![El triatleta Jota junto a](https://www.infobae.com/resizer/v2/KZDXNVEQYVHJVE3HSCFU5Q6PRE.jpg?auth=109c238c506d4f0c47a2de819a1d337a3f79186f697b4a79e58a7088b9d2108f&smart=true&width=350&height=197&quality=85)
“Papá, ¿por qué me pasa a mí esto? Yo soy una buena persona, no he hecho nunca nada a nadie”, recuerda Jota que le dijo en una ocasión a su padre. Cuando tenía tan solo siete años le diagnosticaron uveítis, una enfermedad que provoca una pérdida de visión y donde “es raro quedarse totalmente ciego”, aunque ese acabó siendo su caso, como relata a Infobae España. Su vida y su infancia transcurrieron con total normalidad, fue perdiendo visión en los ojos, pero nada demasiado acuciante. A los 14 años le operaron y empezó a ver “full HD”, como detalla el triatleta. Fue a los 23 cuando todo empezó a complicarse y acabó perdiendo la visión del ojo izquierdo. Cinco años más tarde era completamente ciego. El deporte y su entorno fueron su gran apoyo.
Sus estudios se encaminaron hacia lo que mejor conocía la visión y comenzó la carrera de Óptica y Optometría. “Había estado toda la vida del lado del paciente y quería sentir lo que se veía del lado del profesional”. La uveítis no suele acabar en ceguera total, pero en el caso de Jota sí fue así. “Creo que se dio la tormenta perfecta. A lo mejor yo también podría haber hecho algo. Pero creo, desde la ignorancia, que se llegó tarde. Que se menospreció la enfermedad”, considera. Hubo un momento en que estaba tumbado en el sofá o en la cama y veía perfectamente, pero cuando se ponía de pie, y andaba 40 metros, ya no veía absolutamente nada. Fue una situación complicada para Jota y decidió pedir ayuda. “La Seguridad Social me mandó a una psiquiatra y no recuerdo esa consulta muy agradable porque me acabó diciendo: ‘Bueno, si tú no te vas a quedar ciego’. Creo que tal vez por menospreciar esa situación y por no abordar muchas cosas antes he acabado ciego”.
Desde ese momento comenzó una de las etapas “más difíciles de gestionar a nivel mental”. Jota solo quería pasarse el día tumbado, dado que era la única manera en que podía ver. “En ese momento pensaba que era mejor estar tumbado viendo la tele que salir a la calle y no ver absolutamente nada”. El 26 de diciembre de 2011, le operaron de los ojos y al día siguiente, al quitarle la venda, ya no veía nada. El año 2012 lo pasó entero de un tratamiento a otro y en septiembre de ese año, comienza a hacer vida normal, siendo consciente de que no volverá a ver.
Durante años trató de “edulcorar” lo “dramático” de la situación, pero con el tiempo decidió normalizarlo. “Fue muy duro. Fueron momentos de mucha frustración. No ver es una putada. Pero todo esto sigue mereciendo la pena”, considera. A partir de ese momento fue probando diferentes cosas, era “muy empírico. Ensayo y error. Hice distintas cosas con la ambición de buscar mi mejor versión”. Y eso hizo, luchar por seguir siendo el mismo Jota de siempre. Continuó su vida, decía sí a todos los planes que le proponían las personas de su entorno. Vivía. “Siempre he tenido una actitud optimista, de mirar hacia adelante. Y poco a poco la vida acabó devolviéndome a mi versión o incluso una mejor de la que conocía”. Fue su familia la que tiró de él cuando no encontraba las fuerzas. “Al final hay gente que merece la pena, mi padre, mi madre, mis hermanos, mi pareja”, asegura.
Ya sin tratamiento tenía tiempo para hacer lo que antes no podía, como correr, nadar, hacer deporte, “hacer lo que me apeteciera sin estar supeditado a todas las semanas ir al médico o tomarme 15 pastillas”. Septiembre de 2012 fue su “punto de inflexión”. Él asegura que no ha tenido una vida como de película americana, aunque hasta cierto punto sí ha sido así. El entrenamiento volvió a formar parte de su rutina, dado que durante años lo tuvo aparcado. La última prueba que pudo ver fue un triatlón en el año 2011, y durante todo el 2012 se obsesionó con ese deporte. “Me iba visualizando haciendo un triatlón. Me imaginaba nadando, montando en bici, corriendo. Unas veces más optimista, volviendo a recuperar la vista; y otras, más pesimista, sin ver”. Y entonces comenzó su película americana.
Esa visualización, que es una práctica muy extendida en el mundo del deporte de alto rendimiento, poco a poco se fue haciendo realidad. “Si tú te visualizas haciendo algo, empiezas a ver señales a tu alrededor que te llevan a ese algo. Eso es un poco lo que me pasó”, relata. El primer paso lo dio gracias a su amigo Mario, quien un día fue a buscarle a casa para empezar a correr. “Mira J, he visto cómo corren los ciegos y ya sé cómo vamos a correr tú y yo”, recuerda que le dijo su amigo. A partir de ese momento “empezaron a pasar cosas maravillosas”, conoció muchas personas, salió de su zona de confort… Y entonces llegó Fran Nieva, su primer guía de triatlón, en el año 2013 y empezó a entrenar en esa disciplina. El triatlón era entonces un deporte incipiente en España y totalmente desconocido para los ciegos. “Hubo que inventar muchas cosas y tropezar muchas veces y levantarse otras tantas”.
![El triatleta Jota junto a](https://www.infobae.com/resizer/v2/VOW3G5RWGZDRJFG355EJS4HLJM.jpg?auth=7bb6c42a5e238b833b26cb41b8b3820bbdb19b2a8026aedd310118bb60d49187&smart=true&width=350&height=197&quality=85)
“El deporte es un estilo de vida. Una forma de ser. Al final alguien puede ser alto o bajo, simpático o antipático. Pues yo soy deportista y seré deportista siempre”, asegura. Él ha podido vivir, “por suerte”, el deporte en todas sus vertientes, desde amateur al alto rendimiento, de forma individual, en grupo, con familia o amigos. “Al final el deporte te hace ser de cierta forma, te mantiene humilde”. Un adjetivo “muy importante en la vida”. Lo que no se esperaba es que años después llegaría su billete a unos Juegos Paralímpicos.
“Cuando la doctora en 2012 me dijo que no iba a volver a ver, yo ya le dije que me buscara en los Juegos Paralímpicos, que algún día me vería ahí”, recuerda. Entonces, Jota no lo decía de forma literal, sino como una manera de expresar que iba a apoyarse en el deporte. “Fue una gilipollez lo que dije porque ir a unos Juegos es lo más grande a lo que puede aspirar un deportista”. En ese momento, como el mismo reconoce, ni se le pasaba por la cabeza ir, ni era consciente de lo que suponía. Ni siquiera cuando el triatlón llegó a su vida, dado que entonces su único objetivo era disfrutar.
![El triatleta Jota (imagen cedida](https://www.infobae.com/resizer/v2/W4DZEZRFAFHLPJEKFRQ5DRMXGM.jpg?auth=ea9e59458dba79a9d7906f553b5f5445090807994cf6d0f13221bc3e503f5c2f&smart=true&width=350&height=233&quality=85)
“Cuando me dicen que mi categoría puede ser olímpica y que va a estar en Tokio, yo lo vivo con mucha naturalidad. En ese momento que estaba todavía un poco en el ojo del huracán, perdí la perspectiva, solo estaba centrado en mi rendimiento”. Ya en los Juegos de París la experiencia fue diferente. En la cita parisina ya fue “más consciente de lo que significa a nivel de repercusión, el valor, el peso que tiene y lo importante que es para el equipo llegar”.
Jota no se ve como un ejemplo de superación, es un calificativo que le hace sentirse “abrumado”. “Siempre he creído que nadie te va a llamar a tu puerta. Las cosas llegan con esfuerzo, sacrificio y trabajo duro”. No es un ejemplo, pero sí acepta que ha podido abrir el camino a otras personas. Entre sus proyectos, destaca una clínica de fisioterapia con la que está “muy contento” y con la que puede ayudar a muchas personas. Por otra parte, trabaja asesorando a empresas para que sean más accesibles desde el punto de vista del negocio. “Ahora se ve la discapacidad desde el punto de vista social, pero creo que puede haber también una perspectiva de negocio. Las empresas están para ganar dinero y hay que ofrecerles un plan donde la accesibilidad sea rentable, que sea un win-win para ambas partes”. Todo ello sin dejar de lado lo que realmente le gusta y le apasiona: el deporte. A corto plazo tiene diferentes campeonatos en mente y a largo, sueña con una nueva cita olímpica, esta vez en Los Angeles.