La figura del topo no pasa de moda. En Un fantasma en la batalla (Netflix), el topo es una agente de la Guardia Civil que se infiltra en la estructura de ETA y, pese a los esfuerzos de la organización para identificarlo, consigue desmontar las intenciones más sanguinarias de un comando terrorista. En El centro (Movistar+), el topo recibe instrucciones de una secreta estructura financiada por Rusia y los miembros no corruptos de la inteligencia española (no hace falta ser muy inteligente para deducir que es una réplica del CNI) tienen que conseguir identificarlo.

John Le Carré, maestro de la novela de espías, en una imagen del año 2008
AP
En Task (Max), el traidor es un agente del FBI que, por interés económico, avisa a los narcotraficantes cada vez de que los federales organizan una redada. Narrativamente, es un recurso que funciona porque permite a los espectadores saber más cosas que la mayoría de protagonistas y, en consecuencia, sentirse más inteligentes.
La serie “El centro” acumula referentes del género de la ficción sobre espías honestos y traidores
FRÍO. El centro acumula referentes del género de la ficción sobre espías. Los adapta a la realidad española y a un argumento actual y verosímil. Es fácil reconocer las influencias de la extraordinaria Oficina de infiltrados y, en uno de los personajes (el que interpreta David Lorente), un intento de acercarse, aunque solo sea remotamente, al Jackson Lamb de Slow horses.
La solidez de la serie, sin embargo, radica en una factura impecable y un amor por el género de espías que, para que no quede ninguna duda, certifica la escena en la que Juan Diego Botto busca, en la estantería de su casa, el libro que ha leído más veces: El espía que surgió del frío , la obra maestra de John Le Carré. Cuando se estrenó la película (en Francia, 1966), fuimos con mi madre y, como solo tenía seis años, me aburrí un poco. Después, aprendí a apreciar como uno de los grandes hitos de un género –el de películas de espías que reflexionan sobre las contradicciones geopolíticas del presente–adictivo y memorable.
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En Le Monde , el crítico de entonces, Jean de Baroncelli, escribió: “Mucho más apasionante que las sempiternas epopeyas de nuestros agentes perfectos y sin miedos”. Si de Baroncelli tuviera que escribir la crítica de El centro , sospecho que no sería tan elogioso, pero valoraría su solidez visual y su respeto por el género, encarnado en una historia de espías en la que –el mundo no ha cambiado tanto– los malos siguen siendo los rusos.