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sábado, abril 19, 2025

Inés Estévez y Germán Palacios: contra el onanismo de la intelectualidad y el campeón en decir no

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Probablemente el prestigio se construya con ausencia infinita de farándula. Dicho de otro modo, si te dedicás a la actuación, y no se sabe prácticamente nada de tu vida, el decoroso segundo puesto del prestigio es un horizonte verosímil. Otro, es el olvido. ¿Estamos ante un caso así cuando nos dicen Germán Palacios?

Lo ves venir. Tiene algo de Jean Paul Belmondo en su cara llena de ángulos. Después se pone a hablar y es un pichón de ballena franca austral. Inés Estévez es otro perfil. Una mujer linda, rotunda, sufrida. Podría hacer de Rosa Luxemburgo. Cuando habla -cuando nos responde- es como como si tuviera una marcha constante en su forma de decir. Eso que se suele admirar en la oratoria de Cristina («Che Inés…»)

-Germán, ¿tuviste suerte de laburar con Darín tantos años?

Palacios: Yo diría qué tuve el privilegio de trabajar con Ricardo, a quien considero un hermano. Un montón de años juntos. Doce haciendo ART, pero también, en estos más de 40 años de carrera, he trabajado con los más grandes actores y actrices de la Argentina. Con Inés, incluso, hemos hecho dos películas hace ya como 30 años.

Estamos literalmente en el hall del Teatro Maipo, tratando de encontrar una especie de intimidad con los dos protagonistas que el 11 de abril estrenan El hombre inesperado, una obra escrita por Yasmina Reza (ART, Tres versiones de la vida) donde Germán Palacios e Inés Estévez, además de actuar, se dirigen a sí mismos.

Palacios tiene 61 y la eterna juventud de Guillermito Fernández. Flaco, fibroso, pelo, arrugas sólo en expresiones exageradas. Inés (60), los ojos van y vienen, saluda con la efusividad de quien sin dudas está confundiéndonos con un ex amante.

En la intimidad del teatro. Inés Estévez y Germán Palacios compartieron dos películas hace 30 años.
En la intimidad del teatro. Inés Estévez y Germán Palacios compartieron dos películas hace 30 años.

Nos ponemos a ver un reel donde el actor Jim Carrey dice, entre otras cosas, que él decidió ser actor porque está «todo roto… roto en mil pedazos»: Inés hace guau! y reacciona: «El arte no es para provocar sino para conmover”. ¿Germán? Germán -que si cerrás lo ojos habla como Don Corleone con angina de pecho-, resopla como haciéndose cargo de algo que no entendemos: “Actuamos desde lo que somos». dice. «Yo saco lo que soy. Y soy un ser humano común, normal».

Directores que actúan, una manera de multiplicar

-¿Cómo es eso de andar «pasando letra…»?

Inés: Bueno, yo me mato cuando me pasa eso. Pasar letra es no estar habitando el momento presente. Muchas veces no podés elegir y es como que quedás desafectado de lo que estás haciendo. Igual creo que no está mal ver esta profesión como un sacerdocio. Un baño de humildad. Pasan esas cosas. Encarar objetivos o roles que quizás no estén a la altura de tus objetivos. Pasa y de eso se aprende y te lo digo con total convicción. Pero también te digo una cosa: siempre me aferro a algo para volcar mi pasión y disfrutar. A lo que sea. Siempre hay algo de que agarrarte.

Con ART se dirigieron los actores. En ese elenco estaban Ricardo Darín, Oscar Martínez y el mismo Palacios. Ahora se dirigen de nuevo, en este caso Palacios y Estévez. ¿Qué pasa con Yasmina Reza? ¿Por que sus textos pueden hacerle bullying a la figura del director?

«No es que prescindimos de un director, la estamos dirigiendo los dos. Se multiplica la mirada». ¡Chapeau, señora! «Hay más de un director. Un director que actúa. Eso es lo que somos en este obra”. Palacios entiende que las piezas de la reconocida dramaturga son como «partituras que ella toca de oído». ¿Qué quiere decir? «Que no le interesa la intelectualidad, sino que escribe desde la musicalidad de sus textos”.

-Vos Inés, hace como 20 años, dejaste de actuar, ¿es así?

-Lo que paso es que cambió el mundo. Yo venía de un mundo más artístico, del perfume de lo expresivo, de la poesía, del estado meditativo de la actuación. Algo más vinculado al cine y al teatro, había también empezado a hacer televisión, unitarios, y de pronto irrumpió la hipercomunicación y observé con muchísima claridad que, a nivel artístico, la actuación empezaba a ser la expresión artística más banalizada…

Inés Estévez dejó en algún momento la actuación porque tuvo ganas de Inés Estévez dejó en algún momento la actuación porque tuvo ganas de «explorar, de dirigir, de escribir, de estar del lado de las ideas». Foto: Ariel Grinberg

-¿Pero eso no está mucho peor hoy?

-Sí, claro, pero uno ya sabe dónde está parado. El que estaba por el arte y el que estaba por el Audi eran lo mismo.

Germán: Eso a mí me pasa siempre.

-¿Qué cosa?

-Siempre estoy dejando la actuación.

-Jajaja.

Germán: El teatro no termina de morir, está siempre moribundo.

Saber decir no

-¿Trabajás de algo más?

Germán: Todo el tiempo que invertí en quien yo quería ser, empezó a darme resultado. Fui campeón argentino de decir «no». Tengo bastante fama por eso.

-Mirá…

-Rechazar. Decir esto no lo hago, no es todo por la plata -dice cual Quijote-. Desde que me inicié fue así. Algunos creían que era una pose, y nunca fue una pose: fue una postura. Y el hecho de no priorizar lo económico, en algún momento, hace que te llegue una obra como ART. Podría ser jardinero porque soy una persona a la que no le interesa sólo la actuación. No me interesa ser actor como algo en particular. Me gusta la interpretación. Pero ser carpintero, hacer un mueble, también me gusta. Veo la actuación como un oficio concreto. Obviamente que me conmueve, pero soy una persona que podría hacer cualquier otra cosa.

Germán Palacios dice que fue el campeón argentino en decir no. Y asegura que fue una postura y no una pose. Foto: Ariel GrinbergGermán Palacios dice que fue el campeón argentino en decir no. Y asegura que fue una postura y no una pose. Foto: Ariel Grinberg

-El otro día fui a ver «La vis cómica», de Mauricio Kartun, y entendí que el teatro era algo realmente serio: lo difícil que debe ser actuar algo como eso si, como vos decís, uno también puede llegar a hacer otras cosas.

Germán: La calidad interpretativa es una cosa, y la persona es otra. Son dos cosas distintas. Yo soy persona. Después, actúo. Puedo hacerlo bien o mal como actor, pero moriré siendo persona.

-Discutile Inés…

-No, para nada. Cuando me dijiste por que dejé la profesión, fue porque también tuve ganas de explorar, de dirigir, de escribir, de estar del lado de las ideas. Es una contradicción que la gente se ponga a estudiar actuación sin que se respete su singularidad, sus facilidades. Yo no pude estudiar, soy completamente autodidacta. Vengo de un pueblo que no tenia recursos, pero me di cuenta que no necesito otro instrumento que yo misma.

-¿Como es tu método?

-Hay dos pulsiones vitales sin las que no podés vivir: la sexual y la expresivo-creativa. Cuando uno esta eligiendo qué ponerse o dónde meter un mueble, se está expresando creativamente. Para ser artistas no hay que ser raros o drogadictos y estudiar a Chejov durante 27 años. No es así porque el primer juego que vos hacías cuando eras chiquito era representar personajes de la ficción o de tu imaginación. Tomabas la merienda creyéndote el Hombre Araña. O sea, ya lo sabés, y lo sabés de chico. Después está en cómo hacer para recuperar eso que tuviste cuando ni te lo imaginabas. Pero por favor que no te vengan con el onanismo de la intelectualidad. Esto es instintivo, no es intelectual.

Germán Palacios e Inés Estévez, actores de prestigio y de amplia popularidad. Foto: Ariel GrinbergGermán Palacios e Inés Estévez, actores de prestigio y de amplia popularidad. Foto: Ariel Grinberg

-¿Qué papeles ya no agarran ni en pedo?

Germán: La única vez que quise flexibilizar mi posición me fue para la mierda, con compañeros que hubiese deseado no conocer y un producto que hubiera preferido no hacer, con letras que hubiera preferido nunca jamás pasar. Yo no soy prejuicioso, empecé a trabajar en un concurso para la novela de Canal 9 Aprender a vivir, con libro de Luis Gayo Paz. Yo tenía compañeros que venían de estudiar con Carlos Gandolfo y no podían decir la letra por la culpa de estar haciendo eso. Yo pensaba: ¡¿qué les pasa a estos tipos?! ¿No pueden jugar?

-Vos Inés sos una mujer sacrificada. ¿Te identificás con alguna mamá de la ficción?

-No. No. Primero porque las madres de la ficción en estas sociedades, y aquí hay que entrar en el aspecto machista del asunto, son las que cuando el hijo está en peligro se quedan en la casa llorando, mientras el padre sale a salvar la vida. La realidad no es así. La madre, en la mayoría de los casos, sale a salvar la vida . Además las madres de la ficción son neurotípicas. Cuando estás separada, la organización, la carga mental del hogar, todo eso lo tiene la madre. Mirá: hace poco tuve una reunión con 25 familias que queremos que nuestros hijos con discapacidad, el día de mañana, cuando no estemos, tengan un hogar donde vivir. Eramos 24 madres y un padre.

-¿Te considerás un plus de calidad?

Germán: Eso dejame que lo contesto yo: sin dudas.

Redacción

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