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Guyana es uno de los países más pequeños de América Latina, pero sus elecciones de este lunes atraen una atención propia de una nación más grande y activa en la geopolítica regional. ¿Por qué? Por al menos tres razones.
Rodeada de recursos minerales, su producción de petróleo crece y podría sobrepasar en 2027 a la de Irán. Ese despliegue de recursos estratégicos concentra además la atención de Estados Unidos y China. Por último, Venezuela reclama uno de sus territorios ricos en petróleo, tanto que la amenaza de un cruce militar se cierne sobre Guyana.
Siendo el tercer país menos extenso de América del Sur, Guyana tiene el mayor crecimiento esperado de producción de petróleo en el mundo hasta 2035, de acuerdo con un informe de Global Energy Monitor. Para ese entonces, ya produciría alrededor de dos millones de barriles diarios: la misma cantidad que Colombia, Ecuador, Perú, Trinidad y Tobago y Venezuela produjeron en conjunto en 2022.
Un crecimiento económico vertiginoso por el petróleo, una histórica disputa territorial con Venezuela por el Esequibo y un estrecho vínculo con Estados Unidos, hoy en medio de un intenso intercambio de gestos de guerra con Caracas, son algunas de las claves.
En el futuro, la capacidad de Guyana para producir petróleo de manera sostenida lo posicionará aún más en el centro de la competencia entre Estados Unidos y China, señalan los analistas consultados por CNN.

Guyana elige este lunes a su próximo presidente y también a miembros de la Asamblea Nacional y los Consejos Democráticos Regionales.
El actual presidente Irfaan Ali, líder del Partido Progresista del Pueblo/Cívico, buscará la reelección en los comicios luego de su primer mandato. Anteriormente fue ministro y miembro del Parlamento. Sus dos principales contendientes son Aubrey Norton, líder de la oposición con la Alianza para la Unidad Nacional (APNU) y parlamentario durante años; y el joven empresario Azurddin Mohamed, de Invertimos en la Nación (WIN), sancionado en 2024 por el Departamento de Estado de EE.UU.
En América Latina, la de Guyana es la primera de una serie de elecciones que entre este año y 2026 cambiarán el panorama regional y también las oportunidades de colaboración con Estados Unidos.
El cambio económico del país comenzó en 2015, cuando la compañía petrolera estadounidense ExxonMobil descubrió casi 11.000 millones de barriles en aguas profundas.
Desde entonces, el país se ha aferrado al crudo en busca de prosperidad, una política que tuvo el expresidente David Granger, quien gobernó hasta 2020, y ha mantenido el actual presidente Ali, quien considera que esta riqueza permitirá al país mejorar su infraestructura y atención médica, entre otros aspectos.

Impulsado por dos factores principales, Guyana se ha convertido en un actor estratégico: uno es el ritmo vertiginoso en el que ha crecido su economía; otro las ambiciones de su Gobierno, dice a CNN Benjamín Gedan, investigador en la Universidad Johns Hopkins y exdirector para América del Sur del Consejo de Seguridad Nacional.
Un país con altos índices de pobreza que, desde 2019 —cuando comenzó la producción de petróleo— registró un PIB que fue en ascenso. Creció un 63,3 % en 2022 y un 33,8% en 2023, de acuerdo con datos del Banco Mundial.
En 2024, la economía de Guyana marcó su quinto año consecutivo de crecimiento de dos dígitos al expandirse un 43,6 %. Esto, debido a que la producción petrolera y las exportaciones, dijo en enero pasado el ministro de Finanzas Ashni Singh.
El país produce alrededor de 650.000 barriles de petróleo cada día (671.000 produjo el 31 de julio pasado, de acuerdo con el último registro publicado por el Ministerio de Recursos Naturales).
Esto ha convertido al sector energético de Guyana en un eje central para su propia economía, a la que el FMI destaca por tener la tasa de crecimiento del PIB más alta del mundo entre 2022 y 2024.
“La tasa de crecimiento actual de Guyana es realmente impresionante”, dice a CNN Ryan C. Berg, director del Programa de las Américas del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS, por sus siglas en inglés). Afirma que el país necesitará “gestionar su nueva riqueza” de manera que alcance a los distintos estratos sociales “en forma inclusiva y estable”.
Este crecimiento exponencial gracias a la energía ha trascendido sus propias fronteras y atrae intereses del mundo en un momento clave, en el que productores importantes como Rusia e Irán están sujetos a sanciones, apunta Gedan, quien también dirigió el Programa para Latinoamérica del Wilson Center.
“Si el próximo gobierno gestiona este auge con transparencia e instituciones más sólidas, podría ser un ejemplo para toda la región. Por eso estas elecciones son importantes”, dice a CNN Imdat Oner, exdiplomático turco que estuvo basado en Venezuela, hoy analista político en la Universidad Internacional de Florida.
Agrega que unas elecciones sin mayores conflictos “demostrarían que la repentina riqueza petrolera no tiene por qué erosionar la democracia, como ocurrió en Venezuela”.

El investigador en la Universidad Johns Hopkins viajó a Guyana en marzo, cuando mantuvo reuniones con el presidente Ali y el Director Nacional de Inteligencia y Seguridad. Dice que el último proceso electoral sumió al país en una disputa política prolongada y desestabilizadora.
Con estas elecciones, no desestima las posibilidades de que se generen nuevas tensiones sociales que profundicen aún más la polarización en líneas étnicas, lo que considera podría interrumpir el desarrollo del país “y volverlo más vulnerable a una potencial intromisión” de Venezuela.
Sin duda los comicios se dan en un contexto de posibilidad latente de que escale la tensión con Venezuela por el reclamo de soberanía de ese país sobre el Esequibo.
Se estima que unas 125.000 personas habitan en esa región, rica en recursos naturales, forestales y agrícolas, que tiene como actividad económica principal la extracción de petróleo y reservas de oro, y en la que residen varios grupos indígenas.
Como excolonia británica, Guyana heredó la disputa territorial después de que el Laudo Arbitral de París le otorgó en 1899 la soberanía de la zona al Reino Unido, del que se independizó en 1966.
Epicentro de la tensión territorial histórica entre los vecinos Guyana y Venezuela, el Esequibo —de unos 160.000 km2— es motivo de controversia desde entonces, pero alcanzó su punto más álgido en los últimos años con el reclamo de Caracas.
En 2024, la Asamblea Nacional de Venezuela, aprobó una ley de creación del Estado de Guayana Esequiba, lo que el Gobierno de Guyana había definido como una “amenaza existencial” para el país.
Y apenas semanas atrás, el Gobierno venezolano recurrió a la Corte Internacional de Justicia (CIJ), donde presentó “pruebas adicionales” sobre la soberanía que reclama, que corresponde a las dos terceras partes de Guyana.
No obstante, Venezuela aclaró que no reconoce la jurisdicción del máximo tribunal de la ONU, al igual que dijo en oportunidades anteriores, y que no acatará “sentencia alguna que se emita en este asunto” para dar resolución al conflicto territorial. El caso sigue pendiente.
Gedan sostiene que Guyana no tiene los recursos necesarios para protegerse ante una eventual invasión en su territorio y que eso ha llevado al Gobierno a acercarse a países que no están en línea con las políticas del presidente Nicolás Maduro, principalmente Estados Unidos.
“El año pasado, un barco de guerra de la armada británica visitó la región para apoyar a Guyana, y las Fuerzas Armadas de Estados Unidos organizaron ejercicios militares en conjunto con Guyana”, enumera el analista. Agrega que en agosto, Trinidad y Tobago mostró su apoyo a una potencial intervención militar de parte de Washington para defender al país.
Berg, también investigador y profesor, dice que Estados Unidos necesita un socio fuerte en Guyana por muchas razones, tanto económicas como de seguridad.
El apoyo entre Guyana y EE.UU. frente a Venezuela se muestra recíproco. Por su parte, Estados Unidos profundiza su retórica sobre narcotráfico contra el Gobierno de Maduro, señalamientos que Caracas ha rechazado repetidamente, y ambos países anunciaron despliegues militares en aguas de América Latina y el Caribe.
Guyana se posicionó con un firme acompañamiento a la iniciativa estadounidense, algo que destacó el secretario de Estado, Marco Rubio.
Una alianza sólida con Estados Unidos “podría garantizar que prevalezca el estatus quo y que el régimen de Maduro no pueda intentar ninguna política aventurera con Guyana”, dice Berg.
La tensión entre Venezuela y Guyana puede aumentar por diversas razones, pero el punto central es la presión que ejerce el Gobierno venezolano para que cedan el territorio del Esequibo, analiza el investigador.
Oner agrega que Washington ve a Guyana como un socio amistoso y democrático, en quien también ve la posibilidad de presionar a Maduro. Considera improbable que la tensión entre Venezuela y Guyana escale hasta un conflicto armado: dice que los riesgos son demasiado altos para ambas partes, en particular teniendo en cuenta los activos energéticos estadounidenses que entrarían en juego.
Guyana está en medio de la rivalidad económica entre Estados Unidos y China. Mientras que las empresas de Estados Unidos lideran la producción petrolera en el país, China ha invertido en infraestructura y otras iniciativas en el país.
Este contexto le ha dado a Georgetown una influencia notoria, dice el exdiplomático. La contraparte, para bien y para mal, es que cada decisión lo deja expuesto en la escena entre ambas potencias.
“La capacidad de Guyana para producir petróleo durante muchos años, de una manera más limpia que la de la mayoría de los productores actuales y rentable, la posicionará en el centro de la competencia entre Estados Unidos y China”, afirma Berg.
No prevé que a futuro Guyana se incline exclusivamente hacia el comercio con una u otra economía, sino que mantendrá un vínculo “y decidirá alinearse con ambos países según el proyecto”.
Gedan sí opina que el actual presidente de Guyana “parece tener una clara preferencia por Estados Unidos”. Argumenta que ese fue el destino de numerosos viajes que hizo al extranjero y que se reúne frecuentemente con altos funcionarios del Gobierno estadounidense.
Sin embargo, afirma que hay mucha receptividad hacia la inversión de China, incluso más allá del sector petrolero. Menciona como ejemplo el puente del puerto de Demerara en la capital guyanesa, que lo construye Beijing. Pero remarca que entre las compañías más influyentes del país figuran Exxon y Bechtel, icónicas empresas con sede en Estados Unidos.
A nivel diplomático, China mostró meses atrás su descontento por el acercamiento entre EE.UU. y Guyana. Para Oner, desde la perspectiva de China no se trata solo del petróleo, sino también de la influencia en una región tradicionalmente considerada como “el patio trasero” de Estados Unidos.
El desafío para Guyana parece radicar en sostener el equilibrio. Si lo logra, dice Oner, puede convertir la rivalidad en verdaderas ganancias económicas y políticas: “El tiempo lo demostrará”.