Para quienes se dedican al mundo de las letras, la física puede resultar incomprensible. En su más reciente obra, Cuatro cuentos cuánticos (Random House), el escritor Javier Argüello retoma los fundamentos de la física cuántica para explorar los límites de la realidad y el tiempo a través de historias que se nutren tanto de obsesiones humanas como de principios de la física cuántica.
En un universo narrativo donde la linealidad se disuelve y la circularidad se impone, el autor invita a los lectores a cuestionar la naturaleza misma de la existencia y las posibilidades infinitas de los acontecimientos.
Uno de los principios de la física es la superposición cuántica, que establece que una partícula puede estar en múltiples estados al mismo tiempo que se realiza una medición. Por ejemplo, un electrón puede estar en dos lugares a la vez en una caja cerrada y su estado final se determina cuando lo observamos.
Entonces, ¿qué es la realidad?¿Hay una única para todos? Desde hace mucho tiempo, Arguello le da vueltas a estas preguntas. Por eso sus primeras obras comparten un mismo hilo conductor: todos tensan los límites entre la realidad y la ficción.
El auge de la no ficción lo ayuda, porque los lectores buscan averiguar qué ocurrió realmente y qué es ficción. “Obliga al ejercicio que quiero que pase, que es dónde empieza y dónde termina la realidad”, responde Arguello.
El relato que inaugura esta nueva entrega de cuentos habla sobre un escritor que se reúne con sus compañeros de clase 30 años más tarde. Allí se encuentra con su amor de la infancia que le confiesa que en otra vida hubiera sido posible.
El segundo relato explora cómo el escritor se obsesiona con un loco poeta mientras que en el tercero un escritor tiene que cerciorarse si realiza un viaje en el tiempo profetizado en una antología del cuento fantástico que coordinaron Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo. El último tuerce los límites de la realidad y también de la ficción, un movimiento narrativo que promete dejar a los lectores conmocionados.
En un libro de cuentos anterior titulado Siete cuentos imposibles y editado por Lumen, Arguello narra las vicisitudes de un hombre que cree que escribe un relato cuando en verdad él es tan solo el personaje de otro relato que vive atrapado en la ficción. Ahora, en Cuatro cuentos cuánticos vuelve sobre esta fijación para construir un libro que juega con los planos temporales y las percepciones humanas.
“Los postulados de la mecánica cuántica parecen muy anti intuitivos y muy extraños para nosotros. Y lo son. Pero yo tengo la idea de que en realidad en el cotidiano los vivimos más espontáneamente de lo que creemos”, dice a Clarín en su visita por Buenos Aires por el lanzamiento del libro.
– Los personajes se obsesionan con distintas temáticas, ¿hay algo de querer explorar las obsesiones de las personas?
–Creo que los escritores somos obsesivos por definición, porque si no cómo ocuparte de que en 300 páginas no haya ni una frase que no esté fuera del tono. Tenés que ser un poquito obsesivo porque si no, no te metés en eso. Y creo que los personajes también, pero en el fondo me parece que refleja lo que nos pasa a cada uno. Creemos que vivimos en una realidad exterior, pero en el fondo estamos cada uno sumergidos en nuestras preocupaciones, en nuestras obsesiones. Intento reflejar eso. Cuando lo simbolizo para contarlo, lo fuerzo un poquito y lo hago más explícito de lo que por ahí sería. Pero la idea es esa: ejemplificar lo que nos pasa y creo que cada uno vive muy dentro de su cabeza.
–Los cuentos están trazados por un viaje, ¿por qué elegiste este elemento narrativo?
–Me viene muy bien justamente para encontrarte con realidades diferentes. Y porque también juego con el tiempo y cómo generar tensión anticipando lo que va a pasar pero sin decirlo. Me interesa partir de una situación que puede ser completamente cotidiana y empezar a avanzar y empezar a llevarla a un terreno en el que empieza a confundirse con otro plano.
–Los cuentos, de alguna manera, vienen a poner en duda si el tiempo existe o no existe.
–Desde Einstein sabemos que el espacio y el tiempo son lo mismo. No podés desplazarte en el espacio sin desplazarte en el tiempo. Pero un físico con quien colaboro a veces me hacía la pregunta de qué está pasando ahora en Andrómeda. Esta no es una pregunta válida porque no existe “ahora” en Andrómeda. No es que hay un tiempo del reloj objetivo para todo el universo. No importa dónde estés. Pero a mí me parece que si quiero hablar de viaje, no se puede separar una cosa de la otra.
–Aparece también una historia de amor. ¿Por qué te interesó incluir este tema?
–A los seres humanos nos interesa lo que les pasa a los seres humanos y lo que nos pasa es: ¿Por qué estoy acá? ¿Qué tengo que hacer? ¿Qué va a pasar el día que me vaya? Son más o menos las temáticas que nos preocupan a los seres humanos, más allá de que en el día nos mareemos con muchas otras cosas. Además, me parece que tienen que ser las guías de las narraciones. Por más que yo quiera hablar de los juegos temporales o de lo que sea, tiene que estar montado sobre una estructura de conflictos humanos. Creo que no nos pasan demasiadas cosas y el amor es una de las cosas importantes, ¿no? Un físico chileno y muy buen pianista me decía que la gente puede disfrutar de la música sin entender de corcheas. Y que no sabía por qué no se puede disfrutar de la física sin entender de ecuaciones. Me dijo también: “Me encanta lo que estás haciendo porque haces que la gente pueda disfrutar de la física sin entender de ecuaciones”. ¿Eso es un poco la idea, no?
–Exploras también las infinitas posibilidades de los acontecimientos.
–En el primer cuento aparece esto de “¿Qué hubiera pasado si?” Nos pasa a muchos. Mi vida fue de una manera y en determinado momento tomé determinadas decisiones. ¿Qué hubiera pasado si tomaba otra decisión? Mi vida era completamente otra. ¿Cómo hubiera sido?
–¿Pensas que a tus personajes les cuesta perder?
–A todos nos cuesta perder. Ahí está la condena tremenda de esta vida que es que tenemos solo una. Cada decisión que tomas, elegís una cosa y dejas de lado mil. Es lo más injusto del mundo. Los personajes tienen esta cuestión de estar todo el tiempo preguntándose no solo en qué hubiera pasado, pero también de reflexionar sobre cada decisión que van tomando.
–Otra de las inquietudes que aparecen en el libro es el tiempo. ¿Cómo lo concebís?
–Sin duda no es lineal, como nos lo han contado en Occidente. De ahí, nacen otras ficciones, como la idea de que estoy progresando porque hoy sé más que ayer y menos que mañana. Si el conocimiento es acumulativo, esto tiene otras derivadas: el conocimiento de hoy es mejor que el de ayer. Por lo tanto, empiezo a despreciar el saber de los ancianos, el de las culturas antiguas. Cuando te lo empezás a contar de una manera, empezás a organizar toda la realidad de una manera. La linealidad temporal a mí no me cierra mucho, aunque como no nos la contamos en el sentido de que si pensás que viene la primavera, después viene el verano, después viene el otoño, después viene el invierno y después que viene la primavera. La lluvia del cielo en la montaña genera un río que va al mar, después se evapora, va al cielo y cae de los planetas alrededor de todo lo que gira alrededor. Y todo es circular. ¿Por qué yo no?
–¿Creés en el tiempo?
–Los narradores lo que hacemos es trabajar en el “no tiempo”. Es decir, imagino los acontecimientos que forman parte de esta historia. Los despliego sobre esta mesa y empiezo a pensar cómo los voy a recorrer. No tengo por qué empezar por el principio.
–¿Cómo pensas que dialoga tu libro con esta época?
–Hay algo con este tiempo que es que estamos perdiendo seguridad en los grandes relatos. Me interesa mucho el tema de cómo los relatos que nos contamos construyen una realidad u otra. Una cultura, una civilización es un conjunto de relatos compartidos. Cuanto más sólido es, cuanto más compartimos una cantidad de relatos, más sólida –en el sentido de amalgamada– es esa cultura, con lo bueno y con lo malo. Pero también más cerrada a otras posibilidades. Creo que estamos viviendo una época en la que se empiezan a desdibujar todos los relatos. Y en ese sentido, sí siento que los personajes reflejan un momento de incertidumbre.
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Javier Argüello básico
- Nació en Santiago de Chile, en 1972. Es escritor de nacionalidad argentina residente en Barcelona, colabora con El País, es profesor del Ateneu Barcelonès y se ha dedicado al cine.
- Ha publicado los libros Siete cuentos imposibles (Lumen, 2001), El día que me quieras, antología de tangos (Lumen, 2004), Los mejores poemas de amor, antología romántica de Pablo Neruda (Lumen, 2006), El mar de todos los muertos (Lumen, 2008), La música del mundo (Galaxia Gutenberg, 2011) y A propósito de Majorana (Literatura Random House, 2015).
- Fue ganador del concurso de relatos Paula en el año 2000 y del Premio de Ensayo Josep Palau i Fabre. Además, su cortometraje Fuera de servicio le valió el premio del Festival Internacional de San Petersburgo, en la categoría de debutante.
Cuatro cuentos cuánticos, de Javier Argüello (Random House).