De origen humilde, Albino Luciani, más conocido como Juan Pablo I, hizo toda la carrera eclesiástica hasta llegar a ocupar el puesto máximo: papa.
Durante su pontificado, se caracterizó por tener una personalidad austera y alegre, y por intentar impulsar reformas profundas. Cualquier similitud con Francisco es pura coincidencia.
Pero a tan sólo 33 días de asumido el cargo, este papa sería hallado muerto en su cuarto, en un episodio que hasta hoy es un misterio. Tenía 65 años.
Una elección inesperada
Nacido en 1912 en el pequeño pueblo de Forno di Canale, cerca de Venecia, Italia, Albino Luciani transitó una infancia muy complicada en lo económico, ya que, debido a la Primera Guerra Mundial, su familia vivió en la penuria.
«Toda esta semana, los periodistas han hablado de la pobreza de mi infancia. Pero ninguno podría llegar a sospechar jamás el hambre que yo he conocido.», recordó Luciani años más tarde.

Por si lo anterior fuera poco, cuando tenía tan solo 10 años, murió su madre. Luego de ello, su padre contrajo matrimonio con una mujer muy creyente, quien logró despertar en Albino la vocación sacerdotal.
En consecuencia, Luciani ingresó al Seminario Gregoriano de Belluno en 1928. Desde entonces, haría toda la carrera eclesiástica, hasta obtener un doctorado en teología de la Pontificia Universidad Gregoriana.
Culminados sus estudios, y antes de ser elegido para el trono de la Santa Sede, ejerció como vicario de la diócesis de la ciudad de Belluno, obispo de Vittorio Veneto y Patriarca de Venecia.
Finalmente, llegó el Cónclave de agosto de 1978, en donde se elegiría al sucesor del papa Pablo VI.
En aquel evento, que fue uno de los más grandes de la historia de la Iglesia católica, Luciani no era un candidato favorito.
Todas las luces apuntaban a Giuseppe Siri, apoyado por los electores conservadores, y a Giovanni Benelli, quien tenía el apoyo de los liberales.
Pero la división entre ambos bandos dio lugar a que resultara escogido otro cardenal, que, como se pretendía, también era italiano y humilde: como se pretendía: Albino Luciani.

El Patriarca de Venecia había asegurado que, en caso de ser elegido, no asumiría el cargo de papa. Sin embargo, cuando, para sorpresa de muchos, fue nombrado, aceptó el cargo «en nombre del señor».
Luciani inició su papado el 26 de agosto con el nombre de Juan Pablo I, escogido en honor a sus dos predecesores inmediatos: Pablo VI y Juan XXIII.
El plan de reformas: austeridad y transparencia
Por sobre todo, Juan Pablo I quería tener darle un carácter austero y humilde a la institución. «La Iglesia no debe tener poder ni poseer riquezas», afirmaba.
En lo personal, adoptó estas características al rechazar el uso de la silla gestatoria y los bastones de oro.

A nivel organizativo, pensaba imponer la retención del 1% de los ingresos de las iglesias para destinar a las parroquias del Tercer Mundo, y también quería dictar una encíclica sobre la pobreza mundial.
Pero más importante aún, deseaba impulsar reformas en el Instituto para las Obras de Religión (IOR), popularmente conocido como Banco del Vaticano.
En particular, y con el objetivo de transparentar las cuentas vaticanas, proponía la publicación de los balances completos del banco.
Asimismo, su idea era alejar a los obispos de las presidencia de la institución, y también se cree que tenía detectado a los corruptos.
Sospechas y certezas alrededor de su repentina muerte
Pasadas las 5 a. m. del 29 de septiembre de 1978, como todos los días, la hermana Vincenza Taffarel dejó servido el café del papa en la sacristía.
Horas después, al ver que la taza estaba intacta donde la había dejado, Taffarel decidió llamar a la puerta del cuarto en el que reposaba Juan Pablo I.
Como no obtuvo respuesta, ingresó al dormitorio. Al acercarse a la cama donde reposaba el pontífice, lo notó demasiado quieto y callado, por lo que exclamó: «Su santidad, no me haga estos chistes».

Cuando se percató de que Luciani no estaba fingiendo, Vincenza entró en shock y salió de la pieza para comunicarle el suceso a otra hermana, llamada Margherite Marín, quien constató la muerte del papa. Así lo reconstruyo la propia Marín, años más tarde:
«Al entrar en la habitación, vi al papa como dormido, con la cabeza ladeada a la derecha, los ojos entreabiertos, las gafas puestas, con una ligera sonrisa en el rostro, el pijama puesto y sujetando entre sus manos tres folios mecanografiados con pasajes de la biblia que al parecer el papa iba a leer en el Ángelus del siguiente domingo»
Aunque inusual, la parte de la revelación de Margherite que dice que Luciani tenía dibujada una sonrisa no llamó la atención, ya que siempre se lo veía alegre, y de hecho le decían «el papa de la sonrisa».
A partir de entonces, se desataron múltiples teorías conspirativas acerca de la causa de muerte de Juan Pablo II.
El comunicado oficial, no obstante, afirmó que había muerto, el día anterior, a causa de un infarto, pero sembró las sospechas al decir que fue encontrado por su secretario particular, cuando en realidad había sido hallado por las monjas.
La mayoría de las especulaciones acerca del homicidio de este papa apuntan a que el móvil habría sido económico, ya que Juan Pablo I proponía transparentar el Banco del Vaticano, institución a través de la que, supuestamente, la mafia italoestadounidense blanqueaba dinero de origen ilegal.

En cuanto a los posibles autores intelectuales del asesinato, las hipótesis van desde las que acusan a la mafia hasta aquellas que involucran a la CIA o la KGB. El método, en casi todas, habría sido el envenenamiento.
No obstante, la periodista Stefania Falasca, quien tuvo acceso a documentos y testimonios inéditos de el Vaticano, publicó en 2017 el libro Papa Luciani, crónica de una muerte, en el que se demuestra que Juan Pablo I, efectivamente, murió a causa de un infarto.
Entre otras cuestiones, y como también contaron los secretarios del pontífice, Falasca afirma que Luciani se había quejado de dolores en el pecho horas antes de su muerte, pero que no le otorgó importancia y ordenó no llamar a su médico.
Asimismo, la obra cita el informe elaborado por Renato Buzzonetti, el médico que inspeccionó al difunto papa, en el que sea deja asentado que dichos dolores eran compatibles con un infarto.
Más allá del misterio que rodea a su fallecimiento, lo cierto es que Juan Pablo I pasó a la historia por ser uno de los papas que menos tiempo estuvo a cargo de la Santa Sede: 33 días.
En septiembre de 2022, luego de atribuirle la intercesión en la curación de una niña argentina que se encontraba a punto de morir, el papa Francisco autorizó la beatificación de Juan Pablo I