El caso de Erin Patterson, una mujer de 50 años, separada hacía ocho del padre de sus dos hijos, generó conmoción a nivel nacional en Australia. El juicio empezó a fines de julio de 2023, cuando se la acusó de homicidio por envenenamiento luego de que cuatro familiares de su ex esposo almorzaran en su casa y tres de ellos murieran pocos días después. Ahora llegó el veredicto.
Luego de diez semanas de proceso judicial, el lunes 7 de julio de 2025 el Tribunal Supremo de Victoria compartió un comunicado sobre la decisión del jurado, integrado por 12 personas.
Se analizó en detalle la secuencia temporal de los hechos, declararon 50 testigos, y se presentaron 100 imágenes como material de prueba a lo largo de las audiencias.

¿Almuerzo mortal premeditado?: el lomo Wellington de Erin Patterson, lleno de hongos venenosos
El 29 de julio de 2023 era una tarde de verano en la pequeña ciudad victoriana de Morwell. Ese fue el día que todo cambió. Patterson recibió en su casa a cuatro familiares de su ex esposo, que asistieron porque les había dicho que necesitaba hablarles sobre «un asunto médico«. Su exmarido también había sido invitado, pero no asistió.
Según declaró en el juicio, Simon Patterson, alegó que no fue al almuerzo fatal porque sintió que sería demasiado incómodo volver a compartir la mesa en medio de tensiones constantes desde la separación.
Los cuatro comensales del lomo mortal, preparado a la Wellington en porciones individuales, fueron: sus ex suegros, Don Patterson, de 70 años, y Gail Patterson, también de 70 años, y la hermana de su ex suegra, Heather Wilkinson, de 66 años, y el esposo de Heather, el pastor local Ian Wilkinson, de 68 años.
A las pocas horas de la comida, los cuatro asistentes acudieron a una guardia médica por vómitos. Los padres y tíos de su ex esposo fueron trasladados al hospital, donde los indujeron a un coma en un intento por salvarlos, pero menos de una semana después de aquel fatídico almuerzo, tres de ellos murieron por insuficiencia multiorgánica.

El único sobreviviente fue Ian Wilkinson, el pastor, que recibió el alta después de casi dos meses de tratamiento en terapia intensiva. Erin también acudió al hospital dos días después del almuerzo, junto a sus hijos, y dijo que habían comido las sobras, pero no presentaban ningún malestar y ninguna de las pruebas demostraba rastros de intoxicación.
Así comenzó un torbellino de sospechas contra Erin, conocida a partir de ese momento como «la asesina de los hongos» o «la cocinera de los hongos de la muerte».
Hongos oronja, el ingrediente mortal
La posibilidad de que una madre de dos hijos, sin antecedentes penales, fuese culpable de un triple asesinato, generó un impacto a nivel internacional.
Los investigadores intentaron descubrir si Erin tenía «dos caras»: por un lado, la nuera amorosa que ayudaba en la iglesia cada segundo domingo y que siguió siendo parte de la familia de su ex marido ocho años después de que se separaron, y por el otro, la mujer que se desahogó con fuertes mensajes en las redes sociales sobre la misma familia cuando hablaba con sus amigos más cercanos a sus espaldas.
Los investigadores analizaron las sobras que desechó la acusada, y comprobaron que contenía restos de hongos oronja disecados, también conocidos como Amanita phalloides, considerados de los más letales para los humanos.

Los hongos orejones contienen toxinas de amanita que impiden la producción de proteínas en las células del hígado, lo que provoca la muerte celular y posible insuficiencia hepática.
Los síntomas pueden presentarse incluso dos días después de la ingestión, luego de un engañoso estado de mejoría que se disipa antes del detrimento mortal de la salud. Incluso un pequeño trozo de ese hongo puede ser mortal y sus toxinas no se pueden destruir cocinándolo, congelándolo o secándolo.
Erin testificó dos veces, ambas entre lágrimas, con un relato que aseguraba que todo fue producto de un «devastador error de reorganización de su despensa».
Dijo que había comprado hongos secos en una tienda asiática de Melbourne, y que debió confundir ese envase con otros hongos silvestres que ella misma había recolectado, una tradición que había adoptado desde la pandemia.
Los detectives descubrieron por la localización geográfica de su celular que había estado muy cerca de las zonas donde crecían las «setas de la muerte» en dos pueblos cercanos a Morwell, justo antes de la comida. Los vecinos, preocupados, habían publicado semanas atrás las ubicaciones de los hongos y las características que brindaba iNaturalist para alertar sobre no ingerirlos.

El historial de búsqueda de Erin develó que había visitado el sitio web y estaba al tanto de los avistamientos de hongos de la muerte. Además, desechó un deshidratador de vegetales que había negado haber comprado, y cuando la policía recuperó el aparato realizó un examen forense donde se encontraron sus huellas dactilares y rastros de hongos.
Los investigadores desarrollaron como principal hipótesis la idea de que encontró la excusa perfecta para que sus hijos no estuvieran durante el almuerzo familiar, ya que le comunicó a sus ex parientes que tenía cáncer -algo que luego se comprobó que no era cierto- y les pidió consejos sobre cómo decírselo a los pequeños.
El jurado la declaró culpable de tres cargos de asesinato y también del intento de asesinato del único sobreviviente. Ahora se enfrenta a una pena máxima de cadena perpetua, y la sentencia será dictada en las siguientes semanas.