En la audiencia de su confirmación ante el Senado, Marco Rubio, canciller de Donald Trump, inició su discurso asegurando que Estados Unidos tiene la misión de crear un nuevo orden mundial.
Es la vieja y nunca abandonada idea supremacista que sembraron los Padres Fundadores y que se fue reacomodando con el tiempo hasta hoy, cuando llega a la Casa Blanca un presidente convencido de que “Dios lo salvó (en el fallido atentado en Pensilvania) para que cumpliera la misión de hacer a Estados Unidos grande otra vez”.
Como en el primer mandato de Trump, el proteccionismo marida con el aislacionismo en política exterior, salvo con América Latina y el Caribe donde –como en toda la historia de expansión imperial estadounidense- se busca el sometimiento y control de la región.
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En este segundo período se suma, además, la mística fundacional de un nuevo orden claramente ultraderechista. En este escenario aparece un elemento que llama la atención no sólo por lo extemporáneo, sino porque, al ser tan ostentoso, parece tener algo falso. Se trata de la “sintonía” entre Trump y el presidente argentino Javier Milei. ¿Hay algún papel que el gobierno de EEUU le ha asignado al argentino en el diseño de esa nueva estructura planetaria?
La política exterior argentina es, en el mejor de los casos, errática y, casi siempre, inexistente. En el discurso del 1º de marzo ante el Congreso, Milei se limitó a atacar a Cuba y a Venezuela (como el alumno obsecuente que hace más de lo que le piden para agradar al superior) y, varios párrafos después, se refirió al Mercosur sólo para destruirlo.
Jorge Taiana, ex canciller y ministro de Defensa, y Carlos Raimundi, ex embajador en la OEA, ambos conocedores de los entresijos de la política exterior argentina, interantes del grupo Mundo Sur y agudos observadores de la actual transformación global dialogaron con El Destape para analizar esta “sintonía”.
Hay dos puntos en los que ambos destacaron: el primero es la enorme importancia de Argentina en el plano geoestratégico y, el segundo, el propósito trumpista de imponer un nuevo orden fortaleciendo la dimensión global del ultraderechismo.
“El rol que Washington le asigna a la persona Milei, desde el punto de vista estratégico, es cero”, opinó Taiana. “La importante es Argentina y esto es evidente desde hace tiempo. El interés por el Atlántico Sur, por los recursos naturales, por las islas, por los nódulos minerales, por las vías hacia la Antártida, por el paso interoceánico… el Atlántico Sur va a tener mucha más relevancia en el siglo XXI.”
“Milei rechaza el multipolarismo: se negó a ingresar a los BRICS y busca destruir todo proyecto de integración regional. Quiere ser el distinto del barrio. Se pelea con los vecinos. Cree que la solución de la Argentina es financiera y, a lo sumo, considera dos o tres áreas de inversión como el campo, la minería, litio, petróleo, gas y algo de tecnología del conocimiento. No mucho más”, agregó.
Para el ex embajador Raimundi, la obsesión de Milei de arremeter contra “la política y la estatalidad” es altamente funcional para el trumpismo. “La crítica al Mercosur, los ataques a Venezuela y Cuba, no sé si forman parte de un pedido de EEUU o de la propia excentricidad de Milei”, especuló.
Ordenado por Washington o no, lo real es que en poco más de un año el presidente argentino ha contribuido con creces a la desintegración regional, al debilitamiento de los lazos latinoamericanos y a boicotear cualquier tipo de unión que empodere a la Patria Grande frente a un mundo en transición.
La línea acción que traza Raimundi lo demuestra claramente: “Milei fue escalando. Primero fue contra la Argentina. Decía: ‘Soy un topo que viene a destruir el Estado’. De inmediato arremetió con los Estados latinoamericanos: insultó a los presidentes Lula, López Obrador, Boric y Petro. Después cruzó el Atlántico y agredió al presidente del gobierno de España, Pedro Sánchez. Entre tanto usó Davos (dos veces) y la Asamblea de la ONU para atacar a toda la estatalidad mundial. El representa una corriente anarco capitalista que, a diferencia del anarquismo clásico, no está a favor de las organizaciones obreras sino de las grandes corporaciones financieras y digitales. Por eso la alianza tan fuerte con Elon Musk.”
Y continúa: “Obviamente esa alianza es transitoria y utilitaria. Cuando el poder de Milei tambalee, cuando deje de serles funcional, le van a hacer lo mismo que al ucraniano Vlodomir Zelensky, lo van a convertir, en un abrir y cerrar de ojos, de héroe a trapo de piso, haciéndolo quedar en ridículo frente al mundo”.
Taiana agregó, entonces, un matiz: “Lo central para Milei no es solo hacer seguidismo de Trump. El quiere demostrar que es un par de Trump, que es un líder ideológico de la ultraderecha internacional y por eso dice (al principio todos nos reíamos) que las dos personas más importantes del mundo son Trump y él. Para Milei, el interés nacional no tiene ninguna importancia. Obviamente, para Trump es muy conveniente tener un ultraderechista gobernando en uno de los países importantes de América latina y el segundo de América del Sur. Tener un afín en el continente le da una dimensión más global al ultraderechismo.”
Cuba, Venezuela y América latina
El pasado 10 de febrero, la vocería del Departamento de Estado informó sobre el encuentro entre Marco Rubio y el canciller argentino Gerardo Werthein en un documento donde se destaca “la cooperación de Argentina en prioridades compartidas”. La tarea de “enfrentar a los regímenes criminales de Cuba, Nicaragua y Venezuela” es una de las principales, además del combate a “la influencia maligna de actores extrarregionales” en obvia (aunque ambigua) alusión a China.
La obstinación con Cuba, cree Raimundi, se debe a que la isla “es un símbolo”. “A ningún libertario se le puede pasar por alto no condenar a Cuba. La isla es el ícono de la dignidad. Es significativa por lo que representa más que por lo que es.”
En cuanto a Venezuela, el ex embajador observa una actitud ambivalente de EEUU. “Confronta a través de Marco Rubio y Claver Carone, al igual que lo hace con Cuba y Nicaragua pero, al mismo tiempo, envía a Caracas a un diplomático para conversar con el presidente Nicolás Maduro a cerca del petróleo y migrantes” además del intercambio de prisioneros. “Hay una política ideológica para contener a los sectores más radicalizados de Miami y, al mismo tiempo, pragmática para abastecer con petróleo más barato y más adecuado a las refinerías de EEUU, provenientes de Venezuela como ha sido históricamente.”
En connivencia con ese plano pragmático, está el ideológico. “Creo que en nuestra región, el objetivo es fortalecer el eje Trump- Bolsonaro- Milei, es decir el eje de extrema derecha en el marco de una internacional ultraderechista”, continuó Raimundi. “A través de ese eje, van a pelear para que Noboa gane la segunda vuelta presidencial en Ecuador; van a intentar desestabilizar el gobierno de Petro; van a tratar de recuperar Chile; de ganar en las presidenciales de Bolivia unificando la oposición de derecha con un candidato ultraderechista; continuarán consolidando Paraguay y manteniendo a la derecha en Perú. Si logran tener esa cantidad de gobiernos de derecha, lograrán vaciar los organismos internacionales como Celac y terminar definitivamente con Unasur.”
No obstante, la realidad no se presenta fácil para el trumpismo. Sólo si miramos la región, veremos las serias dificultades que atraviesa la Casa Blanca para imponer a un candidato propio para suceder Luis Almagro, en la Secretaría General de la OEA. El masivo apoyo de los países latinoamericanos al canciller de Surinam, Albert Ramdin, es una contrariedad para los planes del nuevo gobierno estadounidense y una luz de esperanza para los defensores de la unidad regional y el fortalecimiento del multilateralismo