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¿Giro a la (extrema) derecha en América latina?

La presidencia de Javier Milei, Daniel Noboa, Santiago Peña y Nayib Bukele en Argentina, Ecuador, Paraguay y El Salvador ha disparado diversas interpretaciones sobre un giro a la derecha (o a la extrema derecha) en América Latina. Estas vienen reforzadas por el más que probable triunfo de José Antonio Kast en Chile y por la “nueva” política hemisférica de Donald Trump y su apoyo a la ultraderecha continental.

La idea de los giros, o de las olas, no es nueva en la política latinoamericana. Esta reemerge frecuentemente al socaire de una seguidilla de elecciones con final similar que llevan a conclusiones fáciles. Una vez acabado el período de gobiernos largos (de personas, partidos y hasta de familias), asociado al súper ciclo de las materias primas, los resultados electorales han estado condicionados por el voto de castigo al oficialismo, pero también por el calendario.

De ahí la importancia de considerar no solo quien gana las presidenciales, sino también quien es reelecto. Esto podría decir mucho sobre la forma en que las sociedades y sus opiniones públicas respaldan a sus gobernantes o si, por el contrario, están hartas de ellos.

En los últimos años ha habido pocas victorias oficialistas, algunas más merecidas que otras. Entre las más destacadas las de Bukele (tras una interpretación torticera de la Constitución para ser reelecto) y la de Luis Abinader, en República Dominicana. También las de Morena (Claudia Sheinbaum), México, y el Partido Colorado (Peña), Paraguay.

Los frecuentes golpes de péndulo no garantizan ningún giro, y menos en una dirección determinada. Importa no solo el sentido del movimiento sino también su duración, ya que la lealtad ideológica de muchos electores, y más en tiempos de redes sociales, es más bien volátil.

¿Cuántos argentinos votaron por Milei pensándose libertarios o seguidores de la escuela austríaca? Más bien pocos. ¿Cuántos salvadoreños votaron por Bukele tras adscribir a sus “nuevas ideas”, el nombre de su partido político? También pocos. Si unos y otros los siguieron fue por creer que era la mejor manera, agotadas otras opciones, de resolver angustias urgentes como la inflación o las amenazas constantes a su seguridad personal y la de sus familias.

En el actual contexto regional algunos elementos tienden a cuestionar el supuesto giro hacia posiciones extremadamente derechistas. Entre ellos la victoria de Rodrigo Paz en Bolivia (centro derecha) o la derrota de Noboa en todas las preguntas del referéndum para aprobar distintas reformas, incluyendo una nueva Constitución.

Tampoco hay en ninguna de las dos potencias regionales (México y Brasil) un gobierno de derecha, si bien en esta última habrá elecciones presidenciales en 2026. Entre los recientes resultados electorales hay que resaltar el triunfo del Frente Amplio de Yamandú Orsi en Uruguay.

Como sostiene Ascanio Cavallo, hay un factor importante que permitirá hablar de un giro hacia la derecha más radical, sostenido en el tiempo y políticamente consolidado. Éste pasa por el apoyo de Trump y por su deseo de constituir un potente electorado de extrema derecha tanto en América Latina como en Europa, siguiendo el modelo MAGA, lo que también dependerá de su permanencia (o de la de su proyecto) en el poder, después de 2028.

Su maniobra de respaldar a una determinada opción y luego amenazar con retirar su apoyo si ésta no triunfa puede convertirse en un clásico tras lo ocurrido en Argentina y en Honduras. Es, obviamente, un chantaje y una clara injerencia en la vida política de esos países.

A esto se suma la formación de redes e instancias cada vez más estructuradas y organizadas, como la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC), en sintonía con el MAGA, o el Foro de Madrid, alineado con la ultraderecha española de Vox y Santiago Abascal. La siembra hecha en su día por Steve Bannon, incluso antes de la pandemia, y su apuesta ultraconservadora parecen dar resultados concretos.

Desde inicios del siglo XXI hemos vivido varios giros en América Latina, comenzando en la primera década de la centuria por el famoso giro a la izquierda, u ola rosa, de clara influencia bolivariana, aunque con marcadas contradicciones entre sus integrantes. La segunda supuso una corrección respecto al movimiento anterior con el giro a la derecha encarnado por Sebastián Piñera, Iván Duque, Mauricio Macri y Luis Lacalle Pou.

Tras esto hubo un nuevo golpe de péndulo hacia la izquierda (con Gabriel Boric, Gustavo Petro, Sheinbaum y Lula III) para finalmente preguntarnos si estamos ante un giro a la extrema derecha. Trump lo intenta por todos los medios, inclusive dejando en libertad a un notorio narcotraficante, como el expresidente de Honduras Juan Orlando Hernández o lanzando acusaciones de fraude cuando pareció peligrar la victoria de su candidato en el mismo país.

De momento aún es pronto para dar una respuesta correcta. Solo el tiempo, las nuevas elecciones en América Latina (2026 será un año intenso en ese sentido) y el resultado de los comicios de medio término en Estados Unidos ofrecerá un poco más de claridad.

Carlos Malamud es Catedrático de Historia de América de la UNED, investigador principal para América Latina del Real Instituto Elcano, España.

Redacción

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