La pizza… siempre es ella la que vuelve dichosos nuestros corazones y poco importa si nos encontramos con amigos, familia o en completa soledad, continúa siendo nuestro pedacito de goce.
Veía en pantalla, la preparación de la pizza estilo Nueva York, y me deleitaba visualmente con series y películas donde los estadounidenses se mostraban con enormes y seductoras porciones de pizza con pepperoni casi indecentes. Escuché a distintos maestros decir, que este estilo de pizza une dos cuestiones en la misma masa: crocancia y elasticidad. Es un requisito lograr una masa fina y crocante que incluye al mismo tiempo cierta elasticidad que se logra con un leudado lento.
Era tarde-noche recorriendo la ciudad, cuando me encontré con un cartel led que indicaba ¡aquí hay pizza!. No bastó mucho más para sentirme cautivada. A los pocos días, me encontré de nuevo allí, magnetizada por ese «slice» en luces led que removía mi interior y mi amor por la pizza.
Al ingresar a Hell’s a eso de las 20:30 hs, me atravesó un aroma que le hablaba directamente a mis sentidos, sin vueltas. No se requería de nada más para abrirnos el apetito ; me dejé seducir por el moderno lugar que decía «yo soy cool de verdad». Decidimos sentarnos junto a una pared con una gran boca led que desplegaba estilo. Divisaba sutilmente los graffitis en algunas paredes y una vitrina robosante de pizzas que hablaba fuerte, con presunción.
Dos jóvenes abrían y cerraban los hornos con seriedad, tan sumidos en su trabajo que apenas alzaban la vista para mirar el salón. La joven que se encontraba en la caja, desplegaba una cálida sonrisa de bienvenida.
A través de un menú conciso nos decidimos por dos slices para comenzar el viaje por las calles de Nueva York : «un slice Chick Norris y un slice Hell’s por favor». Nos brindaron en la caja un «beeper» que sonaría cuando la comanda estuviera lista. El hombre que se encontraba frente a mí, degustaba su pizza en total soledad mientras observaba sin distracciones, la vida lluviosa afuera de Hell’s.
Arribaron los slices que hablaban así:
Mi slice Chick Norris era suave, gustoso y con una masa sutilmente crocante. La porción contenía cierta dulzura gracias a la salsa barbecue, acompañada por tiernos pedacitos de pollo y cebolla morada, que se topaban sutilmente con el queso cheddar.
Mi compañero, probó tímidamente la salsa «siracha» que prometía junto con la miel picante y el jalapeño, una hermosa batalla.
Nos miramos y dijimos «vamos por más», aprovechando así el resto de cerveza ipa que nos acompañaba: Napoleta y Obama llegaron insolentemente a la mesa.
La crema de burrata, el tomate fresco y el pesto terminaron de arrastrarme al infierno.
Probé el slice de mi compañero que se encontraba fascinado con el pepperoni, y noté menos crocancia comparada con mi porción. Podía percibirse que entre los slices había diferencia en cuanto a la cocción y temperatura, como único remarque.
De pronto, una conocedora niña soltó con ímpetu: ¡se come así la porción! mientras indicaba a su «inexperto» padre que olvide los cubiertos y doble la porción como se hace en Nueva York. Finalizada la experiencia, Hell’s me dejó mucho para reflexionar. En la boca, revoloteaban aún los sabores de la pizza propuesta y una persona del equipo, se encargaba de los detalles. Ordenaba las sillas, acercaba lo necesario a cada comensal adelantándose al pedido, y se ocupaba con rapidez de la limpieza de las mesas de los comensales que se retiraban extasiados.
Anhelo, que ustedes se acerquen a vivir la experiencia en este establecimiento. Celebro que nuestra ciudad, ofrezca opciones para todos los paladares, que nos obligan a seguir aprendiendo y descubriendo. Tandil nos lleva de viaje a través de su gastronomía, y ese día, me tocó caminar en una sombría Nueva York acompañada por el slice de Hell’s Pizza.
