Científicos del Conicet siguen dando importantes pasos en el terreno paleontológico. Un investigador pudo revelar datos significativos que explican cómo evolucionaron los sentidos y el sistema nervioso una especie de dinosario que habitó la zona de lo que actualmente es Chubut, 179 millones de años atrás.
El trabajo de Kevin Gómez fue publicado en la revista internacional Papers in Palaeontology y aportó conocimientos sobre su biología y comportamiento. Se trata de un becario posdoctoral del Conicet en el Instituto de Investigación en Paleobiología y Geología (IIPG, Conicet-UNRN).
Su tarea se centra en el estudio de la paleoneurología y paleobiología sensorial de Bagualia alba, un dinosaurio saurópodo hervíboro que medía unos 12 metros de largo, pesaba alrededor de 10 toneladas y que vivió en lo que hoy es la provincia de Chubut.
Además, participaron en el estudio los investigadores Ariana Paulina-Carabajal, Diego Pol, y José Carballido, de Conicet también.
«Se realizó una reconstrucción tridimensional del cerebro, oído interno y elementos neurovasculares (vasos sanguíneos y nervios) a partir de una tomografía computada de la caja craneana de Bagualia», explicó Gómez.
Sobre estos modelos, los investigadores tomaron diferentes índices que fueron comparados con los de otros saurópodos, con el fin de identificar cuándo y cómo aparecieron algunos rasgos puntuales relacionados con el aumento del tamaño corporal, la locomoción y el comportamiento sensorial de estos animales a lo largo de su evolución.
«Esta información permitió explorar los cambios evolutivos en estructuras como la glándula pituitaria, el oído interno y los nervios craneales, así como la de evaluar el papel que pudieron haber tenido los factores como el tamaño corporal y la dieta en la transformación del sistema nervioso de estos gigantes», señaló Gomez.
“El estudio sugiere que los cambios sensoriales en los sauropodomorfos, un grupo de dinosaurios herbívoros, ocurrieron de forma gradual y más lentamente que los cambios en el tamaño corporal», concluyó el paleontólogo.
Entre las conclusiones parciales, se pudo determinar que Bagualia tenía un olfato moderado, poca agilidad para mover la cabeza y los ojos, y un lóbulo cerebral relacionado con el equilibrio poco desarrollado.
Estas características están asociadas a su estilo de vida, ya que era un dinosaurio cuadrúpedo, de movimientos lentos y gran consumidor de plantas. Su cerebro era pequeño en proporción a su cuerpo, aunque ligeramente más grande que el de otros saurópodos de tamaño similar.
Además, presentaba una glándula pituitaria muy grande, una señal temprana de los cambios hormonales vinculados al crecimiento descomunal que caracterizó a esta especie en particular.
Esto es distinto a los sauropodomorfos más pequeños del Triásico Tardío y el Jurásico Temprano, que generalmente eran bípedos, más ágiles y con hábitos faunívoros (consumo de animales) u omnívoros (dieta variada de plantas y animales), en los que el sentido del olfato tenía un papel más relevante, según aclaró el becario.
Un estudio paleontológico clave y novedoso
Según detallaron desde Conicet, esta investigación tiene una relevancia clave ya que poco se conociía sobre la evolución de las estructuras endocraneanas de los primeros saurópodos de gran tamaño, precisamente del Jurásico Temprano (201,3 a 174,1 millones de años atrás).
Por eso, aseguran que este estudio «llena un vacío en el conocimiento de la evolución neuroanatómica de los sauropodomorfos, permitiendo entender mejor la biología sensorial de estos grandes animales».
*Con información del Instituto de Investigación en Paleobiología y Geología (IIPG, Conicet-UNRN).
