La situación de las pequeñas y medianas empresas en Argentina continúa agravándose en un contexto de recesión y medidas económicas de fuerte ajuste. En este escenario, se produjo la renuncia de Marcos Ayerra, quien estaba al frente de la Secretaría de la Pequeña y Mediana Empresa (SEPYME), y también de Esteban Marzorati, responsable de la Secretaría de Industria y Comercio. Poco después, el gobierno nacional decidió desmantelar ambas dependencias, cuyas funciones serán absorbidas por el Ministerio de Economía.
Las salidas de los funcionarios no fueron casuales: ocurrieron en medio de una crisis profunda del entramado productivo, con miles de empresas que han debido cerrar sus puertas desde el inicio de la actual administración. A esta situación se suma un contexto generalizado de pérdida de empleo, caída del consumo y reducción del crédito para el sector industrial.
Desde el sector empresario se encendieron las alarmas. Daniel Rosato, titular de la asociación Industriales Pymes Argentinos (IPA), advirtió que el cierre de la SEPYME representa un retroceso para la producción nacional. Según expresó, la decisión “podría derivar en la desaparición de miles de pymes que necesitan una asistencia que ahora nunca llegará”.
La desaparición de áreas clave para la promoción industrial genera desconcierto y preocupación, especialmente cuando los indicadores económicos del sector muestran signos de fuerte deterioro. Las pymes, que constituyen más del 70% del empleo privado en Argentina, se sienten abandonadas en un momento donde el acceso al crédito es prácticamente nulo y las tasas de interés permanecen en niveles elevadísimos.
En sintonía con esta visión crítica, la Unión Industrial Argentina (UIA) emitió un comunicado en el que manifestó su preocupación por el panorama actual. La entidad empresarial destacó la necesidad urgente de recuperar herramientas financieras y políticas públicas que permitan a las industrias sostener su actividad.
El proceso de desmantelamiento institucional y el retiro del Estado de su rol de fomento a la industria configuran un escenario incierto para uno de los sectores más dinámicos de la economía nacional. La salida de Ayerra y Marzorati no solo marca el fin de una etapa, sino también profundiza el vacío en la conducción de la política industrial.