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domingo, octubre 5, 2025

La Ciudad frente al ajuste: más negocios, menos red

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Definir cómo se distribuye el gasto del presupuesto no es trivial. No lo es en nuestras casas, ni en una empresa y, mucho menos, tampoco lo es en la gestión de una ciudad. Refleja el orden de prioridad que se le asigna a las múltiples necesidades que tiene una comunidad. En definitiva, es una decisión política. La Ciudad de Buenos Aires no es la excepción a esta lógica.

Más relevante aún es en un contexto de deterioro económico, es decir, elegir cómo invertir en un contexto de escasez. La economía de la Ciudad tuvo durante 2024 una caída del 4,8%, una magnitud mucho mayor a la caída nacional (1,8%) y, si bien en el primer trimestre del 2025 mostró una mejora, esta no llega a recuperar lo perdido y sigue siendo menor a la recuperación a nivel nacional.

Que la Ciudad tenga una caída mayor que la Nación se explica por el tipo de ajuste impulsado por el modelo macroeconómico de Javier Milei. Es un esquema que golpea con más fuerza a sectores con fuerte presencia en la Ciudad de Buenos Aires: la construcción, la industria orientada al mercado interno, el turismo y el consumo masivo.

A esto se le sumó el ajuste del gasto público nacional que tiene mucha relevancia en la Ciudad. Por ejemplo, la caída de las jubilaciones impacta en 750.000 jubilados y pensionados que viven en la Ciudad, que representan el 10,4% del total nacional. Son miles de compras menos en farmacias, almacenes, colectivos o espectáculos.

El recorte también alcanza a los trabajadores estatales. En la Ciudad son clave porque es el centro administrativo del país. Menos sueldos y menos empleo en el sector público significan menos consumo y menos movimiento económico.

La obra pública nacional tampoco escapa al ajuste. Como la mayoría de los edificios públicos están en la Ciudad, cada recorte en infraestructura implica menos empleo y menos recursos que circulan en los barrios.

La economía golpeada se nota en lo cotidiano. En julio, las ventas en supermercados cayeron 5,5% frente al mismo mes del año pasado, que ya había sido flojo. También se nota en el turismo, un motor clave para la Ciudad. Con el encarecimiento en dólares, producto de la apreciación cambiaria y los ingresos en caída, los hoteles vacíos se multiplican. En lo que va del año, las estadías promedio en CABA bajaron 7% frente a 2024 y 20% frente a 2023.

Los datos de empleo también son alarmantes: entre junio de 2023 y junio de 2025 se destruyeron 32.000 puestos de trabajo registrados y más de 1.000 empresas. La situación social lo es aún más: según el censo de personas en situación de calle, realizado por organizaciones sociales y políticas, hay 11.890 personas viviendo en las calles de la Ciudad, un 64% más que en 2019. El gobierno porteño reconoce sólo 4.522. 

En este escenario, el gasto de la Ciudad cayó 6% en términos reales entre el primer semestre de 2023 y 2025. Sin embargo, la gestión de Macri -hablamos de Jorge, pero podría tratarse de Mauricio o también de Larreta- definió que para la Ciudad de Buenos Aires es sustancialmente más relevante aumentar el gasto en los negocios vinculados a las empresas contratistas que cumplir un rol de acompañamiento y escudo para amortiguar el impacto de las políticas nacionales extremo.

Un primer ejemplo es el negocio de la recolección de basura. El presupuesto en este rubro equivale a 5 veces todo el Ministerio de Cultura y 15 veces el de Desarrollo Económico. Mientras el gasto total de la Ciudad cayó 6%, la recolección realizada por contratistas privados aumentó 7%, y la que hace el propio Estado a través del Ente de Higiene Urbana cayó 19%.

En otras palabras: el Estado, que presta el servicio de manera más eficiente, recibe menos recursos, mientras que los privados se llevan contratos cada vez más grandes. Ciudades como Madrid o Barcelona -esta última con una densidad poblacional similar- gastan la mitad por habitante en recolección que la CABA. No se trata de achicar el servicio: se trata de hacerlo más eficiente y justo. Lo que hoy se gasta de más en contratistas podría ir a salud, vivienda o educación.

Otro ejemplo es el gasto en demarcación horizontal: las señales pintadas en el asfalto, desde sendas peatonales hasta límites de velocidad. Este rubro aumentó exponencialmente y ya supera al presupuesto de todo el Plan Sarmiento de conectividad y educación digital.

Así como durante la gestión de Larreta se habló de los “Larretismos” para señalar el negocio detrás de la reparación constante de veredas en buen estado, con Jorge Macri la lógica se trasladó a la pintura en el asfalto. Desde que asumió, una de las dos empresas encargadas de la demarcación es oriunda de Vicente López, su distrito de origen. ¿Casualidad?

En redes, muchos usuarios hacen la comparación: como antes con las veredas, ahora con las demarcaciones. La pregunta es la misma: ¿Por qué duran tan poco?

Redacción

Fuente: Leer artículo original

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