Además de la sanción del Presupuesto 2026, el primero en tres años, el Gobierno quiere acelerar la discusión por la reforma laboral. La reforma tributaria y el nuevo código penal pueden esperar un poco más. “No voy a levantar el pie del acelerador, es el momento para acelerar más fuerte”, sentenció Javier Milei el viernes, en Neura.
Para eso, el Presidente necesita el respaldo de los gobernadores y la luz verde de los sindicatos y empresarios. El problema es que los ejecutivos provinciales dispuestos a acompañar al Gobierno solo conocen algunos de los títulos de la reforma, pero no la letra chica. «Tienen razón«, conceden en la Rosada. Muchos de los ministros y funcionarios encargados de tender puentes con la oposición tampoco conocen el alcance de la reforma.
Según el cronograma que se trazó en la mesa política de la Rosada, el Ejecutivo enviaría la reforma laboral al Congreso en el reinicio de las sesiones extraordinarias, el 18 de enero, para debatirlo y votarlo en febrero.
Una primera versión del proyecto oficial podría conocerse recién el 15 de diciembre, en la última reunión del Consejo de Mayo, donde tienen asiento representantes del Gobierno, la CGT, empresarios y de las dos Cámaras del Congreso. Integrantes de la mesa política del oficialismo descartaban los trascendidos que el Gobierno ya tenía los votos y podría apurar el debate parlamentario para diciembre, en el primer tramo de las extraordinarias.
Varios de los gobernadores que hablaron con el flamante ministro del Interior en persona y por teléfono se quejan de que el Gobierno pide otra vez un acompañamiento a libro cerrado. Los dirigentes más dialoguistas del Gobierno prometen que no será así.
“A la reforma le falta rosca y diálogo”, coinciden cerca de mandatarios provinciales de diversas extracciones políticas, que se manifestaron dispuestos a acompañar una nueva ley laboral.
Los industriales también esperan definiciones más claras, como dejaron claro en los pasillos del Día de la Industria. “No hay nada de nada: hay diez versiones: depende del sector del Gobierno con el que hables”, se lamenta sin perder el humor uno de los caciques de la CGT que mejor diálogo tiene con la Casa Rosada.
Si algunos gremialistas temen que la reforma se transforme en una flexibilización que no alcance para generar más empleo y se lo facturen sus bases, entre empresarios se expande la idea de que los cambios serán más cosméticos que profundos, con el solo objetivo de ofrendar a los Estados Unidos una demostración de que el Gobierno puede plasmar los consensos que Scott Bessent le solicitó a Luis Caputo.
En el Gobierno rechazan que la reforma vaya a ser light, pero no todos quieren ir a la guerra con los sindicatos. Para algunas de las espadas del Gobierno involucradas, eso significaría quitarles a los gremios el aporte sindical, como pretende el ministro de Desregulación Federico Sturzenegger. Esa discusión todavía no está saldada.
Manuel Adorni, en tanto, confirmó que la reforma no incluirá cambios a la ley de Empleo Público.
“Hay un sistema laboral muy rígido, con mucha litigiosidad. Tenemos que modernizar el sistema laboral para que el objetivo fundamental del trabajo sea la productividad interna de las empresas”, enfatizó el titular de la UIA Martín Rappalini en el discurso que dio frente al ministro de Economía y al de Interior.
Sin embargo, en el consejo directivo de la UIA mantienen el optimismo. Rappalini, que forma parte de Consejo de Mayo -donde se discute la reforma- comparte las conversaciones con el Grupo de los Seis. Los equipos técnicos de la UIA trabajan en conclusiones sobre el proyecto, que darán a conocer en los primeros días de diciembre.
En la Sociedad Rural y en la Cámara de la Construcción -que integran el Grupo de los Seis- comparten la euforia que emana de los despachos más importantes de Balcarce 50. Tiene que ver, antes que con las reformas, con otras variables, como el acuerdo comercial con Estados Unidos, el precio internacional de la soja y el regreso de la obra pública en las provincias.
Mientras tanto, se multiplican las fotos de gobernadores con el ministro del Interior. “Es importante trabajar sobre las coincidencias y avanzar en ellas es un inicio de un gran camino. En ese camino uno va dialogando sobre puntos que quizás no se tienen coincidencias plenas, pero estamos convencidos que estamos en un círculo virtuoso”, declaró el gobernador de Neuquén Rolando Figueroa, tras recibir a Santilli. El mandatario provincial es uno de los que suena para habilitar un armado en el congreso con legisladores propios y los que responden a gobernadores peronistas del norte.
Santilli devolvió las gentilezas. “Neuquén es el faro energético de la Argentina”, dijo antes de comparar la reforma que impulsa el Ejecutivo con el régimen laboral que los petroleros de Guillermo Pereyra habilitaron para Vaca Muerta. El ministro que seguirá mostrándose con gobernadores ya trabaja en un tablero de control para verificar que los pedidos de los acuerdos con los gobernadores avancen.
El mundo sindical no es ajeno para Santilli, que durante las administraciones de Mauricio Macri en la Ciudad y la Nación sirvió de puente con Hugo Moyano durante el apogeo de poder del camionero. Para involucrarse, necesitaría el okey. Tiene una relación larga y preexistente con dos de los nuevos tres triunviros Jorge Sola (Seguros) y Cristian Jerónimo (Vidrio).
De todos modos no está claro que vaya a ser uno de los vasos comunicantes del Gobierno con los sindicalistas y empresarios para discutir la letra chica de la reforma, aunque –como le recordó Alfredo Cornejo, el viernes en Mendoza– tiene asiento en el Consejo de Mayo, donde volverán a verse las caras el próximo 27 junto a Sturzenegger, Gerardo Martínez, de la UOCRA, y Rappalini.
Luis Caputo, Federico Sturzenegger y el secretario de Trabajo Julio Cordero –ratificado por Sandra Pettovello– avanzan en la redacción del proyecto. Y también son, en teoría, los encargados de activar el diálogo con los sindicalistas y empresarios.
Durante la gestión de Guillermo Francos como jefe de Gabinete, la discusión con los gremios y con los empresarios, estaba loteada entre el entonces ministro coordinador, el resto de los funcionarios antes mencionados y Santiago Caputo, de quien «los gordos» solían ponderar que era el único del Gobierno que «hablaba su mismo idioma«.
Como informó Clarín, la estrategia política del oficialismo tampoco es lineal. Los esfuerzos del ministro político conviven con la estrategia de Bullrich para seguir achicando el bloque del PRO y con los movimientos de Martín Menem y Eduardo “Lule” Menem.
Entre varios de los integrantes de la mesa política del Gobierno se activó una luz de preocupación, porque temen que la ofensiva de Bullrich en el Senado terminé por amotinar a opositores y aceleren con la votación en los cambios de la ley que regula los DNU y obligue al Presidente a un nuevo veto justo antes de la discusión por las reformas.
Santilli recuperó el Renaper que le había quitado la ministra de Seguridad, pero perdió Migraciones, una dirección clave también en materia electoral si se piensa en las aspiraciones bonaerenses del ministro de cara a 2027.
Más allá de las lecturas apresuradas del nuevo organigrama, la frazada del poder, que casi siempre es corta, la tiene -ahora, más que nunca- Karina Milei. Nadie más.





