La idea de «repensar el planeta con inteligencia colectiva» no es solo un lema para Lisandro de los Ríos: es una práctica cotidiana. Economista, con formación en investigación científica y una extensa trayectoria en gestión territorial, De los Ríos es responsable del proyecto Finca El Paraíso, un campo experimental de la Universidad Católica de Salta (Ucasal) ubicado en el corazón del Chaco salteño.
La idea de «repensar el planeta con inteligencia colectiva» no es solo un lema para Lisandro de los Ríos: es una práctica cotidiana. Economista, con formación en investigación científica y una extensa trayectoria en gestión territorial, De los Ríos es responsable del proyecto Finca El Paraíso, un campo experimental de la Universidad Católica de Salta (Ucasal) ubicado en el corazón del Chaco salteño.
Este jueves será uno de los disertantes en el ciclo Hablemos de lo que viene, organizado por El Tribuno, en una ponencia que, lejos de ofrecer una mirada idealizada sobre el ambiente, mostrará cómo la ciencia, la experiencia comunitaria y el trabajo articulado permiten construir soluciones reales frente a la degradación ambiental.
«El monte chaqueño está muy degradado. Lo que buscamos es regenerarlo, no solo restaurarlo. Es decir, volver a un estado mejor que el original», explicó De los Ríos en diálogo con Radio Salta.
Producción y ambiente
Finca El Paraíso es un campo donado a Ucasal hace más de treinta años, que funciona como espacio de investigación aplicada e intervención territorial. Está ubicado en la zona de Coronel Juan Solá, a 50 kilómetros de Murillo, sobre la ruta 81. Allí trabajan profesionales de diversas disciplinas junto a familias criollas, abordando temas productivos, sociales y ambientales.
«Se acompaña a las familias en la mejora de sus sistemas de producción».
Uno de los ejes principales es el manejo de la ganadería caprina, identificada como un agente de degradación por su impacto sobre el monte nativo. «No se trata de eliminar la cabra, sino de aprender a manejarla. Estamos evaluando pasturas que puedan ofrecerles alimento sin competir con el monte nativo», señaló el economista.
El proyecto también desarrolla programas de producción de plantines, recolección de semillas nativas y reforestación, logrando más de cinco mil plantines al año. Otro punto central es la gestión del agua, un recurso crítico en la región: se trabaja con tecnologías de riego por goteo de bajo consumo y sistemas de captación de agua para huertas familiares.
Del hacha al conocimiento
De los Ríos trazó una mirada histórica sobre la relación con el ambiente en el Chaco salteño: «Pasamos de la etapa del hacha y el alambre, cuando se desmontaba sin medir el impacto, al conservacionismo extremo, donde se nos pide desde las ciudades que cuidemos el monte mientras ya no les queda ninguno». Hoy, dijo, la clave está en el equilibrio: «Ningún extremo es bueno. Lo que proponemos es intervenir con responsabilidad, con ciencia, con conocimiento generado colectivamente».
«Investigamos sobre la recuperación del monte chaqueño, que está muy degradado».
Prosiguió: «En toda la zona del Gran Chaco Americano —que es el segundo bioma más grande de América después del Amazonas— el sistema está muy degradado. Su estado natural era otro. Hay que tener en cuenta que gran parte del monte se perdió por prácticas históricas: el hacha, el alambre, los durmientes de ferrocarril hechos con quebracho. Por eso hoy hablamos de generar monte, no solo de restaurar».
Pensar en comunidad
«Hay cosas que probamos y no funcionan, y eso también es conocimiento», afirmó. Para De los Ríos, lo más valioso del trabajo en Finca El Paraíso es el aprendizaje compartido con las comunidades locales: «De ellas aprendemos mucho más de lo que podemos enseñar».
Celebró el enfoque del evento Hablemos de lo que viene: «Me parece excelente el título: repensar el planeta con inteligencia colectiva. Es mucho más rico que la idea de inteligencia artificial. La inteligencia colectiva implica diálogo, intercambio, construcción conjunta».
De los Ríos fue gerente de Prograno entre 2008 y 2024, y asegura que hoy es tiempo de que nuevas generaciones tomen la posta. El jueves, su ponencia será una invitación a dejar atrás los extremos y avanzar hacia una mirada del ambiente que conjugue ciencia, producción, comunidad y sostenibilidad.
El agua, el desafío principal
«El agua es el problema fundamental. La tenencia de la tierra es importante, pero si no hay agua no se puede producir», afirmó Lisandro de los Ríos, director del Instituto de Cultura Popular de la Universidad Católica de Salta (Ucasal), que coordina un proyecto de desarrollo rural en el municipio de Rivadavia Banda Norte.
Desde hace más de tres décadas, en el paraje El Mulato, la universidad impulsa un modelo de trabajo comunitario y territorial. Allí, en la finca El Paraíso, se ensayan soluciones de bajo costo para mejorar la vida de las familias rurales, en un ambiente castigado por la sequía y el desmonte.
«Estamos trabajando en riego por goteo sin motores, en huertas familiares con cisternas que colectan agua de lluvia. Son tecnologías simples que pueden escalar y replicarse», explicó De los Ríos. También señaló que las distancias son enormes y que muchas familias deben caminar kilómetros para conseguir agua. «Por eso cada mejora tiene un impacto directo en la vida cotidiana», sostuvo.
En terreno
En la finca El Paraíso, Ucasal impulsa un modelo de trabajo territorial que apuesta al diálogo de saberes, el compromiso sostenido y el respeto por las formas de vida de las comunidades criollas e indígenas. El proyecto —que involucra a docentes, investigadores y estudiantes— no busca imponer soluciones sino construirlas colectivamente. «Acá no venimos a enseñar desde arriba. Hay un saber popular, una práctica de la vida cotidiana que es central. La universidad puede aportar herramientas, pero aprende tanto como enseña», remarcó el director del Instituto de Cultura Popular de Ucasal.
Esa lógica también se expresa en la formación de estudiantes. En El Paraíso se dictan carreras técnicas, cursos de oficios y talleres abiertos, con propuestas adaptadas a las necesidades del lugar. «La universidad tiene que estar donde están los desafíos. No alcanza con quedarse en los campus: hay que ir al terreno», concluyó De los Ríos.