La hazaña de una puma de la Patagonia sur, nacida en Santa Cruz, sorprendió incluso a los investigadores que llevan años monitoreando a la especie, típica de la región.
Se trata de una hembra de origen silvestre que fue capturada para colocarle un collar satelital de rastreo que permite estudiar su comportamiento, sus desplazamientos y su ecología. Luego, fue liberada y su accionar fue inesperado.
A través de este dispositivo, el equipo de investigación del parque Patagonia de la organización Rewilding Argentina, pudo comprobar que esta puma caminó desde la precordillera hasta el mar, ida y vuelta. Marcó un trayecto de más de 400 kilómetros.
El animal cruzó campos fiscales y privados, rutas y zonas productivas hasta alcanzar la costa atlántica. Y después, increíblemente, volvió a su territorio original, en la meseta del noroeste, desde donde continúa siendo monitoreada.

La novedad fue publicada en la agencia de noticias «El Rompehielos», sobre asuntos ecológicos, ambientales y culturales de la Patagonia y la Antártida Argentina.
“Fue una sorpresa total. Un movimiento de esa magnitud no es común, y mucho menos en un ejemplar adulto”, explica José, integrante del equipo de conservación que la sigue.
“Los pumas suelen dispersarse en su juventud, pero Koi ya tenía su área de acción establecida. Su decisión de ir al mar y volver es algo que todavía estamos tratando de entender”, comentó. Luego de este hallazgo, el animal aún sigue con su collar.
«Su trayecto confirmó algo fundamental: los pumas no se mueven solo dentro de los parques. Usan todo el paisaje, incluso en zonas con presencia humana”.
Jose, integrante del equipo de investigación.
“El objetivo es comprender el valor ecológico del puma como depredador tope”, cuenta la bióloga Mariana Aguas, integrante del equipo. “Conocer sus patrones de movimiento, su comportamiento reproductivo, las causas de mortalidad y el uso que hacen del territorio nos ayuda a diseñar estrategias de conservación más ajustadas al contexto de la estepa”, agrega.
El caso de Koi no es solo un hecho curioso, sino que suma conocimiento clave sobre cómo viven los pumas en esta región y qué necesitan para sobrevivir en libertad. Se volvió símbolo de una especie que aún conserva el impulso de recorrer, explorar y volver.
“Cada caso como el de Koi nos ayuda a conocer mejor cómo viven los pumas en esta región, y cómo podemos protegerlos, porque conservar una especie como esta no se trata solo de protegerla dentro de un parque, sino de garantizar que pueda existir en el paisaje completo”, dice José.
Cómo se estudia a un puma: 32 animales monitoreados
Koi es una más de los tantos ejemplares monitoreados para aportar conocimiento científico en el país. Ella nació, se asentó y comenzó a proporcionar datos sobre su actitud, dieta y sus recorridos.

Es parte de un programa de seguimiento a largo plazo que desde 2018 se desarrolla en el Parque Patagonia. Con cámaras trampa, collares GPS en adultos, collares VHF en cachorros y caravanas solares en juveniles.
A nivel general, la tarea de monitoreo y seguimiento de especies combina tecnología, seguimiento en campo y mucha paciencia. Los datos recabados en estos años revelan una dinámica compleja. En el Parque Patagonia, el monitoreo con collares GPS a 32 ejemplares adultos permitió reconstruir con precisión sus áreas de acción.
Las hembras tienen áreas de acción promedio de más de 36.000 hectáreas, mientras que los machos superan las 113.000, con más de la mitad de ese rango fuera de las áreas protegidas.
“Eso nos obliga a pensar la conservación más allá de los límites de un parque”, señala Mariana. “La coexistencia con las actividades humanas es clave para que el puma siga presente”.
Tecnología disponible para estudiar pumas
A los adultos se les colocan collares GPS con VHF, que registran una ubicación cada tres horas y permiten seguir sus movimientos casi en tiempo real. Las crías llevan collares más livianos, que se desprenden solos a medida que crecen. Y los juveniles (al menos seis meses) pueden ser marcados con caravanas GPS en las orejas, que se recargan con energía solar.
Además, se usan cámaras trampa, ubicadas en sitios estratégicos para detectar pasos frecuentes, observar comportamientos maternos o registrar animales que podrían ser marcados.
Y cada agrupamiento de puntos del GPS se analiza con recorridas en terreno: se buscan huellas, pelo, restos de presas. Cada dato ayuda a reconstruir una historia.