La escritora Gabriela Exilart vuelve a sumergirse en los pliegues más silenciados de la historia argentina con El secreto de Azucena (Penguin Random House), una novela que abre con una escena tan perturbadora como inolvidable: la madrugada de la Masacre de Tandil. El ataque, ocurrido el 1° de enero de 1872 y atribuido a la figura casi mítica de Tata Dios, dejó decenas de inmigrantes asesinados mientras dormían. Con una prosa envolvente y personajes profundamente humanos, la autora reconstruye aquel estallido de violencia atravesado por supersticiones, intereses económicos, racismo y poder local.

A partir de esa matanza real, Exilart narra la historia de Azucena y Ani, una mujer y una niña obligadas a sobrevivir en un mundo hostil, entre secretos familiares, prejuicios y vínculos que se transforman con el tiempo. La autora explora la intimidad de sus protagonistas sin apartarse del trasfondo histórico y vuelve a tematizar, como en novelas anteriores, cómo el odio, la xenofobia y la ambición se repiten bajo distintas máscaras a lo largo del tiempo. Entre la reconstrucción documental y la ficción emotiva, El secreto de Azucena interpela al presente tanto como rescata un episodio poco contado del siglo XIX argentino.
–¿Qué pasó en la Masacre de Tandil?
–La masacre de Tandil ocurrió la madrugada del 1 de enero de 1872. Después de los festejos de recibimiento del año nuevo, una banda de forajidos atacó el pueblo de Tandil (provincia de Buenos Aires) y mató alrededor de 36.536 personas de origen inmigrante, a los que sorprendieron durmiendo. La autoría ideológica se le adjudica a Tata Dios, que era un curandero que vivía en la zona, en una casilla y recibía pacientes, por decirlo de alguna manera; todos los días, largas filas de pacientes. A él se le adjudica la autoría ideológica de esta matanza en pos de salvar a la humanidad, porque en teoría iba a venir un diluvio y el fin del mundo y decían que los extranjeros eran la plaga. Después a medida que la novela avanza y la investigación se profundiza, entran las dudas de si realmente fue Tata Dios, que no participó de esa cabalgata y de esa cacería nocturna, sino que la llevó adelante otro de los miembros de esta banda; después se descubre que había mucho más que eso.
–¿Qué era lo que había detrás?
–Intereses políticos y económicos del poderío local, que veía en los extranjeros una amenaza. Eso se va desarrollando a lo largo de toda la novela y de todas las investigaciones que hay luego y que llevan adelante personajes reales de la historia y los personajes de ficción, que yo invento para recrear este hecho. Y después obviamente está la historia de amor, de vida y los vínculos familiares de los personajes de ficción.
–¿Cómo llegó a vos esta historia?
–Cuando viajé a Chaco a presentar Napalpí conocí a un autor que vive en Chaco, pero que es de La Plata, Juan Basterra, y él me regaló su libro que se llama Tata Dios. El año pasado, lo leí y pensé, acá tengo una novela, tengo que escribir una novela. Además Tandil queda a 190 kilómetros de mi casa entonces el entorno me resultaba familiar y me puse a investigar, a buscar más documentación y nació la novela.
–Tus novelas sobre hechos históricos como esta y la anterior, Los hijos de la cosecha, acercan a los y las lectoras hechos de la historia que muchas veces no son tan conocidos
–Eso es lo que a mí me gusta de de escribir en estos escenarios, que son poco conocidos y poco contados, entonces me gusta recrearlos y contar una historia ahí porque también es una manera de aprender todo lo que nos pasó y que no queden esas historias en el olvido. Además, de alguna forma también darnos cuenta que la historia es circular, como que hay cuestiones que ocurrieron y que se reflotan: los secretos familiares, las traiciones, este odio a cierto grupo humano, ya sea por la raza, por la religión, por las costumbres. En Napalpí eran los pueblos originarios y en Oberá eran los que trabajaban en la cosecha, que eran inmigrantes de Europa del Este. Nos lleva a pensar en el racismo que también está vigente hoy en el mundo.

–¿Cómo construiste a la a la protagonista?
–Se fue armando de a poco. Hay dos voces femeninas bastante fuertes: una es la de Azucena, la protagonista adulta, y otra es la de la niña, Ani que para mí fue un desafío personal porque, como me gusta hacer cosas distintas en todas las novelas, contar desde la mirada de una nena era bastante complejo porque me tenía que meter en esa cabecita. Pero me gustó mucho narrar como una nena y jugar con las palabras y con las connotaciones de las palabras y todo lo que le pasa a ella. Y el personaje de Azucena se fue armando a medida que la historia avanzaba también, porque de entrada no es que yo tenía un perfil demasiado definido sobre ella, sino que se fue armando a lo largo de la historia. Lo que sí quería era que fuera una figura bastante humana, que fuera un poco egoísta, que no le gustaran los chicos porque ella tiene que hacerse cargo de la nena y es un desafío porque no sabe cómo tratarla y el vínculo va creciendo con el tiempo.
–¿Retomaste a tu niña interior para el personaje de Ani?
–Fue complejo viajar a esa época, sobre todo por el lenguaje pero lo que me facilitó crearlo es que yo pasé mi infancia en el campo, en Balcarce, cerca de Tandil y muchas de las anécdotas de Ani son mías: volví a ser un poco niña con esos recuerdos y se los presté a ella para que los viviera. Como el corderito guacho que había que alimentar o ir a cazar con la onda, con esa contradicción de querer ir a cazar, pero a la vez la pena que te da, o abrir la tranquera desde arriba del caballo. Son cosas que me pasaban a mí y se las puse a Ani.
–¿Cómo está siendo tomada la novela?
–La gente me escribe para saber qué pasó con Ani, con Miguel, con Prudencio. Y yo digo, a mí me llevó un año hacerla y hay personas que la leyeron en dos días y ahora me piden más. No deja de ser maravilloso que los lectores se compenetren tanto y que quieran a los personajes.
–¿Creés que se está volviendo a la lectura?
–Yo tengo la sensación de que con este mundo tan difícil en el que estamos, hay mucha gente que quiere dejar las pantallas y volver a los libros de papel. No hay cosa más linda que cuando un autor logra que el lector se meta en ese mundo. Como lectora cuando logro meterme en ese otro universo y olvidarme de lo que pasa alrededor y no mirar a cada rato el celular, me maravillo porque es cuando el autor o la autora, me cautiva y me atrapa.

–¿Y qué estás leyendo ahora?
–Bueno, en mis vacaciones, leí un libro de Kristin Hannah, que me parece una autora espectacular, que no tiene muchos libros en la Argentina porque no llegan, pero tuve la fortuna de poder comprarlo en otro lado y leí una novela que se llama Volverás a Alaska, que me emocionó muchísimo, me hizo llorar, pero a la vez me permitió vivir unas experiencias maravillosas en un paisaje helado: creí que estaba en Alaska y fue maravilloso. Leo mucha poesía también y estoy leyendo el último libro de Daniel Balmaceda, que también cuenta sobre una matanza un primero de año, y se llama El crimen de año nuevo y transcurre en Buenos Aires. Y estoy leyendo y corrigiendo mi nueva novela que terminé hace un mes. Pero me gusta leer de todo, no sólo género romántico, de hecho creo que es lo que menos leo. Me gusta mucho el policial, estoy leyendo cuentos también, que me sirven muchísimo para los talleres de escritura. Es una lectura bastante anárquica la mía.
–¿Y qué se puede saber sobre la próxima novela?
–Solamente puedo decir que volví al siglo XX, que me quedé en la provincia de Buenos Aires y que llevo personajes de otras novelas a modo de guiño, como Diego Alcorta de Tormentas del pasado. Así que lo van a ver a Diego Alcorta más maduro y a algunos personajes de Los hijos de la cosecha, a los que invité a participar en algunos diálogos porque coincidía el período histórico.
Gabriela Exilart básico
- Escritora, abogada y docente de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Mar del Plata.
- Ha publicado varias novelas, entre ellas Tormentas del pasado (2012), En la arena de Gijón (2019), Pulsión (2022) y El susurro de las mujeres (2022).
- Recibió los premios Alfonsina (2018), Universum Donna 2ª Edición (2019), Lobo de Mar al Deporte y la Cultura (2019) y una Primera Mención por su cuento “La bicicleta roja” (2020). Coordina talleres de escritura creativa y de novela.
El secreto de Azucena, de Gabriela Exilart (Penguin Random House).