En La invención del bien y del mal (Paidós), el filósofo alemán Hanno Sauer presenta un recorrido por la historia de la moral humana, desde los orígenes prehistóricos de la cooperación hasta los debates contemporáneos sobre justicia, igualdad y cultura woke. Según su propuesta, la moral no surge como una conquista racional, sino como una herramienta evolutiva para la vida en sociedad.
El ensayo expone cómo las intuiciones morales, si bien universales, se moldean a través de las instituciones y el contexto histórico. Con un enfoque que combina filosofía, ciencias cognitivas y ciencias sociales, analiza desde el papel de la Iglesia católica y el liberalismo moderno hasta el impacto del activismo digital en la definición de lo justo y lo injusto.
A continuación, Sauer responde sobre las ideas centrales del libro y los dilemas que enfrenta hoy la moral en un escenario global atravesado por desigualdades, polarización y desafíos comunes.
Debilidades evolutivas
El libro plantea que la moralidad surgió más de debilidades evolutivas que de fortalezas. En ese marco, ¿puede considerarse más un mecanismo de supervivencia que un logro racional?
La moralidad es una especie de mecanismo de protección, opina Sauer. Al permitir la cooperación y el beneficio de esa colaboración, el ser humano se volvió más resilientes; encontró fortaleza al volverse cada vez más social. Así que sí, en parte la moral –es decir, la capacidad de reprimir el interés propio a corto plazo en favor del bien común y sus mayores beneficios para todos– ayudó a sobrevivir en el entorno del Pleistoceno en el que se evoluciona.
El concepto de cooperación aparece para el autor como la primera gran revolución moral, aunque en muchos casos se vincula con la exclusión del otro. ¿El tribalismo es un rasgo ineludible en la moral humana?, se pregunta Sauer, que es profesor de Ética en la Universidad de Utrecht en los Países Bajos.

La cooperación no puede evolucionar a menos que se restrinja solo a ciertos otros: personas con las que se comparten genes, personas que ayudan, o que pertenecen al mismo grupo. Cualquier otra forma sería inestable y fácilmente explotada, y por lo tanto rechazada por la selección natural. Así que, en cierto sentido, la moral siempre va a contener un elemento de “nosotros” contra “ellos”.
Pero tampoco hay que exagerar este punto, advierte Sauer: hace mil años, cualquiera habría dicho que los francos y los sajones nunca podrían llevarse bien, pero lo lograron; luego se decía que alemanes, ingleses, españoles y franceses serían enemigos eternos, y por suerte eso ya no es así. No se debe subestimar cuánto se pueden ampliar los grupos con los que se coopera pacíficamente.
El filósofo trabajó como doctorando en la Universidad de Leiden en un proyecto de investigación sobre los fundamentos psicológicos del pensamiento y la acción morales. Ahora, en el libro sostiene que el progreso moral suele ser pesimista en el corto plazo, pero esperanzador a largo plazo. ¿Qué factores mantienen esa visión optimista en un contexto de polarización?
¿Nada cambia?
Muchas veces, al mirar hacia atrás veinte o treinta años, parece que no ha cambiado gran cosa. Sin embargo, si se toma una perspectiva más amplia, se ven cambios espectaculares: a lo largo del tiempo, la sociedad y la moral han mejorado mucho. El mundo en el que se vive hoy es mucho más libre, tolerante, pacífico, diverso e inclusivo que en el pasado.
El cambio institucional está en el corazón del cambio moral. La moralidad no es solo un conjunto de ideas, sino cambios reales y tangibles en la forma en que las personas viven juntas. Si se quiere que la gente actúe de manera diferente, son necesarias instituciones que lo hagan posible: la democracia, los mercados, las instituciones científicas, las tecnologías, la infraestructura.

Sauer ganó en 2020 el Premio a la Carrera de la Real Academia de Ciencias de los Países Bajos. Y aunque es autor de numerosos artículos especializados y trabajos científicos, La invención del bien y del mal es su primer título dirigido al gran público.
En este libro, el movimiento woke es caracterizado como un caso de “sobrecalentamiento moral”, aunque con raíces en los valores ilustrados. ¿Ese exceso es una consecuencia inevitable de aplicar con rigor los principios liberales?
Para el autor, el movimiento woke busca reducir la injusticia y la desigualdad social. El problema es que las sociedades modernas todavía tienen mucha injusticia y desigualdad, y por eso el movimiento empezó a adoptar tácticas cada vez más extremas para lograr los cambios deseados.
Un movimiento social puede comenzar con buenas ideas y ganar seguidores, pero lo que suele ocurrir es que los extremos lo acaban dominando desde dentro y pierde popularidad. Eso es lo que se está viendo ahora. Algunas ideas valiosas permanecerán –ser más inclusivos con las personas con discapacidad, o menos tolerantes con el acoso sexual– pero otras seguramente se descartarán. Y eso es positivo.
La obra defiende la imitación y el conformismo por encima del pensamiento crítico individual. ¿Es una respuesta al individualismo moral contemporáneo o un principio de origen evolutivo?
Es algo más profundo. Lo cierto es que los seres humanos obtienen casi todo el conocimiento y habilidades de los demás. El pensamiento individual no es tan poderoso ni tan importante. El individuo es un aprendiz social y la recomendación de “pensar por uno mismo” suele ser mala, porque cuando la gente intenta formarse una opinión desde cero, el resultado tiende a ser extraño o incluso desastroso.
El trabajo busca tender puentes entre filosofía y ciencia empírica. ¿Qué aporta la filosofía moral que no puedan ofrecer disciplinas como la psicología evolutiva o la antropología?

¿Sirve la intuición social?
Si la moralidad es una tecnología social que se adapta con el tiempo, ¿las intuiciones morales actuales resultan adecuadas para enfrentar desafíos como el cambio climático o la inteligencia artificial?
Sin duda, y ya se ve, asegura el pensador. Las categorías morales resultan muchas veces inadecuadas. El cambio climático, por ejemplo, es un problema global cuyas consecuencias afectarán sobre todo a personas que aún no han nacido. Es casi imposible para las mentes de la Edad de Piedra afrontar algo así. Por eso, enfrentar desafíos como el cambio climático, las pandemias o la inteligencia artificial requiere instituciones y cooperación global, y por eso resulta tan frustrante que los países hoy estén reavivando divisiones nacionales y conflictos geopolíticos.
Más que ofrecer un manual de respuestas, La invención del bien y del mal propone un mapa de la moral como fenómeno vivo, atravesado por tensiones entre tradición y cambio, cooperación y conflicto, ideales y limitaciones humanas. Al situar las raíces de lo justo y lo injusto en la evolución y la historia, Sauer invita a pensar cómo esas mismas fuerzas pueden moldear las respuestas a los dilemas que marcarán el siglo XXI.
La invención del bien y del mal, de Hanno Sauer (Paidós).