Enganchado con cadenas, maniobrar el balde de capacidad para 1.000 litros es bastante más difícil de lo que parece. En especial cuando no hay un tanque australiano cerca y hay que volcarlo contra la corriente del Río Azul, en El Bolsón, para sofocar el voraz incendio de interfase que azota a esta zona de Río Negro desde hace 13 días.
Alfonso Naish (51) y Julián de Córdoba (35), pilotos del helicóptero Bell 429 bimotor de la empresa Heli Patagonia, salen siempre juntos. Entre los comandos de la palanca tienen dos botones claves a la hora de combatir incendios. Uno para soltar el agua y el otro para soltar el balde entero con las cadenas en caso de emergencia.
«Embocar para cargar el agua es muy cansador por eso los hacemos una vez cada uno», reconoce Julián después de un viaje del que participó Clarín.
Desde el aire, el color negro es una enorme mancha que contrasta con el verde de lengas, coihues, cipreses y pinos. El sobrevuelo sobre el valle que forman el cerro Dedo Gordo y el cerro Hielo Azul, donde empezó el fuego el 31 de enero a las 16, ayuda a tomar dimensión de la tragedia.
El fuego devoró más de 3.600 hectáreas, y se convirtió en incendio de interfase, porque atacó y destruyó 147 viviendas en el Mallín Ahogado y se llevó la vida de un poblador. Aún sigue activo, en la noche del martes contabilizaban 12 focos.
![Alfonso Naish, uno de los pilotos de helicóptero que apaga incendios en la Patagonia.](https://www.clarin.com/img/2025/02/12/pB_XMGF6A_720x0__1.jpg)
Los pilotos hacen un cálculo entre la cantidad de agua que carga el «Bambi», como llaman por la marca al balde, y el combustible que consume el helicóptero. «Podemos hacer más viajes, por ende tirar más agua si lo cargamos en 900 litros, porque consume menos y son más pasadas», estima Alfonso, experimentado piloto que ya combatió otros incendios forestales en la Patagonia.
Coordinan con el otro helicóptero del Plan Nacional del Manejo del Fuego y los tres aviones para entrar a la zona de manera ordenada. Los pilotos se permiten una sonrisa después de tantas pasadas. Si bien el fuego está activo, uno de sus objetivos lo lograron. Que el fuego no suba hacia el refugio de montaña el Cajón del Azul y tome el cerro Dedo Gordo.
![El helicóptero sobre el Mallín Ahogado con mil litros de agua. Foto: Euge Neme](https://www.clarin.com/img/2025/02/12/2CWDiAnod_720x0__1.jpg)
«El sector Uno Bravo casi que lo apagamos nosotros, el objetivo era que no cruce el Río Azul hacia el norte», comenta con orgullo Julián. En los viajes toman datos geolocalizados de los focos para avisar a los brigadistas y combatir por tierra y aire.
Meticuloso, Alfonso pone mucho énfasis en las medidas de seguridad. Remarca que si bien de noche se ve el fuego bien claro, es riesgoso volar con el helicóptero, por eso arrancan pasadas las 8 de la mañana.
Después de cada jornada elaboran un informe con la cantidad de litros tirados, la zona en la que trabajaron y qué focos continúan activos. En medio del fuego de los primeros días, cuando el incendio estaba desbocado, cargaron combustible y se olvidaron de llevar papel. Como si fuese un anotador de truco, la mano izquierda contabilizó los nueve viajes hasta volver a rellenar el tanque.
![El trabajo de los pilotos de helicóptero para soltar 1000 litros de agua en el incendio forestal. Foto: Euge Neme](https://www.clarin.com/img/2025/02/08/DHevN-GyC4_720x0__1.jpg)
Impresiona desde el aire la vista de la Loma del Medio, entre el Río Azul y la ruta provincial 86 que surca el Mallín Ahogado. Estoicos y carbonizados, los árboles quemados dejan ver los senderos de baqueanos y del otro lado del río azul, los de los mochileros.
También se ven los restos de las casas quemadas y, en la zona del camino rural de la costa del Río Azul, cómo el trabajo de brigadistas, pero en especial de cientos de vecinos con tótems de 1.000 litros de agua en sus camionetas, salvaron las chacras. El color negro avanzó hasta el borde de las casas, que salvaron el domingo a la noche.
El otro combate desde el aire lo hacen tres aviones que cargan agua en el aeródromo de El Bolsón. Operarios los esperan al lado de un tanque australiano con mangueras. Solo el domingo, cuando se desataron las peores ráfagas, los aviones -sin contar los helicópteros- hicieron 98 vuelos con unos 3.000 litros cada uno: tiraron casi 300 mil litros de agua.
![Las avionetas cargan agua en el aeródromo de El Bolsón y salen raudas al Mallín Ahogado. Foto: Euge Neme](https://www.clarin.com/img/2025/02/12/gDTl3_JoZ_720x0__1.jpg)
Los motores no se detienen, despegan con un vuelo rasante sobre la ciudad, el giro a la derecha y a atacar el Mallín Ahogado. Desde la tierra, los brigadistas pasan las coordenadas y el piloto lanza una sirena antes de soltar el agua.
El incendio sigue activo, en El Bolsón no bajan los brazos pero todos son conscientes de que la situación mejoró. Las últimas dos noches las temperaturas fueron de poco más de un grado, eso levantó la humedad. Si bien a la tarde hace calor, el viento amainó y favorece el trabajo de brigadistas, voluntarios y pilotos, que se apuran para poder decir una frase ansiada: «Está controlado».
AS