Antes de irse de Argentina, Jorge Bergoglio fue personalmente hasta el kiosco de revistas de Daniel Del Regno, quien le llevaba todos los días el diario La Nación. Fue para pedirle que suspendiera la entrega del ejemplar por unos días.
“Cuando me enteré de su viaje, porque él mismo me lo comentó, le dije si le parecía conveniente suspender los diarios. Me respondió que no, que estaría de vuelta en una semana”, contó Del Regno a la prensa.
Bergoglio dejó la Argentina el martes 26 de febrero de 2013, por la tarde. Iba rumbo a Roma para participar del cónclave que elegiría al sucesor de Benedicto XVI. Ese día, la noticia más importante había sido que la Corte Suprema emitió un duro comunicado contra la presidencia de Cristina Kirchner, que buscaba “democratizar” a la Justicia. También se destacaba un triunfo de Vélez por la Copa Libertadores.
Fueron las últimas noticias que leyó en un diario local. Quien sería luego el papa Francisco no regresaría jamás al país. Su viaje a Roma tendría como corolario la elección como nuevo Sumo Pontífice de la Iglesia Católica, una posición desde la cual, sin embargo, siempre mantuvo una cercana relación con su país natal.
A lo largo de los 12 años que duró su papado, hubo muchos momentos en los que se especuló sobre una posible visita. De hecho, estuvo en cuatro de los cinco países limítrofes, pero jamás pasó por su tierra natal.
La primera visita a Sudamérica fue en julio de 2013, apenas meses después de haber sido elegido, cuando viajó a Brasil para asistir a la XXVIII edición de la Jornada Mundial de la Juventud que se celebró en Río de Janeiro. La segunda, en julio de 2015, cuando visitó Ecuador, Bolivia y Paraguay. La tercera, aunque un poco más alejada en el tiempo, en septiembre de 2017, cuando viajó a Colombia. Y la cuarta, en enero de 2018, para visitar Chile y Perú.
Lo curioso es que Benedicto XVI, su predecesor, sí fue a Alemania, su tierra natal. Es más: ese fue su primer viaje, cuando apenas llevaba cuatro meses de pontificado.
Algo similar había hecho Juan Pablo II, quien visitó Polonia en nueve ocasiones, en un claro ejemplo de compromiso político que culminó con el derrumbe del comunismo.
(Nota: Juan Pablo II fue el último Papa que estuvo en la Argentina).
Razones
A pesar de haber dejado clara su opinión política durante cada una de las presidencias argentinas que transcurrieron mientras era Papa, Bergoglio decidió no volver personalmente al país. Renunció así a erigirse como un referente por encima de la grieta, a ser alguien que pudiera acercar posiciones, a ponerle el cuerpo en su tierra a un intento de reconciliación.
“En los inicios hubo intentos. Él había pedido que no lo usaran políticamente, que no se le ‘colgaran de su sotana’. Quería que hubiera un respeto de todo el arco político. Pero ese acuerdo finalmente no se logró“, contó este lunes Federico Wals, uno de los asistentes más cercanos de Francisco, en Cadena 3.

“Con el paso de los años, y quizá de manera inconsciente, le esquivó al viaje porque iba a remover sus sentimientos. Ya era una persona grande y quizá no encontraría la Argentina que dejó”, agregó Wals, quien trabajó con Bergoglio desde 2007 hasta su muerte.
El inglés Jimmy Burns, autor de una de las biografías del Papa, coincide con Wals: “Cualquier visita habría sido explotada por un bando o el otro, y él habría alimentado esas divisiones sin querer”, dijo a la agencia Reuters.
Con ese miedo a cuestas, y aunque recibió invitaciones oficiales de Cristina Kirchner, Mauricio Macri, Alberto Fernández y Javier Milei, nunca terminó de impulsar su retorno. Lo mismo hicieron gobernadores como Martín Llaryora, que personalmente dijo que lo esperaba en Córdoba.
Se entiende el temor del Papa: aquellos primeros intentos de no ser usado políticamente nunca tuvieron éxito, y cada visita al Vaticano de algún dirigente fue vendida luego en Argentina como un posible gesto de apoyo o desaprobación.
Es cierto también que Bergoglio nunca cortó su interés por la política argentina. No solo porque decidió apoyar a personajes polémicos, sino también porque marcó distancia con dirigentes que no le caían en gracia, como el propio Macri o Sergio Massa (a quien nunca recibió).
Sus deseos de venir siempre estuvieron presentes. Por cortesía o porque realmente pensaba que sería posible, Francisco contó en varias ocasiones que seguía con la idea.
Al periodista Daniel Hadad, por ejemplo, le dijo explícitamente que “no había negación” para ir, pero que dependía de “miles de factores”, entre los que incluyó su voluntad (que, aseguró, la tenía) y de la coyuntura sociopolítica.
“A veces la visita de un Papa puede ser usada. En todos los lugares. Que no sea usada ni para un lado ni para otro”, pidió.
Corría marzo de 2023.
Casi un año después, reiteró que estaba “en programa la posibilidad de hacer un viaje en la segunda parte del año”, especialmente porque en Argentina se había producido un “un cambio de gobierno”. Fue una de sus últimas referencias a una posible visita al país y la hizo una entrevista con un popular programa de televisión italiano.
Quizá fue un cumplido, ya que siempre que se hablaba de Argentina, su tierra —la que le brindó la educación pública, su formación episcopal y el aprendizaje de la política— lo movilizaba. Y es que, más allá de sus expresiones públicas, había una frase que reverberaba en el aire, dicha por Francisco en conversaciones con el periodista Nelson Castro.
Consultado sobre cómo esperaba que lo encontrara la muerte, respondió:
“Siendo Papa, ya sea en ejercicio o emérito. Y en Roma. A la Argentina no vuelvo.”