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domingo, octubre 12, 2025

Hugo Gamarra y ese cine que es memoria viva del Paraguay

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Por Ulises Rodríguez – Kuarahy-ára-El tiempo del sol del director paraguayo Hugo Gamarra rescata, más de medio siglo después, las huellas de un país visto a través de otra cámara y otro tiempo. Una película sobre la persistencia de la memoria, el amor al cine y el reencuentro con las propias raíces que generó profunda emoción entre el público del Festival y que volverá a proyectarse hoy a las 18 hs en el Cine Casino Oberá.

En la cuarta noche del Festival de Cine de Oberá se vivió una ceremonia cinéfila. Mientras las imágenes del documental Kuarahy-ára, el tiempo del sol, se desplegaban sobre la pantalla, el público se recogía en un silencio reverente. Algunas personas contenían las lágrimas. Otras sonreían con una mezcla de asombro y ternura. Era como si el tiempo -ese que todo lo devora y todo lo devuelve- se detuviera por un instante para que Paraguay volviera a mirarse a sí mismo.

El responsable de esa emoción colectiva fue (es) Hugo Gamarra, director, productor, investigador y uno de los más persistentes hacedores de la cinematografía paraguaya. Después de más de una década, Gamarra regresaba al Festival Internacional Oberá en Cortos -del que fue parte desde sus primeras ediciones-, esta vez no como jurado ni promotor, sino con una película que condensa una vida entera de amor al cine y a su país.

“Para mí es un placer estar de vuelta aquí, esta vez por una película”, dice, todavía con la voz encendida por la emoción del reencuentro. “La última vez que vine fue ese año que hizo tanto frío, que nevó en Buenos Aires y Santa Fe. No había calefacción en el hotel y dormíamos tapados con todas las frazadas. Pero el recuerdo más cálido es el de este festival, siempre abierto, siempre fraterno con el cine del Paraguay.”

Una película dentro de otra

Kuarahy-ára, el tiempo del sol es un documental-ensayo que Gamarra tardó veinte años en completar. En su centro late otra película: Kuarahy ohecha (Lo que ve el sol), realizada en 1968 por el francés Dominique Dubosc, un registro etnográfico de la familia campesina Cabral-Pereira en San Valentín del Abaí, Caazapá. Aquellas imágenes, que sobrevivieron apenas en copias deterioradas, circularon en los cineclubes de Asunción durante los años de la larga dictadura de Stroessner.

“Esa película me marcó en mi adolescencia”, recuerda Gamarra. “Era la primera vez que veía en una pantalla una representación auténtica de la paraguayidad. Cuando volví a encontrarme con esa copia, después de cuarenta años, sentí que debía hacer algo: reencontrar a Dubosc, encontrar a esa familia. Saber qué había sido de ellos. Esa fue mi aventura.”

De ese impulso nació Kuarahy ára-El tiempo del sol: una obra que cruza fronteras geográficas y temporales. Filmada en Francia, Argentina y Paraguay, es una travesía entre la memoria y el presente, entre lo que el cine recuerda y lo que el cine olvida. En ese viaje, Gamarra logra reunir, más de cuatro décadas después, al director francés con aquella familia campesina. La cámara, testigo y espejo, registra el temblor de ese encuentro: las miradas envejecidas que reconocen a quien los filmó cuando eran niños, la emoción del regreso, el peso de lo no dicho.

Durante la proyección en Oberá, el público vivió esa escena con un silencio que sólo rompen los sollozos. Nadie salió indemne de una película que, más que contar, revela: la persistencia de la memoria, la nobleza del pueblo paraguayo y la fe del cine como acto de reencuentro.

El cine como testamento y como oficio de amor

“Kuarahy-ára”, dice Gamarra, “es una película muy íntima para mí, muy simbólica en lo que representa mi devoción al cine, en sus varias manifestaciones: el cine como memoria, el cine como testimonio, como documento, como formación de público; y también mi pasado”.

Lo dice con la serenidad de quien sabe que cada fotograma tiene el peso de una vida. La película, que cuenta con un gran trabajo de montaje del argentino Mana García, no sólo reconstruye una historia: también es el testamento de un oficio, una declaración de amor a la imagen como forma de resistencia.

“Es un testamento sobre mi amor al cine y la importancia de la memoria fílmica”, explica el director. “El cine nos enseña a recordar lo que el tiempo quiere borrar.”

Gamarra, que fue fundador de la Cinemateca Paraguaya y del Festival Internacional de Cine de Asunción, es además autor de El portón de los sueños: vida y obra de Augusto Roa Bastos y Profesión cinero. A sus 69 años, ha dedicado su vida a rescatar y difundir el patrimonio audiovisual del Paraguay, y a pensar el cine como una forma de construcción nacional.

No es casual que Kuarahy-ára esté hablada en español, guaraní y francés, las lenguas que conforman su identidad múltiple. “El tiempo del sol” -como subtítulo y como metáfora- alude a ese Paraguay luminoso que persiste en los márgenes, en los pueblos, en las voces campesinas que el cine de Dubosc y el de Gamarra supieron escuchar.

El reencuentro de dos mundos

En una de las secuencias más conmovedoras, Dominique Dubosc vuelve al país después de 42 años. La cámara lo sigue por los caminos de tierra de Caazapá, bajo el mismo sol que lo deslumbró en 1968. Frente a la familia Cabral-Pereira, ya envejecida, el francés balbucea un “gracias” que resume el sentido de toda una vida dedicada a filmar lo humano.

Gamarra, desde detrás del lente, registra ese gesto con la devoción de quien está filmando una epifanía. No hay impostura: sólo verdad, emoción y respeto. Por eso la película conmueve incluso a quienes no conocen la historia. Porque habla de lo esencial: la memoria, la pérdida, el reencuentro y el poder del cine para unir los tiempos rotos.

“Yo creo que el cine es una forma de pensar el tiempo”, reflexiona. “Y esta película fue eso: pensar el tiempo que nos separó, el tiempo del sol que siguió girando sobre esas vidas.”

El regreso de Gamarra a Oberá también fue un reencuentro con la comunidad audiovisual regional. En el espacio profesional Punto de Industrias compartió reflexiones sobre el presente del cine paraguayo y el papel del Instituto Nacional del Audiovisual Paraguayo (INAP), creado en 2019.

“Dar un panorama del audiovisual paraguayo hoy es complejo, pero esperanzador”, dice. “Desde la creación del INAP, bajo la dirección de Cristian Gayoso, se está cumpliendo una gran labor. Por fin hay una política de Estado que impulsa no sólo la producción, sino también la formación de público, la investigación, el rescate del patrimonio audiovisual.”

Gamarra participó activamente en la redacción de esa ley. “Gracias a mi intervención en la audiencia pública del Congreso se amplió el objetivo de la ley: no sólo a la producción, sino a toda la cultura cinematográfica. Porque hay que pensar también el cine. Hay que pensarlo, reflexionar sobre él, qué se hizo, qué se hace y qué se puede hacer.”

En esa idea de pensar el cine, Gamarra encarna una figura singular: la del intelectual que crea, enseña, preserva y cuestiona. Un hombre de frontera entre la historia y la imagen, entre la teoría y la práctica, entre la memoria y el porvenir.

De Roa Bastos al porvenir

En paralelo a su trabajo fílmico, Gamarra prepara un libro monumental: Augusto Roa Bastos y el cine, fruto de décadas de investigación. Fue amigo del escritor y lo acompañó en su retorno al Paraguay tras la caída de Stroessner.

“Hice una película con Augusto que se llama El portón de los sueños”, recuerda. “Lo llevamos a su pueblo de la infancia, Iturbe, que marcó su sensibilidad de autor. Y desde entonces empecé a investigar su carrera cinematográfica, algo poco conocido en Paraguay, aunque en Argentina fue guionista de películas como Alias Gardelito, El trueno entre las hojasShunko. Ese vínculo entre literatura y cine es el que intento desarrollar en el libro.”

El proyecto, que se editará el año próximo en dos volúmenes, explora cómo el lenguaje cinematográfico atraviesa la escritura del autor de Yo el Supremo. Una obra más que confirma que, para Gamarra, pensar el cine es una forma de pensar la nación.

Cuando la proyección terminó en Oberá, el público esperaba la charla con el director para aplaudirlo, felicitarlo. Algunos aplaudían en silencio, todos buscaban a Gamarra con la mirada para abrazarlo. En sus ojos se notaba la misma emoción de aquel adolescente que, en un cineclub asunceno de los años setenta, descubrió por primera vez Kuarahy ohecha.

El tiempo había cerrado su círculo. Y el cine, otra vez, había hecho su milagro. “Yo creo que estamos viviendo un momento histórico muy significativo”, concluye. “El cine paraguayo está encontrando su lugar, su voz, su tiempo. Y Kuarahy-ára es, en el fondo, eso: una conversación entre el pasado y el presente, entre el sol de ayer y el de hoy. Porque el tiempo del sol -como el cine- nunca se detiene.”

  • Redacción Economis

Redacción

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