17.1 C
Buenos Aires
sábado, mayo 10, 2025

Flores de acacia en la autopista

Más Noticias

Hace unos años Rafael Nadal se quejaba en un artículo de que en muchos lugares cortan las acacias ( Robinia pseudoacàcia ) por considerarlas invasoras (vienen de Estados Unidos). ¡No me fastidies! –se exclamaba Nadal–, ¡las acacias de nuestra infancia! Me sorprendió porque nunca he tenido ese vínculo sentimental con las acacias. De pequeño, en Barcelona, a veces encontraba algún alcorque en el que, en lugar del plátano característico, malvivía una vieja acacia, con un tronco astillado, que debía estar ya allí cuando abrieron la calle. Me llamaban la atención los árboles singulares que rompían la regularidad urbana y me entristeció cuando los olmos empezaron a enfermar y los cortaron sistemáticamente. En Arbúcies recuerdo también alguna vieja acacia, en un paseo de veraneantes. Se me antoja que las acacias son como los hidalgos que, a base de holgazanería, acababan viviendo en la calle. Me lo confirma la etimología. Se llama robinia porque el jardinero que la aclimató en París se llamaba Jean Robin. Vivió entre 1550 y 1629, y fue el responsable del Jardin du Roi de la plaza Dauphine. Fue el primero que habló de ella en un libro y de ahí el nombre. Su hijo plantó una en el Jardin Royal des Plantes, en 1635, que todavía vive.

La acacia ha sido siempre para mi una planta de descampado. Una temporada, frente al balcón de Arbúcies había un terreno en el que crecían unas acacias andrajosas. Llegué a tenerles mucha manía y las torpedeaba con bellotas que recogía en el bosque para ver si los alcornoques las desplazaban. Ni para ti ni para mi: una constructora compró el solar y levantó casas adosadas. Cuando había críos por casa teníamos dos juegos divertidos: cortar una hoja de acacia y presentarla cogida por el peciolo. “ O lora, olora ”. El chico o chica acercaba la nariz, pasabas el dedo gordo y el índice en forma de pinza por el tallo, y le lanzabas los folíolos a la cara. Arrancábamos espinas y las pegábamos con saliva: una en la nariz y un par en la frente, com si el niño o niña fueran unos diablillos y tu un rinoceronte con la jeta de un señor. Las espinas de acacia se parecen a las del rosal, ganchudas y encarnadas.

Las espinas de acacia se parecen a las del rosal: ganchudas y encarnadas

Los antiguos huertos y prados de manzanos que se abandonaron para el cultivo sin plantar en ellos árboles nobles han acabado plagados de estas acacias barraquistas, que pasaron de los jardines burgueses a los paseos de veraneantes y a los patios menestrales hasta llegar… a los arcenes de autopista. Qué bonitos están estos días, por cierto. Con tanta lluvia, las acacias han florecido como nunca, con unas flores como farolillos, que se pueden comer. En medio de la nube blanca y verde, se levanta un tronco con las ramas muertas de todos estos años de sequía. Pobre acacia, que ni acacia es. Pero viene del jardín del rey de Francia y cuando florece, se la ve señora.

Redacción

Fuente: Leer artículo original

Desde Vive multimedio digital de comunicación y webs de ciudades claves de Argentina y el mundo; difundimos y potenciamos autores y otros medios indistintos de comunicación. Asimismo generamos nuestras propias creaciones e investigaciones periodísticas para el servicio de los lectores.

Sugerimos leer la fuente y ampliar con el link de arriba para acceder al origen de la nota.

 

- Advertisement -spot_img

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

- Advertisement -spot_img

Te Puede Interesar...

Sonido de campanas a la 1 de la tarde y sorpresa en la iglesia de Recoleta en la que el Papa León XIV dio...

Robert Prevost, el flamante Papa León XIV, es el primer pontífice nacido en los Estados Unidos. Y además de...
- Advertisement -spot_img

Más artículos como éste...

- Advertisement -spot_img