Debo admitir, que hacía unos cuantos días que venía coqueteando con Giuseppe. Yo pasaba por su puerta, y él siempre se mostraba pintón y expectante. Seducía a la gente que pasaba por allí con su pizarra en la vereda anunciando «pastas frescas y focaccias».
Fue el sábado más caluroso del verano, donde ya no sabía literalmente cómo escaparme del calor abrumador, que nos encontramos por primera vez con Giusseppe. Quería salir de casa pero al mismo tiempo sabía que ese día en particular, quería entregarme a los brazos de algún lugar que me brinde frescura y tranquilidad para apaciguar tanto calor. Entonces, dije firmemente «vamos a GIUSEPPE».
Arribando al restaurante, se encontraba silencioso y solitario, un cocinero preparando pastas de cara a la ventana. Pasaban autos y personas tratando de mitigar el verano arrollador, pero él no despegaba su vista de las pastas, completamente sumido en su trabajo.
Entré, y pude respirar parte del alma italiana, suaves voces de comensales que murmuraban, manteles a cuadrillé rojos y blancos y una luz tenue que relajaba la vista. Quisimos vivir la experiencia en el patio y fue cuando Moira dijo : » ¿Qué les parece si van al quincho?, hace demasiado calor y ahí tienen aire acondicionado, teniendo en cuenta que van a comer pastas…» , me pareció muy atinada su propuesta.
Salimos al patio o mejor dicho a una especie de paraíso con aire selvático. ¡Qué lugar! pensé. Me dije a continuación: todo Tandil tiene que conocerlo. En el medio de este enorme patio se encontraba un oasis: una pileta de agua cristalina donde se reflejaban muchas de aquellas luces. Había abrazados por plantas, distintos rincones suavemente iluminados y detalladamente decorados que hablaban amablemente.
Ubicados en nuestro lugar, nos sentamos en una larga mesa que sólo tenía una jarra antigua con dos o tres hojas enormes de decoración. Moira se acercó a una de las lámparas e intentó buscar distintas iluminaciones preguntándonos si estábamos a gusto. Desde un gran ventanal podíamos ver el patio iluminado, el reflejo del agua y así disfrutar de una cena pacífica.
La carta no era extensa, quizás la sección de bebidas me resultó muy acotada. Ofrecía distintas focaccias, bruschettas de entrada y pastas frescas con sus respectivas salsas para elegir. Nuestra camarera preguntó : «¿Tienen alguna duda respecto a las pastas o las salsas?» me resultó profesional de su parte.
La bebida arribó acompañada de un pequeño platito antiguo que contenía dos porciones de focaccia con un quesito por encima , y cebollitas picadas. Pedimos de entrada una bruschetta con queso azul, aceitunas negras y cebolla caramelizada.
Al cortar la suave bruschetta me tomaron por sorpresa los sabores. Había mucha intensidad por parte del queso azul como nos tiene acostumbrados pero principalmente las cebollas caramelizadas tenían un dulzor que destacaban. Delicioso.
Platos elegidos : raviolones de pollo y hongos con salsa 4 quesos y sorrentinos con pasta de ajo y tomate con salsa fileto.
El punto de la pasta era a mi entender, el ideal. Los raviolones estaban al dente, sin llegar a estar al chiodo, y en el relleno se percibía la sazón del pollo y los hongos finamente picados. La salsa estaba sumamente cremosa y con la intensidad de sabor justa. Acompañaba perfectamente a los raviolones sin llevarse todo el protagonismo.
¿Cómo no dejarse tentar por un delicioso cannoli y un tiramisú? ¡Viva Italia!
El cannoli era todo lo que esperaba. Bien crocante y robusto por fuera, suave y cremosa ricota por dentro, coloridos pistachos picados y una sutil lluvia de azúcar impalpable que le brinda el toque. Este cannoli me hizo feliz.
Quedamos sumamente satisfechos y con los paladares alegres, sorprendidos con la manera de hablar que tiene Giuseppe.
Volviendo a la recepción, nos encontramos rodeados de algunos camareros, los comensales habían partido ya. En una de las paredes donde colgaban ollas y sartenes de cobre, que hablan a los comensales con nostalgia, se encontraban variados paquetes de fideos italianos ubicados en distintos estantes. Algunos fideos eran más pequeños pero con el asesoramiento entusiasta de nuestra camarera Moira elegí estos sustanciosos fideos de paquete de 500 gramos.
Estando allí, antes de despedirme de GIUSEPPE, mientras un enorme cuadro de Sofia Loren me observaba, reflexioné sobre varias cosas. ¿Qué fue lo que me dijo este lugar? Quiero destacar, más allá de la preparación de los platos que estuvieron muy bien y dejaron en mí sus intensos sabores, la importancia de los detalles y el buen servicio que este establecimiento me brindó. Ahora que tengo la oportunidad de expresarlo y compartirlo con ustedes, espero que este lugar abrace a trabajadores que desarrollan su oficio con tanto entusiasmo y profesionalismo como la camarera Moira, y el misterioso cocinero que nunca despegó la mirada de sus pastas. Estos profesionales me llenan el corazón de emoción y respeto.
Volveré pronto a esta pequeña Italia ubicada en nuestro Tandil