A un mes de las elecciones legislativas, Javier Milei parece haber decidido abrir la caja de herramientas más clásicas de la política argentina: beneficios para jubilados, plata para las provincias y promesas de obras públicas.
Por un lado, el Ministerio de Capital Humano anunció que está vigente un nuevo programa de beneficios para jubilados y pensionados de ANSES, con el objetivo de mejorar sus ingresos y la capacidad de compra. El plan ofrece descuentos exclusivos en los principales supermercados del país: un 10 por ciento de descuento sin tope de reintegro en compras generales y, en algunos comercios, un 20 por ciento en productos de perfumería y limpieza.
La medida, que alcanza a más de siete millones de beneficiarios, también busca dinamizar el comercio, generando –según la versión oficial– un “círculo virtuoso sin costo alguno para el Estado”.
Por otro lado, la Mesa de Enlace se llevó la promesa de la Secretaría de Agricultura de reactivar las obras de la Cuenca del Río Salado, un viejo reclamo de las entidades agropecuarias para prevenir inundaciones, aplacar sequías y mejorar los recursos hídricos.
Paralelamente, el ministro de Economía, Luis Caputo sigue recibiendo a distintos Gobernadores para abrir (poco) la billetera. Ayer fue el turno de Claudio Poggi, el gobernador de San Luis. El Puntano se llevó la promesa de la reanudación de la obra Acueducto La Florida II y un plan de pago de 12 cuotas de la deuda que el estado nacional mantiene con la Provincia por obra pública de vivienda ya ejecutada.
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La agenda de anuncios no puede disimular su aroma electoral. El oficialismo, que durante meses se vanaglorió de no ceder al “plan platita” de los gobiernos tradicionales, acaba de lanzar descuentos en supermercados para los jubilados y, en paralelo, bendecir la promesa del ministro Luis “Toto” Caputo de avanzar con obras en el río Salado y en San Luis.
El programa se suma a las mejoras incluidas en el presupuesto 2026, donde el Gobierno proyecta un aumento de jubilaciones y pensiones un 5 por ciento por encima de la inflación estimada. La paradoja es evidente: el Presidente que se definió como “el enterrador del peronismo” ahora apela a recetas que recuerdan a la más ortodoxa liturgia justicialista: alivios al consumo, seducción al campo, guiños a sectores sensibles del electorado.
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Milei había construido buena parte de su relato en la idea de un ajuste sin concesiones, aun al costo de perder capital político. Sin embargo, el vértigo de las urnas modifica las prioridades: allí donde se prometía “motosierra”, aparecen descuentos de supermercado; donde se agitaba la “antipolítica”, resurgen acuerdos con la Mesa de Enlace y promesas de infraestructura.
El gobierno libertario enfrenta, así, su propio espejo. Criticó con dureza los pactos corporativos y las transferencias populistas, pero hoy ensaya exactamente esas herramientas, convencido de que la economía no alcanza a dar buenas noticias antes de octubre y que los votantes necesitan algo más tangible que las promesas de un futuro brillante.
La pregunta es si este viraje alcanza para cambiar el humor social. El manual del peronismo electoral se usó tantas veces que ya pocos creen en su efectividad mágica. Pero en la Casa Rosada confían en que, al menos, servirá para transitar las próximas semanas sin un desborde de malestar. Milei, en definitiva, juega con fuego: cuanto más se parezca a lo que juró combatir, más riesgo corre de que sus propios votantes se lo recuerden en las urnas.
FL/ff