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sábado, junio 21, 2025

La bandera de Belgrano demoró en ondear sobre la Patagonia

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En la única posesión española a orillas del río Negro, la Revolución de Mayo no despertó mucho entusiasmo. Por un tiempo, su vecindario cambió de bando.

Carmen de Patagones permaneció realista hasta fines de 1814.

Al producirse la Revolución de Mayo e iniciarse el proceso que condujo a la independencia de las Provincias Unidas del Sur, la Patagonia permanecía ajena a la soberanía española. De los intentos de fortificar algunos puntos de sus interminables costas ante las hipotéticas aspiraciones de potencias extranjeras, sólo prosperaba la población hoy bonaerense que río mediante, enfrenta a Viedma. La antecesora de la actual capital rionegrina, la Población del Sur, era más bien un conglomerado plurinacional de tolderías, que se instalaban en las cercanías para comerciar.

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Entonces, podría inferirse que Carmen de Patagones fue el primer lugar de la región donde ondeó la bandera hoy argentina. Efectivamente, así fue. Pero no se trató de un mero trámite de sustitución, porque ni siquiera en Buenos Aires así fue. Ocurrió que una insospechada sublevación realista sustrajo de la jurisdicción de las Provincias Unidas al poblado y las autoridades patriotas demoraron cuatro años en recuperar su control.

En los últimos tiempos del Virreinato del Río de la Plata, la localidad maragata funcionó como presidio para convictos por razones políticas. De hecho, después del famoso motín de Álzaga contra el virrey Liniers, su cabecilla y principales partícipes fueron conducidos a la orilla norte del río Negro. Hay que tener en cuenta que se trataba de ostracismo más que de reclusiones, porque los castigados no quedaban al margen de la vida social.

Entonces, al producirse los sucesos de 1810, la mayoría de los vecinos/as de Patagones eran españoles o criollos de idiosincrasia más bien conservadora. De hecho, cuando llegaron las novedades desde Buenos Aires la reacción fue más bien fría. La Junta de Gobierno designó como nuevo comandante de la plaza al capitán de Dragones Francisco Xavier de Sancho y otorgó exclusividad a la localidad para abastecer de sal a la ex capital virreinal y su provincia.

Quizá no esté de más recordar que por entonces, la jurisdicción bonaerense real no iba más allá del río Salado por el sur, a un par de galopes de la Plaza de la Victoria (hoy Plaza de Mayo). También se habilitó a Patagones como puerto menor y en agosto de 1810, cuando todavía estaba en vigencia el esclavismo, la Junta que encabezaba Cornelio Saavedra decretó que los barcos negreros debían preferirlo en lugar de la ensenada de Barragán. Los ancestros de los futuros afro argentinos debían someterse a una revisión sanitaria y atravesar una cuarentena.

La chispa que detonó el descontento

No obstante, pronto quedó en evidencia que esas medidas, de clara intención seductora por parte de las autoridades revolucionarias, resultaron insuficientes para incidir en el ánimo político de los maragatos y cualquier chispa podía detonar el descontento. El foco no demoró en encenderse: antes de que expirara el año, arribaron en carácter de deportados el coronel Faustino de Ansay y otros exfuncionarios realistas de Mendoza, que habían apoyado al intento contrarrevolucionario de Liniers.

De inmediato, los exiliados despertaron simpatía entre los habitantes de Patagones, fueran españoles o “empecinados”. Así se llamaba a los criollos realistas. Gracias al convencimiento y a algunos sobornos, no fue muy difícil para Ansay y sus hombres hacerse con el control de la guarnición, que se reducía a 30 efectivos. A pesar de las dificultades, el primer objetivo que se fijaron fue contactar al gobernador realista de Montevideo, Gaspar de Vigodet, obviamente por mar.

Con ese cometido, los sublevados se hicieron del bergantín “Amazona”, pero como se sabe, no cualquier timonel era capaz de salir al océano desde la boca del río Negro y el barco dio contra la costa. Los conjurados no abandonaron sus propósitos, porque tiempo después se hizo presente en la vecindad el bergantín “Hiena”, que había enviado el Primer Triunvirato. Mediante un complejo plan que incluyó engaños y distracciones, finalmente se hicieron con el control del barco, cuya tripulación estaba integrada básicamente por mercenarios.

Con la población bajo control, la reacción realista fletó el “Hiena” o “Queche” hacia Montevideo, donde fue recibido triunfalmente el 13 de junio de 1812. Cuatro meses antes, Belgrano había izado por primera vez la bandera de su creación sobre las barrancas del río Paraná. Días después del arribo, Vigodet envió a otra embarcación para tomar posesión formal de Patagones y pedía refuerzos a España.

La resistencia realista no se prolongó mucho en la Banda Oriental del Uruguay porque las fuerzas patriotas derrotaron a los realistas en diciembre, en el combate del Cerrito. Hacia 1814, el predominio monárquico en las aguas cedió, ante las victorias que se anotó la flota de Buenos Aires al mando de Guillermo Brown. Montevideo finalmente cayó el 23 de junio de 1814. Así fue como muy lejos del río Negro, se decidió la suerte de su único poblado ribereño.

En efecto, con la derrota monárquica Carmen de Patagones quedó aislada de las fuerzas que luchaban para mantener la colonia. Entonces, fue recuperada por las Provincias Unidas en diciembre de ese año, gracias al éxito de una expedición patriota que comandaba Oliverio Russell. Se integró con dos navíos de guerra más otros tantos mercantes. En esta oportunidad, el contingente no encontró oposición armada alguna.

Si bien el uso de la celeste y blanca recién se oficializó por el Congreso de Tucumán de 1816 -el mismo que declaró la independencia- los navíos de la flota ya la enarbolaban en 1814, al igual que las fortalezas y fortines en jurisdicción de Buenos Aires. Al apoderarse el contingente patriota del fuerte de Patagones, el 23 de diciembre ondeó la enseña de Belgrano por primera vez a la vista del río Negro. Por ende, en la Patagonia.

Redacción

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