Mucho se habla del polvorín que supondría para algunos estados de la UE que España lograra oficializar en el marco europeo sus otras tres lenguas, pero lo que habría que cuestionar es qué tipo de patriarcado represor es el que nos gobierna en el tan democrático Viejo Continente como para que algunos países se puedan permitir el lujo, aún en el 2025, de posponer el reconocimiento de su riqueza lingüística.
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