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viernes, marzo 21, 2025

Habían terminado de pagar la deuda por una impresora de US$ 350.000 hacía tres meses y el temporal de Bahía Blanca la arruinó

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Lo que les pasa a Sergio Martínez y a su esposa Claudia Piñeyro en la gráfica que tantos años y trabajo les costó lograr, bien puede tomarse como modelo para contar lo que le ocurre a Bahía Blanca en estos días, después del aluvión que provocó la lluvia. El agua, que pasó y arrasó con todo a su paso, en su caso, destruyó el depósito y los archivos, ahogó los motores y las herramientas e inutilizó la maquinaria de IndusWhite, su empresa de packaging. Los paralizó. Y eso, conociendo su historia, es mucho decir.

En los primeros años de los ’90, cuando comenzaron a abrirse los primeros shoppings en el país, descubrieron que las marcas de primera línea, en general de afuera, entregaban sus productos en coquetas bolsas de papel. Ya habían fracasado en un intento por hacerlas de polietileno, pero no flaquearon.

Sin conocer sobre proveedores o insumos, investigaron sobre técnicas gráficas. Empezaron haciendo serigrafía, inventando troqueles y cortando los trabajos con cutter, un proceso lento y laborioso que les permitió ganarse la confianza de sus primeros clientes. De eso hace 33 años. Ahora, parada en medio los estragos que causó el agua, Claudia recuerda aquella época con un nudo en la garganta, y solloza cuando rememora la imagen de su madre trayéndole un paquete de galletitas Rumba, preocupada por las horas que pasaba en el taller.

Luego pudieron comprar una impresora, una troqueladora y una vieja guillotina. Progresaron: diez años después, en 2002, adquirieron la firma «Corrugadora Bahiense». Entonces, además de bolsas y estuches de cartulina, sumaron la fabricación de cajas de cartón corrugado.

Sergio señala el nivel al que llegó el agua, suficiente para destruir una máquina de US$ 350.000. Foto Diego izquierdo
Sergio señala el nivel al que llegó el agua, suficiente para destruir una máquina de US$ 350.000. Foto Diego izquierdo

«Trabajábamos igual que hoy, todo el día», dicen en medio del caos que es la gráfica sobre Mascarello, en Ingeniero White, en la zona portuaria de Bahía Blanca, una de las más afectadas por la inundación. Cuentan que tienen vecinos que los cargan por eso, «pero es lo que nos gusta hacer».

Mauro, de 40 años, su hijo mayor, es bombero y en la mañana del viernes 7 hizo salvatajes en zonas donde «no hacía pie» por la altura a la que había llegado el agua. Es maquinista en el taller; Pilar, su hermana menor, es licenciada en administración y lleva las cuentas de la empresa.

A pesar de la fuerza con que llegó la inundación a White, en los talleres de IndusWhite la marca que dejó el agua en máquinas y paredes no supera los 55 centímetros. Poca altura si se la compara con otros sitios, aunque suficiente para causar una calamidad.

La imagen del desastre en IndusWhite. La imagen del desastre en IndusWhite.

En 2016, cuando el valor del dólar era de $ 9,70, Sergio tomó un crédito para comprar en Estados Unidos una impresora offset japonesa de 6 cuerpos; al cambio, eran U$S 350.000. Pero por esas cosas del país, por una demora en el trámite, cuando recibió el dinero el dólar costaba casi $ 16. Era tarde para cancelar la compra, así que se endeudó aún más, por fuera del banco.

Con problemas financieros, estuvo a punto de vender la casa: «Yo no sabía cómo decírselo a ella, pero se dio cuenta: sin que yo le dijera nada, me dijo: ‘Mirá, si hay que vender la casa la vendemos, pero cancelamos hasta el último peso'». Finalmente, consiguieron evitarlo; dicen que fueron años «durísimos».

Maquinaria arruinada por el agua. Foto Diego IzquierdoMaquinaria arruinada por el agua. Foto Diego Izquierdo

Recién terminaron de pagar todos los compromisos que habían asumido en noviembre de año pasado. «Lo más lejos que fuimos fue a Brasil, y como tenemos amigos en España empezamos a pensar en el viaje, al fin», cuentan como si de esto hubiera pasado mucho tiempo.

También pensaron en cambiar el auto, el fiel Honda City modelo 2013. Sin embargo, el alivio para ellos fue efímero: después de los años de dificultades económicas, tan solo tres meses después de librarse de las deudas, la inundación los paralizó.

Claudia no puede disimular su dolor por las pérdidas sufridas. Tienen que pagar 23 sueldos. Foto Diego IzquierdoClaudia no puede disimular su dolor por las pérdidas sufridas. Tienen que pagar 23 sueldos. Foto Diego Izquierdo

La impresora offset japonesa tiene plaquetas electrónicas «muy específicas» en cajas a nivel del suelo, por lo que esos 55 centímetros de agua las sumergieron. Una verdadera calamidad. Igual que a los 47 motores del resto de los equipos, que cuando Clarín visitó el taller estaban secando al calor. Además de máquinas, el agua arruinó enormes bobinas de papel de 500 kilos, pallets de cartulina y de cartón que actuaron como esponjas. Dice Sergio que todavía no puede calcular a cuánto ascienden las pérdidas.

Es que tampoco pueden arrancar. Tienen 23 empleados. Como Bahía Blanca, lo harán paulatinamente: «La corrugadora se puede poner en condiciones para empezar, es más sencillo.

Además, proveedores y clientes, excepto uno de Mendoza, se portaron 10 puntos. Pero tiene que ser ya, porque el 29 tengo que reunir los sueldos, son 40 millones de pesos, y no los tenemos«, explica.

Toneladas de papel arruinadas por el agua. Toneladas de papel arruinadas por el agua.

Dice que espera que la respuesta de los gobiernos, impositiva, crediticia, sea más eficaz que la que le dio su productor de seguro: «Ni idea cómo vamos a hacer, lo siento mucho», cuenta que le contestó cuando le planteó su situación y eso que cada vez que le pagaba la actualización de las pólizas le advertía: «Mirá, solo te digo una cosa: cuando haya quilombo, yo no quiero tener quilombo».

Sergio espera que las autoridades den una mejor respuesta que la de su productor de seguros. Foto Diego Izquierdo Sergio espera que las autoridades den una mejor respuesta que la de su productor de seguros. Foto Diego Izquierdo

Sergio Martínez señala los daños a su alrededor, en tanto descubre nuevos consecuencia de los que ya había visto, y clama: «Lo que necesitamos ahora es trabajar, poner esto en marcha».

En distintos lugares se ven colgados auriculares de seguridad que los trabajadores usan para cancelar el ruido ensordecedor de la rotativa en acción, pero en el perfecto silencio de la obligada quietud, su tono, al tiempo que denota determinación, refleja el sentir de los bahienses que no saben cuánto tiempo les llevará recuperarse: «La incertidumbre es total», admite.

Bahía Blanca. Enviado especial

MG

Redacción

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