
A penas un año después de que el Graf Spee fuera hundido frente a la costa montevideana, comenzaron las primeras operaciones para intentar rescatar partes de su estructura y -sobre todo- secretos militares que interesaban a las potencias en guerra. Algunas de esas incursiones, que costaron muchas vidas, según las investigaciones del escritor Jorge Cabaleiro no solo fueron discretas: pudieron haber sido auténticas operaciones encubiertas.
Cabaleiro, autor de los libros Los últimos del Spee y No fue solo el águila. Los emblemas perdidos del Admiral Graf Spee, se encuentra reconstruyendo algunos episodios clave ocurridos en los primeros años tras el hundimiento del acorazado alemán, que marcaron el inicio de la larga historia de rescates y accidentes en torno al pecio. Todo esto dará cuerpo a una nueva publicación, que se encuentra en proceso de elaboración.
Aunque las famosas máquinas “enigma” (que permitían descifrar los mensajes encriptados del enemigo) fueron desembarcadas antes del hundimiento, el buque guardaba aún muchos secretos militares, muy valiosos para los británicos. Uno de ellos era su potente telémetro, que permitía calibrar los disparos de artillería y dar en el blanco a muy larga distancia, el cual fue rescatado en 2004 por el empresario Alfredo Etchegaray y por el buzo Héctor Bado, quienes también obtuvieron del lecho marino otras piezas como la famosa águila y un cañón.

El plan británico de 1941
La primera incursión, según explica Cabaleiro a Domingo, “se remonta a 1940, cuando los británicos querían apoderarse de los restos del Spee, pero obviamente los alemanes no iban a vendérselos, porque estaban en guerra”. Fue entonces cuando entró en escena el embajador británico Sir Eugen Millington-Drake, quien ideó un plan junto al empresario uruguayo del rubro cinematográfico Julio Vega Helguera, amigo suyo.
Vega se hizo pasar por un empresario chatarrero, infiltrándose en la embajada alemana y logrando que le vendieran por 14.000 libras esterlinas los restos del naufragio que yacían a la salida del puerto, frente a la zona de Punta Yeguas. “Los alemanes creían que se los vendían a Vega, pero en realidad se los estaban entregando a sus enemigos en ese momento”, señala Cabaleiro.
Con el barco ya bajo su control, los británicos enviaron en abril de 1941 un equipo con un técnico experto en radar y un grupo de buzos para inspeccionar el pecio. Fue en esas tareas que, “aparentemente -y fíjense cómo lo digo, aparentemente- dos buzos ingleses, habrían muerto”, señala el investigador.
Según las crónicas de la época, reproducidas por el Buenos Aires Herald y recogidas brevemente por El País de Montevideo, ambos buzos quedaron atrapados en el interior del buque; uno falleció en el acto y el otro poco después. Pero luego El Diario desmintió esta noticia, con grandes titulares.

Cabaleiro no encontró registros oficiales de sus muertes en Uruguay. Aunque tiene los nombres de los dos fallecidos. “Revisé en el Registro Civil, el Hospital Británico, el Cementerio Británico, y nadie tiene información de que esto haya sucedido. Creo que podría ser una operación encubierta del servicio secreto inglés, para la cual esas personas nunca estuvieron oficialmente aquí”, comenta.
El investigador planea confirmar en archivos argentinos la procedencia de aquella información, convencido de que detrás hubo una acción de inteligencia cuidadosamente ocultada.
La tragedia de 1943
El segundo gran episodio ocurrió en 1943 y tuvo como protagonista al buzo greco-uruguayo Christos Kalemanis, un reconocido rescatista de metales y piezas navales. En enero de ese año, Kalemanis trabajaba junto a unas 20 personas en una operación que incluía una grúa flotante facilitada por el Departamento de Hidrografía. Entre los objetos recuperados se encontraba una pesada ancla del Graf Spee, que luego sería donada por su viuda y hoy se exhibe en Punta del Este.
El 18 de enero de ese año ocurrió la tragedia. “Estaban en esta operación y subieron varias piezas a la grúa. Las depositaron en la plataforma plana y comenzaron a remolcarlas hacia la costa. Sorprendentemente, un pampero se levanta, sin previo aviso, y el río empieza a mover la grúa. La carga se desplaza y la grúa gira, llevándose al fondo todo el contenido más 16 tripulantes”, relata el escritor.
Murieron todos, incluido Kalemanis. Sus cuerpos fueron apareciendo en la semana siguiente en las costas de Colonia y San José, en un episodio que conmocionó al país y que la prensa de la época cubrió con profusión fotográfica.

Hechos posteriores
Tras esas tragedias, el Spee seguiría siendo escenario de accidentes. Pescadores que faenaban en la zona chocaron en dos ocasiones con el casco sumergido -hoy señalizado con una boya- y hundieron sus embarcaciones. En el caso del barco Isla de Gorriti, los tripulantes sobrevivieron aferrándose al mástil durante “unas cincuenta horas” (según la prensa de la época), hasta que fueron rescatados. Esto también generó grandes titulares en la prensa de la época.
Los rescates más recientes ya son historia conocida. Y siguen dando que hablar por la polémica águila nazi, que nunca ha podido ser vendida.