Nunca antes había pisado Jamboree. Pese a ser una sala mítica de Barcelona, ni el hecho de ser considerada el gran templo del jazz de la ciudad –y también por ser una manera low cost de viajar a Liverpool por su parecido con The Cavern Club, cuna de The Beatles– me había atraído con anterioridad. Pero siempre hay una primera vez.
A decir verdad, este texto se podría completar solo con las cosas que vio y vivió un servidor desde la redacción hasta la plaza Reial, donde se encuentra el local. Desde decenas de jóvenes italianos, no precisamente silenciosos, haciendo el recorrido inverso y dirigiéndose a la calle Tuset; algunos valientes saliendo a correr pese a ser ya de madrugada; y, ya en La Rambla, fueron varios los hombres que, muy cerca del oído, me ofrecieron un combinado de “marihuana, cocaína y hachís”. Y solo son tres ejemplos.
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Desde gafas de sol a gorras y auriculares, ‘autovídeos’ y unas pantallas con bailes para inspirarse
Ya en la céntrica plaza, había un local que tenía la cola más larga: era Jamboree. ¿El motivo? Tocaba noche de hip-hop y reguetón.
Nacido en 1960 y catapultado por el añorado Tete Montoliu, este club de jazz –así se autodefine– está viviendo una segunda vida gracias a una agenda con conciertos y fiestas muy diversas cada día.

Varios jóvenes bailan en la sala 1 de Jamboree, en el sótano de la plaza Reial, con su característico cartel iluminado
Pol Cartié/Shooting
Ese miércoles fue un claro ejemplo. Por la tarde, la Sant Andreu Jazz Band protagonizó un aplaudido recital en la sala 1, esa que está en el sótano y que te hace sentir como si estuvieras en una bodega, con bóveda de ladrillo. Y pasada la medianoche es cuando cambió de piel: ni rastro de los instrumentos y las sillas del público, y el escenario lo ocupó un dj hasta casi el amanecer.
Clientes principalmente en la treintena se concentraron en el lugar. Su vestimenta era variada, luciendo camisas y vestidos pero también chándales, gafas de sol, gorras e incluso auriculares. Y también fueron variadas las formas en que bailaron hip-hop: a su aire y sin molestarse, algunos con una cerveza en cada mano y otros grabándose para luego subirlo a sus redes sociales. Y si no tenían claro cómo moverse, podían guiarse por las pantallas situadas en los laterales de la barra y que mostraron bailarines realizando (complicadas) coreografías.
Por su parte, aquellos que querían reguetón también tuvieron su espacio: la sala 2, en la parte superior, también utilizada como tablao flamenco y que reunió a los más jóvenes al ritmo de los éxitos del momento y otros hits.

Algunos jóvenes brindan con sus copas en el interior de Jamboree, reconvertida en discoteca tras un concierto de jazz
Pol Cartié/Shooting
En el momento de abandonar el local, ya a altas horas de la noche, la cola seguía siendo larga, una clara muestra de que Jamboree continúa de moda 65 años después.
Spoiler: para acabar esta serie nocturna como se merece, la Costa Brava nos espera.