Juan Minujín está sentado en uno de los salones del Palacio Paz, rodeado de cámaras. Cerca una mesa con mantel blanco y un catering presidencial lo esperan. Es uno de los protagonistas de Menem, la serie de Prime Video que reconstruye el ascenso de Carlos Saúl Menem desde La Rioja hasta la presidencia. Aunque en la ficción tiene pelo, en la vida real está pelado y no por estilo: acaba de empezar el rodaje de la segunda temporada de Coppola, la ficción donde interpreta al excéntrico representante de Diego Maradona.
La coincidencia no es casual. Entre el carisma de Menem y la desmesura de Guillermo Coppola hay un factor común: los años noventa. En esos universos se viene moviendo Minujín, uno de los actores más versátiles y buscados de su generación. «Estoy pelado porque es todo pelucas. Pero sí, tengo los noventa tatuados», dice, entre risas en una nota con Revista GENTE, en la que habla de política, actuación, magnetismo, poder, rodajes y no escapa a preguntas incómodas.
Griselda Siciliani, Leonardo Sbaraglia, Jorgelina Aruzzi, Mónica Antónopulos y Marco Antonio Caponi completan el elenco de esta ficción dirigida por Ariel Winograd que propone un viaje en el tiempo y también un encuentro cara a cara con el caldero del poder. Minujín, quien interpreta a un personaje ficticio pero inspirado en figuras reales como el fotógrafo Víctor Bugge, se mete en un rol fundamental: es el testigo, el intermediario, el argentino común que se deslumbra con el poder. «Lo que le pasa a Olegario es lo que le pasó a mucha gente con Menem», asegura.
Y de los noventa, esos papeles icónicos, los paralelismos del gobierno de Carlos y Milei y el privilegio de estar estrenando dos series en una semana va la charla. Juan no solo es atento sino que habla con soltura y amabilidad, sonríe y contesta todo. En una de las mesas se ve a Sbaraglia, quien lleva la carga de ponerse en el papel de Menem. Se saludan de lejos. Ya no son Carlos y Olegario, ahora son Leo y Juan y están promocionando su último trabajo.
Los 90 tatuados y por qué siempre estuvo en las antípodas del menemismo

Desde hace meses, Juan Minujín está atrapado en los noventa. No solo por lo que filma, sino por lo que revive. Menem y Coppola lo obligaron a estudiar la época desde múltiples ángulos: lo político, lo emocional, lo cultural. Pero hay algo que deja claro desde el primer minuto: nunca fue simpatizante del menemismo. «Yo siempre estuve en las antípodas del gobierno de Menem. Incluso desde chico. No era por rebeldía, era una mirada formada. No me parecía fructífero para el país», dice.
En la serie interpreta a Olegario, un fotógrafo de pueblo que se deslumbra con Menem y lo acompaña durante años. Para componerlo viajó a La Rioja, entrevistó a gente local y se empapó de acentos, costumbres y gestos. «Hasta los opositores reconocían su carisma. Esa dualidad me interesaba. Quería entender desde qué lugar alguien se enamora de un líder así», cuenta.
-¿Dónde estabas vos en los noventa?
-Una parte estaba en Argentina, terminando el secundario y empezando a hacer teatro. En el ‘97 me fui a vivir a Londres a estudiar allá. Volví antes del coletazo final y que explotara todo. Lo recibí acá.
-¿Y ya tenías una mirada crítica hacia Menem?
-Sí, total. Desde adolescente estuve en las antípodas de ese gobierno. Lo que veía no me gustaba. Sentía que no era bueno para el país.
-¿Qué fue lo más interesante que descubriste al investigar para componer este personaje?
–La Rioja. Estar allá, hablar con gente que incluso había sido opositora total, pero que igual reconocía el encanto, el carisma, el don de gente de Menem. Esa contradicción me pareció fascinante.
-¿Te costó el acento riojano?
–Sí, bastante. Pero trabajamos mucho. Grababa audios, consultaba. Me mandaban frases: «Decilo así, decilo asá». Fue parte del trabajo de campo, y me encantó hacerlo.
Menem, el poder y una serie que interpela

Aunque el título lleva su apellido, la serie no busca juzgar a Menem. La apuesta va por otro lado: mostrar cómo el poder transforma a las personas, y qué pasa cuando alguien común entra en esa maquinaria. Olegario, el personaje de Minujín, es el canal para que el espectador entre al mundo del menemismo con una mirada ingenua, casi inocente.
«El personaje empieza diciendo: ‘Esto es escandaloso’ y termina diciendo ‘Bueno, bueno, bueno’, justificando todo para poder seguir adentro», explica. «Eso es lo que le pasó a muchos: se enamoraron, compraron el relato, y un día se dieron contra la pared». Para Minujín, ese recorrido resume una parte de nuestra historia colectiva.
-¿Qué vamos a descubrir en la serie?
-Está enfocada en la humanidad. Habla de cómo afecta el poder, no solo a la familia Menem-Yoma, sino a la familia de este fotógrafo, que es un tipo que representa al argentino promedio.
-¿Es un personaje real?
-No. Es ficticio, pero está inspirado en figuras como Víctor Bugge, que fue el fotógrafo presidencial durante décadas. Me entrevisté con él y me ayudó mucho en la investigación.
-¿Cuál fue la idea de incluir un personaje así?
–Que el espectador se identifique con alguien que no pertenece a ese mundo. Que lo vea todo desde afuera, sin saber nada. Y que vaya entrando, como le pasó a muchos.
-¿La serie toma una postura ideológica?
–No. Tiene la suficiente apertura como para que cada uno vea lo que quiera. Hay quienes van a ver el costado magnético y quienes van a quedarse con la crítica. Ese equilibrio es lo más interesante.
El rodaje, la ficción y el detrás de escena
Filmar en La Rioja no fue solo parte del guion, para Juan fue una experiencia personal. Estuvo en Chilecito, conoció vecinos, grabó acentos, compartió historias. También se reencontró con Leonardo Sbaraglia, quien interpreta a Menem, y a quien ya conocía de otras experiencias laborales. «Verlo trabajar fue un placer. Componía desde otro lugar, no buscaba imitar», dice.
Para componer a Olegario, Minujín también miró hacia adentro. Quería entender desde qué lugar se produce ese enamoramiento con el poder, cómo alguien cambia su sistema de valores por estar cerca del centro. «Me gustó que fuera un personaje naif, con principios, pero que va cediendo. Lo que antes le parecía mal, después lo empieza a justificar. Ese arco es hermoso para actuar», asegura.
-¿Cómo fue la preparación del personaje?
-Muy artesanal. Viajar, escuchar, registrar. Estuve antes que el resto del equipo en La Rioja. Me sirvió para empaparme del lugar y conectar con ese universo.
-¿Qué te aportó trabajar con Sbaraglia?
-Muchísimo. Ya habíamos trabajado juntos, pero esta vez lo vi de cerca todo el tiempo. Su Menem es una composición, no una imitación. Me encantó verlo construir escena por escena.
-¿Sentís que Olegario podría haber existido?
-Sí, sin dudas. Hubo muchos. Gente que empezó con prejuicio, se dejó seducir, y después se la pegó. Lo escuché en La Rioja, incluso de gente que no lo votó.
-¿Y cómo reaccionaban al personaje?
–Grabábamos con Leo en pueblos como Anillaco y la gente se emocionaba. Sabían que no era Menem, pero igual le hablaban. «Yo le cociné a Carlos», te decían. Fue muy conmovedor ver lo que genera aún hoy en los riojanos.
De la ficción al presente: Coppola, División Palermo, Milei y la Argentina hoy

Mientras está rodando la segunda temporada de Coppola –la serie que también dirige Winograd–, Juan se mueve entre dos universos noventosos: el del poder político y el de la farándula explosiva. Aunque sus personajes son muy distintos, encuentra un punto en común: el magnetismo.
«Los dos son encantadores, te atrapan. Aunque digan pavadas, querés escucharlos», dice, divertido.
Además, hizo una participación en la segunda temporada de División Palermo, la comedia de Santiago Korovsky, que está por estrenar. En la serie, Minujín muestra su versatilidad: pasa de naif a narco, en un rol que disfrutó especialmente. «Los quiero y admiro mucho. Siempre que me inviten, voy», confiesa.
Los años 90 aparecen en el relato de Juan Minujín como una década magnética y contradictoria. Habla de Menem como el primer presidente que cruzó deliberadamente el espectáculo con la política: «Tenía la Ferrari, se sacaba fotos con los Stones, y al mismo tiempo gobernaba un país que estaba en crisis».
Esa mezcla de glamour y poder, dice, fue el sello de época que la serie busca retratar. Pero en la entrevista también surge una comparación inevitable: el paralelismo entre Menem y Javier Milei, el actual presidente.
Minujín no esquiva la conversación. «El mismo Milei se identifica con Menem. Las líneas económicas son similares. Pero hay una diferencia clara: Menem no insultaba. Era un tejedor, seducía, negociaba, era encantador. Eso hoy no lo veo», asegura, sin vueltas. «Milei es más violento, más agresivo», diferencia. Y aunque aclara que no ve la misma escala de corrupción, sí observa puntos de contacto entre ambos modelos económicos.
«Lo que pasó en los noventa fue tremendo, agrega. Se vendió todo, se vaciaron industrias, se perdieron recursos estratégicos. Y ahora vuelve a pasar: hay una entrega del Estado, de la soberanía. Es fuerte ver cómo se repiten los ciclos».
-¿Qué te pasa con esa comparación inevitable entre Menem y Milei?
–Bueno, el propio Milei se identifica con Menem, no es que lo inventamos nosotros. Ideológicamente son muy parecidos. Pero hay una diferencia enorme en el estilo: Menem era un tejedor, encantador, negociaba con todos, nunca insultaba. Lo veía a Pino Solanas y se abrazaban. Milei es más confrontativo, más violento. No busca acuerdos, busca destruir. Y eso, para mí, cambia todo.
-¿Y en lo económico?
–Ahí sí hay un montón de cosas que se parecen. En los noventa se vendieron las telefónicas, se privatizó todo, perdimos soberanía energética, industrial, científica. Ahora se repite eso, pero más rápido. No sé si hay corrupción como aquella, pero hay un vaciamiento igual de feroz. Y a nivel social, se ve el mismo daño: la pobreza, la desigualdad, la bronca.
-¿Te afectó meterte en esa época desde la ficción?
-Sí, claro. Uno termina pensando en muchas cosas. En lo que se vivió, en lo que se perdió, en lo que sigue pasando.
.¿Cómo fue tu paso por División Palermo?
-Muy lindo. Fue una participación pequeña pero muy querida. Los quiero y admiro a Santiago y a todo ese equipo. Fue muy grato estar ahí.
-¿Cómo vivís el momento actual del país?
–Con preocupación. No solo por la cultura. Lo del INCAA es apenas un síntoma. Lo que pasa con la salud, la educación, los institutos de investigación es tremendo.

-¿Te sentís un privilegiado por poder trabajar?
–Sí. Pero también soy consciente de que hay sectores muchísimo más golpeados. Me cuesta hablar del gremio cuando veo lo que pasa en pediatría o en oncología.
-¿Qué pensás de las biopics en general?
–Son un arma de doble filo. Hay que encontrar el punto justo entre retratar y ficcionar. En Coppola hay más margen. En Menem, no. Porque es historia, y eso nos marca a todos.
-¿Interpretar a un seguidor de Menem te volvió menemista?
–Para nada. Pero sí me gusta meterme en personajes que no tienen nada que ver conmigo. No necesito estar de acuerdo, necesito entenderlos. Y eso lo disfruto mucho.
Fotos: Gentileza Prime Video – Los Vocalino – Federico Romero.