«La mayoría del equipo termina de grabar mañana; yo el viernes», adelanta apenas toma asiento frente a GENTE, delante de una mesita con tazas de porcelana y masas secas que hacen las veces de set para la nota. Entonces Julieta Zylberberg y el periodista cruzan sus primeras miradas, yendo y viniendo al simpático decorado. «¿No te convido, verdad?», ríe. «Quizá después de la nota… Por las dudas», nos subimos a su humor. Y no hace falta ninguna otra excusa para abordar directamente el tema que nos convoca: el cierre del rodaje de Yiya, la serie de Flow sobre María Bernardina de las Mercedes Bolla Aponte de Murano, más conocida como «La envenenadora de Monserrat», aquella prestamista devenida en primera asesina serial condenada en nuestro país.


-Todo un desafío.
-Un desafío divertido, con un rodaje espectacular. La hemos pasado muy bien.
-¿Qué conocía de ella cuando la convocaron?
-Soy un poco contemporánea. Sabía quién era. Apenas me llamó Mariano (Hueter, el director) y mencionó a Yiya Murano, le contesté «estoy adentro». No bien leí los libros confirmé: «¡Qué bueno, realmente!». Pero…

-Pero…
-Antes le pedí que me bancara un poquito porque estaba inmersa en una película que venía terminando…
-¿Qué sucedió cuando leyó el primer episodio?
-¡Me devoré el resto! Era una adelantada como asesina. Muy fuerte. Aparentemente tenía un montón de amantes, por esa misma falta de pudor y empatía particular del psicópata: nada frenaba su paso. Un personaje bien complejo, bien siniestro y, a la distancia, bien colorido.
-¿Y qué Yiya Murano vamos a ver en usted?
-Una fuerte. Si bien en las entrevistas que todos vimos ya era una mujer mayor, ya había matado y había sido libertada de su prisión, acá aparecerá la Yiya asesina, en el esplendor de su vida, joven, enérgica.

-¿Cómo trabaja un personaje así?
-Yo elijo un rasgo del que agarrarme. En este caso, a mí rápidamente me surgió -y había una voz tácita similar en el elenco- la idea de acudir a un cierto humor deslizado entre líneas. Raro, porque era una asesina, pero me lo permitía algo de su distancia ante las víctimas. Porque, claro, ella no las acuchillaba ni les pegaba tiros que permitiera imaginar algo truculento, cuando igual lo era. Para colmo ayudaba su falta de afectación, su frialdad. Al observar el material audiovisual de sus reportajes, para ver qué copiar, qué tomar físicamente, me llamó la atención lo poco para tomar. No hacía mucho de algo. Era como una persona neutra, capaz de decir cualquier cosa con el mismo tono, la misma desafección, la misma falta de amorosidad, cero furia con nada. Una persona monocorde. Con eso, un tono y un afectos bien llanos. Y fue por ahí.
-Por la frialdad.
-Claro, por la psicopatía. Porque no se le movía un pelo para mentir, engañar, para cogerse a los tipos. Una persona que no dudaba y ni reculaba.
«YO NECESITABA UN PUENTE PARA ACERCARME A LA YIYA QUE IMAGINABA, Y ME PERMITIERON TOMARLO»

Entonces la intérprete de 42 años desanda desde la Parroquia San Alfonso María de Ligorio, en Barzana 1516, Parque Chas, CABA, donde se erige el set principal de filmación, la génesis de su flamante rol. «Cuando nos juntamos con Mariano, uno de los directores, le dije: ‘Me gustaría ser más grandota’. ‘Ojo que ella era menuda’, me comentó. ‘Sí, pero a mí me gustaría, no sé…», y me puse unas tetas bien grandotas y unas uñas imponentes. Está lo que uno vio, aquella mujer con anteojos y demás, y lo que uno como actriz quiere construir. Era el puente que yo necesitaba para acercarme a la Yiya que imaginaba, y me permitieron tomarlo», admite Zylberberg.

-¿Cuánto tarda en convertirse en Yiya Murano?
-Una horita. ¿Sí? Una horita, una horita. Ahí.
-¿Le atraen los policiales?
-Seeeee, me gustan (duda)… Bueno, éste sí. Me gusta cuando tienen algo más, cuando además de la historia a resolver, ves otras cosas.

-¿Es de ver series?
-No tanto, me cuesta un montón. Igual, tengo un hijo chiquito. Pocas son las que termino. Sí acabo de hacerlo con El Eternauta y en breve lo haré con The Last of Us: las sentí emparentadas.
-¿Y protagonizar una biopic? Porque tu personificación de Murano va a convertirse en la imagen de Yiya en las nuevas generaciones…
-Me gusta. Lo bueno es que hacemos una ficción sobre algo de lo que hay muy poco registro, como hay pocos testimonios de de quién era ella en su intimidad. Entonces es tomar la historia, los hechos y acudir a la imaginación de quién lo escribe, lo dirige y lo actúa. Como actriz, me divierte mucho esa combinación.

¿Por qué es actriz?
-Uyyyy. No me lo cuestiono mucho porque soy actriz medio desde que nací. Así que nunca tuve que tomar una decisión tipo: «Ah, bueno, voy a ser actriz.» Siempre lo fui. Es como estado natural. Así lo creo. Y así, también creo, uno puede dejar de serlo. Como que hay algo que es más expansivo dentro de los actores y que en algún momento se puede retraer.
-¿Siente eso?
-Sí, puede pasar. Igual, hice teatro desde muy chica y me parece una bendición haber tenido una vocación así desde muy chica. Porque siempre es difícil descubrir qué es lo que uno quiere o tiene que hacer.
-La última: ¿Cómo cree que la gente va a terminar el público luego de ver los cinco capítulos de Yiya? ¿Asustada?
-Entretenido, cebado. No van a poder soltarlos. Es muy atrapante. Todos van a meterse en YouTube a buscar entrevistas, notas para saber quién es esta «monstrua».

-¿Y qué va a hacer usted cuando la gente le grite en la calle: «¡Yiya!»?
-La saludaré, y quizá hasta le tire alguna masita.
Fotos: Gentileza de Telecom y redes sociales
Diseño de portada: Darío Alvarellos
Agradecemos a Greta Toukatli