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lunes, agosto 25, 2025

“Hasta que no pase algo grave no van a escarmentar”: declaran empleados de los chats clave en la causa del fentanilo

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La frase es tan premonitoria que los fiscales la resaltaron en su pedido de indagatoria de Ariel García Furfaro y otros 16 directivos y empleados de HLB Pharma y Laboratorios Ramallo: “Hasta que no pase algo grave, parece que no van a escarmentar”.

Los peritos la encontraron en el celular de Wilson Pons, en un chat entre el jefe de Control de Calidad de Ramallo y Rocío Garay –supervisora del área y una de las empleadas que le reportaba– del 19 de mayo de 2024. Cierra de esa manera un intercambio de mensajes en el que queda en claro que las irregularidades en los manejos en el laboratorio fueron mucho anteriores a la elaboración del lote 31.202, el que se comprobó que estaba contaminado con bacterias y se aplicó en 96 pacientes que fallecieron.

“La verdad que es lamentable lo de producción”, dice Pons a Garay en ese chat, uno de los varios que fueron clave en la causa que lleva adelante el juez federal de La Plata Ernesto Kreplak.

En ese marco, entre jueves y viernes declararon García Furfaro y las otras nueve personas que fueron detenidas el miércoles. Este lunes, empiezan las declaraciones indagatorias de las otras siete que están en libertad pero se cree tuvieron roles importantes en las plantas donde se produjo el fentanilo que terminó contaminado. Está previsto que Pons declare el miércoles y García, la próxima semana.

El viernes, en su declaración que se extendió por casi seis horas, García Furfaro dijo que no tenía conocimiento de las irregularidades en su planta y que esas cuestiones técnicas eran responsabilidad de los empleados contratados para ello. En los mensajes de WhatsApp hay muchos indicios de que en HLB y en Ramallo no se aplicaban las buenas prácticas de fabricación (BPF) que requiere una industria crítica como la farmacéutica. Y de que los responsables estaban al tanto.

El informe del ANLIS-Malbrán sobre el batch record (los registros que llevaba el laboratorio) de la producción de los lotes cuestionados, también confirmó las irregularidades: los expertos del instituto encontraron, entre otras, que había problemas con el cierre de los envases y que las ampollas rechazadas por el control automático de las máquinas se revisaban manualmente y se recuperaban.

Los problemas de calidad del fentanilo están explicitados en esos chats. El 6 de mayo, en el grupo de WhatsApp de Ramallo, un usuario advierte que “el fentanilo dio mal, hay que repetirlo mañana. Quedan dos ampollas en la heladera, envueltas en aluminio. Necesito que a primera hora 2 analistas distintas hagan el ensayo”.

No es la única referencia al fentanilo. El 16 y 17 de diciembre, Pons intercambia mensajes con otra persona que alerta sobre la concentración de ese fármaco: “Comparando con el producto terminado que teníamos disponible daba 88,9%. 20 minutos después lo trajeron y está en 89,9%”. Más adelante, Pons le dice que “la potencia del fentanilo no se la puedo asegurar porque eso lo analizan en HLB”.

Luego da detalles técnicos respecto de las concentraciones y las pruebas, concluyendo que “para mí algo está fallando en el espectrofotómetro, pensá que nunca se calibró o se le hizo mantenimiento”. El aparato al que se refiere es un equipo que mide la absorción de luz por una sustancia en función de su longitud de onda, y que permite, entre otros usos en la industria farmacéutica, detectar impurezas en los compuestos. Una evidencia, según los fiscales, de los desvíos de calidad que eran frecuentes en el laboratorio.

También en el celular de Pons hay, según los fiscales, numerosas menciones de las que se desprende que los imputados falsearon datos en los registros de producción de varios de los medicamentos de HLB y Ramallo.

En diciembre del año pasado, luego de la inspección de la Administración Nacional de Medicamentos y Tecnología Médica (ANMAT) justamente por sospechas de incumplimiento de las BPF, la directora técnica, Carolina Ansaldi, directamente dice que hay que hacer completo el registro de un lote porque «no hay bach de eso”. “Todos sabíamos que esa producción se hizo en el aire con respecto a la documentación”, señala en el mismo grupo de WhatsApp de Ramallo otro empleado.

Y ahí interviene Javier Tchukran, director general de ese laboratorio: “Ven a lo que voy de hacer cosas dibujadas, después nos pasan estas cosas, por favor no dibujemos más y cada vez que hagamos algo asegurémonos de tener la información necesaria mínima”.

Varios mensajes en el grupo dan cuenta de cómo se reconstruían los batch record tiempo después, no con datos reales sino con información de lotes anteriores o directamente inventada. “Para la próxima intenten no ser tan repetitivas en las horas y analistas”, dice una empleada también en una conversación de diciembre de 2024, antes de que se produjera el lote que recibieron los 96 pacientes fallecidos. “Oka, empezamos a poner todas horas reales entonces”, contesta otra.

Las fotos que los peritos encontraron en ese grupo muestran materiales a la intemperie e insectos. “Escondieron todos los reactivos vencidos”, le escribe una empleada a Pons y le pregunta: “Usted sabía que dejaron todos los reactivos afuera abajo de la lluvia? Y el sol q estuvo haciendo (sic). Pudo haber explotado eso tranquilamente”.

Y en un mensaje de abril a otro contacto, cuando ya había estallado el escándalo, el jefe de Control de Calidad es claro: “Todo lo que esta pasando es la mala política de la Empresa y un loco que entró en noviembre del año pasado, y la ligamos nosotros”.

Los fiscales resumen más problemas que se infieren de todos estos diálogos por WhatsApp: cortes de luz y fallas en los grupos electrógenos de respaldo, suciedad, derrumbes de muros, falta de pintura, gente tomando mate dentro de la planta, explosiones, chapas en el techo, palomas. Un escenario de descontrol total en una fábrica que producía nada más y nada menos que medicamentos que se aplican a personas que se debaten entre la vida y la muerte en una terapia intensiva.

AS

Redacción

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