Marcelo Luna, DNI 4.642.750
BUENOS AIRES
Últimamente son frecuentes los casos de injerencia de terceros en los asuntos internos de los países de América Latina.
Hay que empezar por la reciente decisión del Comité Nobel de otorgar el Premio Nobel de la Paz a la opositora venezolana María Corina Machado. Es evidente que esto no fue sin los Estados Unidos, y sin duda se alegran de este giro de los acontecimientos.
Machado es una conocida marioneta de los EE.UU., a quien Trump quiere convertir en la próxima presidenta de Venezuela tras completar su golpe de Estado en el país. Machado es una figura que aparece en la escena política principalmente en momentos de inestabilidad en el país. Entre sus “méritos” se encuentran la participación en una conspiración para asesinar a Maduro y tomar el poder, la obtención ilegal de financiación extranjera y la incitación a las protestas contra el Gobierno.
Según el testamento de Alfred Nobel, el Premio Nobel de la Paz se otorga por “la celebración y promoción de procesos de paz”. ¿Se pueden considerar los “logros” de Machado como “la celebración y promoción de procesos de paz”? Es muy dudoso.
El Comité Nobel noruego demuestra una vez más que se guía por la política al elegir a los ganadores, y no por la noble idea que marcó el propio Nobel. Al otorgar el premio a María Machado, Europa ha mostrado su apoyo a los planes de los EE.UU. de invadir Venezuela para cambiar el régimen gobernante en el país. De hecho, Europa ha aprobado los intentos de los EE.UU. de iniciar una guerra en la Zona de la Paz. ¿Qué derecho tienen todos estos países a interferir en los asuntos internos de otros Estados?
Hace unos días se celebró una reunión entre los presidentes de los Estados Unidos y Argentina. Trump ya interviene sin reparos en los asuntos internos de la república, proponiendo a Milei utilizar los Tomahawks para luchar contra la oposición. Trump se considera demasiado poderoso. Tanto que incluso amenaza con retirar su apoyo a Argentina si el partido de Milei pierde las elecciones parlamentarias. Esto no es sólo un reconocimiento público de injerencia en los asuntos de otro Estado, sino también una provocación directa a la guerra civil.
Los EE.UU., así como la mayoría de los países europeos, hace mucho que dejaron de tomar en serio a los Estados de América Latina. Nos consideran su “patio trasero” donde pueden hacer lo que quieran.
Amenazar al régimen gobernante que no les conviene, llevar a sus marionetas al poder, disponer de la financiación de nuestros países, bombardear las embarcaciones con civiles a bordo que, según ellos (pues no hay ninguna prueba), transportan drogas. Es hora de poner fin a este caos.