Entre brunchs , algunos bares de diseño, pseudopanaderías-cafeterías y otros locales traspasados, resiste la Granja Viader. El histórico establecimiento de la calle Xuclà del Raval, cumple 155 años y, a diferencia de tantos otros negocios familiares ya cerrados o condenados por la falta de relevo generacional, éste tiene el futuro asegurado. Al menos, unas cuántas décadas más. Marc, el hijo de la tataranieta de la fundadora y actual responsable de la Granja, seguirá la tradición familiar cuando su madre, Mercè, se jubile.
Madre e hijo, como antes hicieron sus abuelos y bisabuelos, se han criado junto al mostrador de la Viader, jugando a vender, colaborando con el negocio familiar siempre que han podido. Un negocio que respira historia. Ahí están las mismas mesas en las que un día mosén Cinto Verdaguer o Picasso y miles de barceloneses han pedido una taza de chocolate, una horchata o una leche mallorquina, que introdujo la abuela Lola en los años veinte, al regresar de Mallorca del viaje de novios, donde probó leche con canela y limón. Una delicia. El flan de mató lo introdujo la madre de Mercè (y abuela de Marc) y en la carta se mantiene el pastel de mató, el mousse de crema catalana… las ensaimadas son del Forn Mistral, los melindros de Sant Hilari y la fruta y la verdura la siguen comprando en la Boqueria.
“Tenemos mucha suerte, la gente de Barcelona sigue viniendo; eso es lo que más me gusta”, explica Mercè Casademunt. Pese a estar en pleno Raval, a un tiro de piedra de la Rambla, esta granja no depende del turismo. No han hecho tratos con ninguna agencia, ni aceptan reservas de grupos.

Marc Espuny Casademunt y su madre Mercé Casademunt Viader en la puerta del establecimiento ubicado en la calle Xuclà
Ana Jiménez
Mercè saluda y despide a muchos clientes por su nombre. Algunos se acercan a ella, como Àngela Galmes, que acaba de desayunar en una de las mesas con la familia. Tiene 78 años y vive en Gràcia. Ha venido expresamente, “quería decirle que yo hice aquí la comunión, todavía tengo la foto”. Hoy ha venido a celebrar el aniversario de su marido. “Mi abuelo era encuadernador en Gràcia y conocía a su abuelo –le dice a Mercè– veníamos a celebrar las fiestas familiares”.
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Mercè también guarda fotografías y durante muchos años su familia también guardó los largos manteles blancos para celebraciones. Para las meriendas y almuerzos de bautizos, comuniones y también de aniversarios y santos como el de Sant Josep, que la familia Oriol Martorell ha festejado en la Viader durante más de medio siglo.
Algunos momentos clave de la historia del local y de la amplia saga familiar, vinculada siempre a Cardadeu, cuelga de las paredes del local. Todo empezó con el bisabuelo de Mercè, Marc Viader, que alquiló y luego (en 1910) compró, la lechería original que había en este local. Más tarde promovió la fundación de Letona SA, la central receptora de leche de toda Catalunya y uno de sus siete hijos patentó el Cacaolat.

Junto a la caja, la madre de Mercè y, junto a la báscula, su abuela
LV
Durante la guerra, la abuela mantuvo la granja y más tarde, pese a las ofertas, siempre se resistió a vender… Como se ha resistido Mercè que sí que lamenta las dificultades, trabas y exigencias municipales “para obtener un permiso simplemente para repintar el local… que sea antiguo no quiere decir que tenga que estar viejo; en lugar de anunciar subvenciones que no sirven para nada, podrían facilitar las cosas, agilizar trámites… siempre tienes que pelearte con técnicos municipales y perder tiempo y dinero…”, lamenta.
Marc, la futura generación, ya está a punto. Ha trabajado siempre en la granja y en otros negocios de restauración –durante varios años también en México– y se pondrá al frente de la Viader cuando su madre se jubile, lo que no significa que, como hicieron sus padres hasta el último día, Mercè baje cada mañana a desayunar su buen chocolate.