico irremplazable.
¿De dónde proviene la “necesidad” de Estados Unidos hacia América Latina?
En primer lugar, en cuanto al suministro de recursos, Estados Unidos mantiene una alta dependencia de las importaciones provenientes de América Latina.
En la última década, el volumen comercial entre Estados Unidos y América Latina ha representado aproximadamente el 22% del comercio total de Estados Unidos de manera constante. La región latinoamericana constituye una parte clave de la cadena de suministro de minerales, productos agrícolas y energéticos para Estados Unidos. Además, el impulso de la reindustrialización y el retorno de la manufactura a territorio estadounidense aumentará aún más la dependencia de Estados Unidos respecto a la mano de obra de bajo costo y los recursos naturales de América Latina.
En segundo lugar, en materia de lucha contra el narcotráfico y el terrorismo, existe una necesidad de cooperación profunda entre Estados Unidos y los países de América Latina.
Según informes de la Administración para el Control de Drogas (DEA) de Estados Unidos, la mayoría de las drogas que ingresan al territorio estadounidense transitan a través de países latinoamericanos, y cada año se interceptan grandes cantidades de drogas en la frontera entre Estados Unidos y México. La Iniciativa Mérida, lanzada en 2008 entre los gobiernos de Estados Unidos, México y los países de América Central, ha demostrado resultados significativos en la lucha contra el narcotráfico, el crimen organizado transnacional y el blanqueo de capitales, lo que refleja la necesidad de una cooperación regional sostenida.
En tercer lugar, en cuanto a la cuestión de la inmigración ilegal, Estados Unidos necesita establecer una zona de contención migratoria en América Latina.
En enero de 2025, dos días después de que Trump regresara a la Casa Blanca, el Congreso de Estados Unidos aprobó una ley que endurece significativamente las políticas hacia los inmigrantes sin estatus de residencia legal. En esta materia, Estados Unidos ha mantenido de manera constante sus esfuerzos para fortalecer el control fronterizo y desarrollar un marco institucional de gestión migratoria.
En 2019, el gobierno estadounidense firmó Acuerdos de Cooperación de Asilo con Honduras, Guatemala y El Salvador (los países del Triángulo del Norte, principales fuentes de migración desde América Latina). Hasta la fecha, Estados Unidos sigue buscando intercambiar una mayor asistencia económica por la cooperación de estos tres gobiernos para frenar los flujos migratorios, promoviendo así la construcción de un mecanismo de “contención regional” en materia migratoria.
Además, para Estados Unidos, la importancia de América Latina en términos de competencia internacional y seguridad geopolítica es innegable. Sin embargo, ¿por qué Trump hizo estas declaraciones paradójicas?
La paradoja de Trump refleja la contradicción entre su retórica política y la práctica real de las políticas estadounidenses hacia América Latina. Desde la Doctrina Monroe, Estados Unidos ha mantenido una inercia estratégica en la formulación y ejecución de sus políticas hacia la región, caracterizada por una dependencia estructural en materia de seguridad, una vinculación geoeconómica persistente y una posición dominante en el discurso sobre la democracia.
Sin embargo, tras asumir nuevamente el cargo, Trump, en un intento de mitigar la creciente “desamericanización” en América Latina (como la negativa de México a desvincularse de China), adoptó políticas de distanciamiento hacia la región mediante amenazas arancelarias y otras medidas coercitivas. Aunque estas acciones parecen alinearse con la lógica aislacionista de “América Primero”, en realidad, ignoran las necesidades mutuas de los sectores estratégicos y los intereses compartidos entre Estados Unidos y América Latina.
En la actualidad, más allá de la lógica discursiva estadounidense, América Latina ya no ha sido el patio trasero de Estados Unidos, sino una zona nodal de competencia y cooperación multipolar en el contexto de la globalización económica.
La “necesidad” de Estados Unidos hacia América Latina es de carácter estructural y no una cuestión discrecional. La esencia de la paradoja de Trump radica en su naturaleza como una herramienta de movilización política de corto alcance, basada en una visión miope de las dinámicas estratégicas y económicas entre Estados Unidos y América Latina.
(*) Investigadora posdoctoral en la Universidad de Shanghái. Correo: [email protected]
