La larga estancia que Isabel II y su familia realizaron a finales de septiembre de 1860 en Barcelona, les permitió cumplimentar ciertas visitas sin prisas y con un cierto detenimiento.
A segunda hora de la tarde tenían programada la inauguración de las ambiciosas obras portuarias ya aprobadas para darles principio.
Josep Rafo, ingeniero de caminos, proyectó una ampliación para encajar con el plan del Eixample de Cerdà
El notable crecimiento económico, comercial e industrial, así como un aumento estimable de población, habían confirmado la grave insuficiencia de la actual estructura para las exigencias de la histórica ciudad.
Se trataba de que el plan del Eixample proyectado por el ingeniero de caminos, canales y puertos Ildefons Cerdà incorporara con el mejor encaje la ampliación del puerto que había trazado el también ingeniero Josep Rafo.

Caseta temporal para acoger a sus majestades durante la ceremonia
AUGUST BRAUNECK / IMAGEN CEDIDA POR EL ARXIU FOTOGRÀFIC DE BARCELONA
Una de sus misiones había de cumplimentar con excelencia la función internacional que se le imponía de manera ineluctable. Con tal desquite era imprescindible acometer de inmediato las grandes obras del dique del este, el contradique del oeste y los muelles del interior.
El Diario de Barcelona auguraba, con el estilo de la pluma de su director, que el nuevo puerto logrará recibir todas las escuadras que en muchos años pueda reunir España, ofreciendo además capacidad y fondo para toda clase de leviatanes por grandes que se construyan.
Sus majestades se dirigieron a bordo de una canoa remolcada por uno de los vapores de la comitiva hasta las canteras de Can Tunis, para instalarse en una ornamentada caseta y proceder a la inauguración anunciada.
Las numerosas embarcaciones que formaban una verdadera flotilla portaban orquestinas, charangas y unos coros Clavé que entonaron con emoción la conocida barcarola Al mar, al mar . Al mismo tiempo se lanzaban fuegos de artificio y en la ladera de un Montjuïc escarpado se encendían hogueras emplazadas con estrategia, pues ya comenzaba a declinar la tarde. Y en las vergas de todos los buques se alumbraron cordones de farolillos coloreados.
Una serie de lanchas iluminadas dibujaban la presencia y el volumen de los futuros muelles del Este y el Oeste. Numerosos ciudadanos aparecían encaramados en las alturas para gozar de panorámica tan histórica.