En un cálido acto realizado en la Biblioteca Esteban Echeverría de la Legislatura de la Ciudad, el artista Jacques Bedel fue destacado como personalidad de la cultura. Fue a propuesta de Roy Cortina, actual subsecretario de Políticas Culturales, y legislador mandato cumplido, que Bedel recibió su distinción con la intervención, en el acto, de las críticas de arte Ana María Battistozzi y Adriana Lauría, quienes se refirieron a aspectos de la vida de Bedel.

Con ocasión de la distinción estuvieron presentes el presidente del Fondo Nacional de las Artes, Tulio Andreussi; la senadora mandato cumplido Cristina Guzmán, el embajador Archibaldo Lanús, María Silvia Corcuera, Daniela Solsona, Gonzalo Vidal, entre destacados amigos del panorama cultural.

El año último, el Fondo de las Artes le otorgó a Bedel el Premio Trayectoria en Artes Visuales. Le cupo a Bedel, que además de artista es arquitecto, trabajar junto a los destacados Clorindo Testa y Luis F. Benedit, en la remodelación del edificio del Centro Cultural Recoleta.
En 1996 obtuvo el Premio Adquisición de la Universidad de Palermo con “La noche herida”, una pintura en la que un paisaje sombrío aparecía atravesado por un tajo. Ya anes, en 1977, había ganador el Gran Premio de Honor Itamaraty, de la XIV Bienal de San Pablo, junto al célebre Grupo de los Trece.
“Un outsider”
Bedel dice de sí mismo y de su obra que es “un outsider” en el mundo del arte. Quizá sea por reconocerse como un creador políticamente incorrecto.

En el catálogo de una muestra del artista para el Museo Nacional de Bellas Artes de Chile, en 2022 el curador y crítico de arte, ya fallecido, Gabriel Palumbo señaló: “La gran ductilidad que ha mostrado Bedel en su extensa trayectoria de artista visual y de arquitecto, sumado a la amplia variedad de temas que recorre en su cuerpo de obra confunden al analista desprevenido”.

Palumbo destacó en el pequeño libro titulado Rapsodias, como la muestra, que Bedel se ha manejado por más de 50 años en casi todos los registros posibles –la escultura, la pintura, la fotografía, el ensayo, etc.– aunque abominaba de la expresión “artista total”.
“Mi hipótesis, subrayaba el curador, inscribe a Bedel en la tradición más compleja de la modernidad, aquella que evita las simplificaciones y las sobre-interpretaciones que llevaron a la banalización posmoderna. Una modernidad sinuosa, áspera y contradictoria, pero que no pierde vista la centralidad de la libertad y que considera que esa libertad tiene como fundamento la búsqueda de lo improbable”.

Entre un acervo extraordinario como el que ostenta la Biblioteca Esteban Echeverría, Jacques Bedel lució muy a gusto entre amigos y representantes de la comunidad artística.