La tarde no fue ni triste ni gris. El cielo celeste y un sol radiante acompañaron a la fiesta relojera. Cientos de fanáticos de El Reloj se reunieron ante la convocatoria de la banda por redes sociales en la Plaza del Cañón y disfrutaron de los mejores temas de la banda. Esa que nació hace más de 50 años a unos metros de la tradicional placita.
Cuando los fundadores Osvaldo Zabala y Eduardo Frezza, acompañados por Maximiliano Zabala (batería), José Sanmartino (teclados) y Alexis Fillerín (guitarra), tocaron los primeros acordes de “Más fuerte que el hombre”, la multitud estalló.
Manos con los índices y meñiques en alto, cabezas moviéndose levemente para arriba y para abajo y puños apretados en señal de aprobación, iniciaron el ritual de todo recital de rock pesado.
Entre cervezas y mamaderas


“La convocatoria fue un éxito”, dice uno de los colaboradores de la organización mientras observa a la masa negra, color predominante por las remeras, coreando el estribillo de “Blues del atardecer”.
Sobre la vereda de la sombra, enfrente a la plaza, una familia disfruta del show. José, de 61 años y pelo blanco, es un “relojero” de la primera hora. Tiene una remera con la tapa del segundo disco de la banda y abraza a su nieto Enzo, de 13. “Es la banda de mi vida, desde que tenía la edad de él que los escucho, y venir a verlo con mi familia, cincuenta y pico de años después, es extraordinario”, expresa mientras suena “El mandato” de fondo.
“Es un viaje en el tiempo”, manifiesta “Coco”, de 72 años y uno de los tantos que iba a la casa de Luis Valenti a escuchar los ensayos de la banda a una cuadra de donde está sonando, más de cinco décadas después, “Haciendo blues y jazz”. “Aquel es mi nieto”, dice y señala a un nene de dos años que está sobre los hombros de su papá Daniel.
De repente, los impecables riff de Zabala y la inalterable voz de Frezza marcan el punto álgido de la tarde con “Alguien más en quien confiar”. También significaban que el show estaba llegando a su fin.
Sin embargo todo era alegría, fiesta y emoción. Abuelos y abuelas, padres y madres, hijos e hijas y nietos y nietas disfrutaron de una tarde distinta en la Plaza del Cañón.



