La Casa Rosada fue escenario de un episodio tan insólito como inquietante: la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei, habría organizado una sesión de espiritismo en busca de una respuesta a la crisis desatada por la filtración de audios que comprometen al entorno más cercano del presidente.
Según trascendió, la hermana del mandatario llevó al palacio de gobierno velas blancas y negras, además de misteriosas figuras religiosas asociadas a rituales oscuros, entre ellas estatuillas de San La Muerte. Testigos aseguran que la ceremonia no fue improvisada: hubo preparación previa y un clima cargado de tensión que buscaba conectar con “el más allá” para descubrir quién traicionó al círculo presidencial.
El resultado sorprendió a todos los presentes. La supuesta revelación espiritual habría señalado a una mujer con influencia dentro del poder como responsable de las grabaciones secretas. Esta conclusión encendió aún más las alarmas en el gobierno, que enfrenta una interna feroz mientras intenta controlar la filtración de información sensible.
Este episodio se suma a las ya conocidas inclinaciones de Karina Milei por el tarot y las “limpiezas energéticas”, prácticas que en más de una ocasión trascendieron las paredes de su oficina. Ahora, lo esotérico parece haber escalado a un nivel institucional, desatando un debate candente sobre los límites entre las creencias personales y las decisiones de Estado.