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domingo, octubre 12, 2025

Federico Lorenz: “Nos quieren embrutecer, pero hay que resistir”

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Historiador y novelista, Federico Lorenz explica del siguiente modo cómo es su relación con ambas disciplinas: “Es como si tuviera un abrigo con muchos bolsillos en donde voy guardando papeles donde anoto cosas. De un lado tengo la literatura y del otro la historia. Al final del día, los papeles están mezclados y cuando los saco ya tengo una historia”.

Federico Lorenz, historiador y escritor. Foto: Guillermo Rodriguez Adami.Federico Lorenz, historiador y escritor. Foto: Guillermo Rodriguez Adami.

Docente hace más de tres décadas, es uno de los principales expertos en la historia de las islas Malvinas y ha analizado en varios libros las implicancias de la guerra en el Atlántico Sur. También trabajó sobre la violencia y la militancia durante la última dictadura militar, sobre todo poniendo el foco en los obreros y delegados sindicales.

Hace poco publicó dos libros: Antídotos contra la ansiedad (Godot). Una historia del mundo en 108 fechas, está estructurado como un calendario que va narrando pequeños acontecimientos histórico-literarios bajo su propio ojo curioso. Montoneros o la ballena blanca (Fondo de Cultura Económica) es la reedición de su primera novela publicada originalmente en 2012. Allí se narran vivencias de un modo despojado ocurridas durante el conflicto bélico en las islas que se entrecruzan con historias de militantes no exentas de dosis justas de humor e ironía.

«Hay una suerte de sentido común de que sobre Malvinas se escribió poco o no se sabe nada y en realidad es una cantera muy rica para producciones de distinto tipo. En la literatura pero también en el cine, la música, murales y producciones locales. Mi desafío fue encontrar mi propia voz«, le comenta Lorenz a Clarín.

Semanas atrás, el escritor Eduardo Sacheri declaró a la prensa: “Hay poca ficción sobre Malvinas porque es un tema muy incómodo”. Al respecto, Lorenz se explayó en dos extensos posteos en su cuenta de Instagram en donde concluye: “Afirmaciones como esas, que generan la idea de una ausencia o un km 0 que empieza en una obra determinada, destruyen una lenta y trabajosa acumulación cultural que sí, tiene autores, pero que es de todos”.

Antídotos… es un libro que entrecruza dos de tus pasiones, la historia y la narración. ¿Cómo surgió?

–Comenzó por la propuesta de un amigo que me comentó de un autor sueco, Sven Lindqvist, que había escrito algo así como un calendario personal y me propuso replicarlo. Me auto impuse algunas reglas: que no sean efemérides muy conocidas y trabajar más que nada con el subrayado de mis libros. Hubo un uso mínimo de internet. Tiene varias capas. Puede ser una hoja de ruta para un lector que no haya leído nada. Se mencionan muchos autores conocidos aunque no creo que sea un libro erudito. Es amoroso en cuanto al placer que me ha dado leer a ciertos autores.

–¿Cómo surgió el título?

–Tiene que ver con un momento en que tenemos que darnos el tiempo para diferenciarnos del vértigo en el que nos meten. No en un sentido antisistema sino que hoy por hoy el negocio es aturdirnos para que no pensemos. Esto de volver a mis subrayados también lo veo como un vínculo analógico a los libros y una reivindicación de la escala humana para hacer las cosas. Son nuestras en tanto las hacemos dentro de nuestras capacidades y tiempos. Eso es algo que a veces regalamos con facilidad.

–¿Creés que algunos de los hechos históricos que relatas nos pueden aportar claves para el presente?

–Hay varias entradas que aluden a momentos de esperanza en situaciones de notable desolación o desamparo. Hemos salido fortalecidos de situaciones mucho más complejas que las que estamos viviendo. Me refiero en términos no solo socioeconómicos sino éticos. A lo mejor leyendo lo que sucedió en otros momentos uno puede armar sus propias respuestas. No en un sentido repetitivo, porque la historia no se repite. La dignidad, la esperanza y la alegría tuvieron formas diferentes en distintos contextos. Como afirma el título, es un antídoto.

–Acerca de la resistencia, en un momento escribís que “quizás la cultura sea un permanente y multitudinario acto de resistencia”. ¿Cómo pensás esto en tiempos de batalla cultural y de ataques por parte del Gobierno al sector cultural?

–Robert Graves decía que el largo plazo estaba hecho de muchos plazos cortos. Ahí volvemos a la ansiedad. Nosotros estamos en una pelea en dos frentes. Hay que confrontar, porque no se puede dejar pasar las barbaridades diarias que recibimos, vivimos en un clima de mucha hostilidad que tiene consecuencias y espero no tengan consecuencias mayores sobre la convivencia entre nosotros. Hay otra batalla más a largo plazo. Creo que la cultura es un ejercicio de resistencia permanente para que trasciendan los valores que nos vuelven humanos. Hay una cantidad de valores positivos en nuestra cultura que hoy están enlodados, pisoteados, parece que no les importan a nadie: la solidaridad, el conocimiento, el placer de la lectura, el aprender a escuchar a otros. Como profesor he aprendido muchísimo de mis estudiantes siempre, no lo digo demagógicamente. Y eso es algo que hoy es muy difícil.

Federico Lorenz, historiador y escritor. Foto: Guillermo Rodriguez Adami.Federico Lorenz, historiador y escritor. Foto: Guillermo Rodriguez Adami.

–¿Por qué?

–Porque las condiciones que están construyendo para la transmisión del conocimiento, para el encuentro entre personas, son pésimas. Si lo que vos enuncias es que el que piensa distinto a vos merece ser obliterado ¿Para qué voy a dedicar tiempo a escuchar lo que tiene para decir? Ahí no hay cultura posible. No hay que banalizar en lo absoluto el proyecto político del actual gobierno y de otros en el mundo que son embrutecedores. Eso nos obliga a tener en claro qué tipo de sociedad es la que queremos construir, algo que se está discutiendo bastante menos. Si no pensara la cultura como un acto de resistencia creo que ni siquiera estaríamos teniendo esta conversación. No no por una cuestión de soberbia, sino de fatalismo. Por eso no es para nada casual la importancia que le asignan a los ataques a la cultura. Lo sorprendente quizás es la facilidad con que corren el límite.

–Volviendo a la cuestión narrativa. ¿La cultura podría contribuir a imaginar estos futuros posibles que cuesta vislumbrar?

–Entré a la historia porque me gustaba mucho la literatura. Soy un lector voraz desde que aprendí a leer y cuando leía historia lo leía como una novela. Veo un hilo rojo entre la lucha anti imperialista, que no sabía que se llamaba así, en Sandokán y la huelga de los peones patagónicos de La patagonia rebelde. Suelo citar una frase de Marc Bloch, que está en el calendario, que dice que los historiadores donde huelen sangre humana ahí van. Y la sangre humana está en las historias. Como historiador encontré que las acciones humanas superan con creces el relato o la novela más imaginativa, más puramente ficcional que vos te puedas imaginar. Cuando pienso, y de hecho algunos están en la novela Montoneros… , en las horas que pasé escuchando a los trabajadores navales de Astarsa, contándome cómo se organizaban, de qué forma tan sencilla y digna hablaban de la lealtad, el compromiso pienso, pucha, no hubiera podido inventar la historia de esas personas. Es una retroalimentación permanente. La historia es insumo para la ficción pero no necesariamente sucede a la inversa lo mismo. Hay una relación asimétrica que los historiadores deberíamos reconocer con una mayor humildad.

–La novela se narra en un tono crudo. Uno supone que al tener tanta información sobre el periodo podrías correr el riesgo de sobre explicar y, sin embargo, esto no ocurre lo cual incrementa el dinamismo

–Había reconstruido historias tan increíbles que la verdad no le podía agregar absolutamente nada a eso, sólo ensamblarlo en un hilo narrativo. Después, si bien yo la leo políticamente, no es eso lo que más me interesa. Por supuesto, está mi posición como autor. Muchos acontecimientos son aludidos. Pero se mezcla el prurito del historiador con el del profe y lo que a mí me gusta como lector. No me gusta que me bajen línea en lo absoluto. Es aburrido. Los acontecimientos son mucho más interesantes que lo que alguien tenga para decirme sobre ellos en un punto. También pasa que buena parte de mi formación como historiador tuvo que ver con hacer entrevistas. Ahora se dice historiador con fuentes orales, pero cuando yo empecé se decía historiador oral. Mi maestra, Dora Schwartz, fue una gran historiadora oral. Muchas veces los entrevistados te terminan haciendo parte de lo que te cuentan. Te envuelven con la historia. Varios personajes de Montoneros… están inspirados en militantes obreros que entrevisté. Tiene algo de reparación en un sentido más profundo que el político.

–Sos docente hace más de treinta años. ¿Cómo ves a la educación hoy?

–Ha cambiado mucho desde que empecé a trabajar. En algunos aspectos no para mejor. Algo que observo para mejor es el lugar activo que se le asigna al estudiante. Por supuesto, la pauperización general de la sociedad se refleja en la formación docente, en las propuestas pedagógicas que tenemos y, por supuesto, en la cotidianidad. Lo que emerge automáticamente es que habría que asignar a la educación mucho más recursos de los que se le asignan. Y no me refiero solo al salario. El lugar simbólico de la educación y de los docentes está muy corroído con respecto al que tenía hace unos años, no tantos. Hoy o por hoy cualquiera puede decir cualquier cosa y sabemos que el conocimiento no es eso. El conocimiento hay que acreditarlo y construirlo. Hay una situación más general que se relaciona con la pregunta por el sentido. ¿Para qué? Cada momento histórico argentino tuvo un proyecto pedagógico concreto. Eso es bastante más difícil de ver hoy.

Federico Lorenz básico

  • Es profesor y licenciado en Historia, doctor en Ciencias Sociales e investigador adjunto del Conicet con sede en el Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” (UBA). Enseña Historia en el Colegio Nacional de Buenos Aires.
  • Ha publicado numerosos artículos relativos a la historia reciente argentina y a las relaciones entre memoria y educación en revistas nacionales y extranjeras.
  • Algunos de sus libros son Algo parecido a la felicidad. Una historia de la lucha de la clase trabajadora durante la década del setenta (2013), Fantasmas de Malvinas, Un libro de viajes (2020), Cenizas que te rodearon al caer. Vidas y muertes de Ana María González, la montonera que mató al jefe de la Policía Federal (2017), La llamada. Historia de un rumor de la posguerra de Malvinas (2021), Malvinas. Historia, conflictos, perspectivas (2022) y las novelas Montoneros o la ballena blanca (2012), Los muertos de nuestras guerras (2013) y Para un soldado desconocido (2022).

Antídotos contra la ansiedad (Godot) y Montoneros o la ballena blanca (Fondo de Cultura Económica), de Federico Lorenz.

Redacción

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