Son las 20 de una jornada desapacible y que fue poco apta para disfrutar de la playa, en Mar del Plata. En un espacio de la Plaza del Agua, haciendo esquina con el corredor comercial y gastronómico de la calle Güemes, el presentador de turno anuncia el comienzo de una función extra del Circo Hazmerreír.
Desde hace catorce temporadas los números artísticos, acrobáticos y circenses de este colectivo elástico, que suma atracciones y deja volar a sus integrantes hacia nuevos horizontes, renuevan su magnetismo para un público de todas las edades, que llega atraído por el boca y boca y se hace habitué.
El espectáculo no tiene precio, literalmente. La modalidad es a la gorra y el valor de la entrada lo pone el espectador.
Esta función tiene como protagonistas a VaRieTres y Mona Circo, dos números emblemáticos de la variopinta troupe, que combina el clown y la destreza física, como atracciones de la matiné.
En el Hazmerreír conviven dúos, tríos y unipersonales. Hay acrobacia, magia y malabares. También pueden aplaudirse habilidades con diábolos (cilindros), monociclos, acrobacia aérea, habilidades con fuego y sobre todo, humor, mucho humor. Apto para todo público, con diferentes registros de lenguaje.
En el comienzo de la historia, el Hazmerreír nació como expresión de resiliencia de la pérdida irreparable, hace dos décadas, de Juampi Rey, en un trágico accidente doméstico. Juampi estudiaba con su hermano Nacho en la escuela de circo criollo de los legendarios Hermanos Varela, en CABA.
La familia del joven fallecido concibió un gran festival solidario de varieté en el gimnasio del tradicional club Kimberley, que se replicó anualmente hasta conformarse como grupo de trabajo permanente.
“En aquella primera ocasión, instalamos un cesto en forma de gorra y asistieron unos 1.500 espectadores, que fueron muy generosos con sus aportes, porque la convocatoria era muy especial”, reseña hoy Juan Rey, padre y fundador, además de reconocido comerciante establecido en el rubro de la librería comercial y con pasado de brillante jugador de básquetbol.
El evento ganó popularidad muy pronto y explotó como fenómeno con proyección internacional. Ediciones sucesivas se organizaron en el Campo Municipal de los Deportes y en el ex Asilo Saturnino Unzué, con una convocatoria de once mil espectadores. Así llegaron desinteresadamente al festival estrellas como Johnny Melville, actor, payaso y mimo británico que revolucionó el género en los años 70. El vínculo se estableció a través de su colega Nacho Rey, que entonces hacía temporada en Europa y este año recibió el premio Juan Carlos Vilches por su unipersonal de teatro Los nadies.
Melville cobraba 5 mil euros por actuación pero se conformó con los viáticos para vivir de manera sencilla una semana en Mar del Plata. Antes de una fecha en un teatro céntrico, se puso una peluca y se mezcló con el público de la fila, que se mataba de risa con sus ocurrencias, sin saber de quién se trataba.
Ya de manera colectiva o particular, el Hazmerreír obtuvo numerosas veces los premios Estrella de Mar, en la categoría local y nacional.
En paralelo, la ONG homónima y paralela al colectivo artístico desde los inicios continuó todos estos años traduciendo su actividad en obras y aportes a la comunidad. Llegaron a recibir y repartir 4 mil alfajores donados por una de las fábricas emblema de la ciudad.
Su presidente honorario fue noticia en singular al comienzo de un año lectivo (la temporada alta del rubro) cuando anunció que mantendría congelados los precios de los productos básicos y recibió la advertencia de uno de los principales grupos proveedores del sector de cancelarle la cuenta. Rey publicó su respuesta en Facebook y se anotó un millón de “Me gusta”. Hasta la entonces presidenta Cristina Fernández lo llamó personalmente para felicitarlo por su actitud.
Dime quién eres
“Somos un colectivo artístico muy identificado con la ciudad, todos somos marplatenses, y como buenos marplatenses, vamos y venimos, nos despedimos y nos volvemos a encontrar”, reseña Luz Rodríguez Lozano, que adoptó el nombre artístico de Mona y oficia de anfitriona.
Javier Cafré, el “Gran Javini” del dúo Allegro Andante, que forma parte del Hazmerreír desde sus inicios y pasó por todos los festivales, no integró la grilla de la primera temporada placera: “Nos encontrábamos viajando en casilla rodante, llegamos hasta Ushuaia y terminamos en Brasil, completando dos años de gira. En todo este tiempo, en el Hazmerreír, fuimos creciendo en comodidades, desde darle al espectador una silla para sentarse, poner luces, un telón. En fin, todo lo que contribuye a mejorar una propuesta artística, sin dejar de ser callejera y apta para todo público y todos los bolsillos”.
Florencia Ferreiro es payasa. “Tengo cuarenta años y me dedico al circo desde la adolescencia. Todo comenzó como un hobby, en la murga que integraba. Alguien llegó con una clavas y a los pocos días ya estaba tratando de subirme a unos zancos para probar el equilibrio y me fasciné”, cuenta.
“De chiquita, tuve la fantasía de hacer un trabajo que me permitiese viajar y conectar con la gente desde un lugar que no fuera el turístico. Entendí que el circo me daba esa posibilidad y me terminé de enamorar –apunta–. Aunque también estudié Diseño Gráfico y soy la responsable de todas las gráficas de la Plaza del Agua. Pero nunca trabajé de otra cosa, haciendo funciones en festivales, en escuelas, en plazas, en Mar del Plata, en Francia, en Alemania, en Brasil. Este trabajo te permite conectar desde otro lugar, porque ofrecés tu show a una comunidad y después esa comunidad se acerca y te devuelve. Es un trabajo libre pero también de mucha responsabilidad.”
Ferreiro agrega: “Uno nunca sale de escena de la misma manera que entró. Alegramos las vidas de las personas y les sacamos una sonrisa en un día difícil. Le pasa al público y nos pasa a nosotros, que también podemos ingresar con una pena de la vida cotidiana. Uno sale mejor física y mentalmente”.
En plena era digital y de competencia virtual, el Hazmerreír propone una forma directa de comunicación y entretenimiento, enraizada en las viejas tradiciones circenses, pero que no prescinden de la tecnología, la emplean en beneficio propio para la interrelación y la difusión.
“Los espectáculos que presentamos conviven con la tecnología, quien te filma se comunica a su manera”, ilustra Mona.
Como en todos los campos, la pandemia marcó una ruptura y un volver a empezar, pero hubo que transitar el mientras tanto de una compañía que hacía del vivo su razón y su elemento.
“Generamos un espectáculo y lo estrenamos en las redes, que también se abrieron como una red de contención”, dicen ellos, que justamente saben de redes.
Detrás de la grilla de números que se anuncia en enero y se renueva en febrero, hay una preparación previa que insume meses de ensayo y programación. “La temporada se comienza a armar en junio”, precisan.
En sus redes
Aunque el Hazmerreír no funciona como escuela, suele ser la puerta de ingreso a alguna o varias de las disciplinas artísticas que confluyen en la gran arena del circo.
“A los interesados que se acercan después de una función, por ejemplo, los derivamos a tal o cual artista, que es la manera más práctica de formarse”, apuntan.
No ven competencia directa en el gran circo de carpa e infraestructura. “También se puede aprender de ellos”, reconocen. En cambio, aspiran a promover una reglamentación general, una ley que ampare sus derechos y sus necesidades.
El sistema “a la gorra”, que obra como alcancía y recompensa por la labor, no siempre está a la altura de las expectativas, pero “todavía más frustrante resulta la indiferencia o la falta de feedback de lo que se preparó con tanto trabajo y esmero”, confiesan.
En definitiva, “todos vivimos de esto, trabajando en festivales, cumpleaños, eventos, fiestas privadas, o saliendo de gira, porque hasta el mejor truco, la mejor rutina, se agotan con la repetición”, señalan.
Catorce años después, el colectivo da cuenta del paso del tiempo y continúa haciendo de las suyas, en la Plaza del Agua, su lugar en la ciudad y en el mundo.
“Estamos más viejos, pero las arrugas son de la risa”, postean en su cuenta de Instagram, y es que el Hazmerreír es cosa seria.
El Circo Hazmerreír ofrece dos funciones diarias con elencos rotativos en la Plaza del Agua (Güemes y San Lorenzo, Mar del Plata), a las 21 y a las 22. En los días nublados, agrega matiné a las 19.30. La entrada es a la gorra.