Milei tiene ahora una oportunidad valiosa, otorgada por los votantes. Pero no es un cheque en blanco
La elección dejó un mensaje claro: la ciudadanía votó con la mirada puesta en la gobernabilidad. No fue un respaldo absoluto ni un aval irrestricto, sino una oportunidad para que Javier Milei consolide su gestión, ordene su estrategia política y busque acuerdos que le permitan sostener un plan económico frágil.
El apoyo internacional —como el de Donald Trump— no le alcanza. Lo que Milei necesita ahora es construir mayorías en el Congreso, donde logró alrededor del 40% de los legisladores entre ambas cámaras, una base significativa pero insuficiente para impulsar reformas profundas sin alianzas. Para eso, requiere operadores políticos activos y creativos, no más confrontación ni insultos a toda la oposición.
En este nuevo escenario, el Presidente deberá recomponer su gabinete, tender puentes con los gobernadores y articular acuerdos parlamentarios. Gobernar no es imponer, sino construir consensos.
Lo mismo ocurrió en Neuquén, donde La Libertad Avanza obtuvo el 36%, mientras que a nivel nacional superó el 40% de los votos. El voto fue nacionalizado: la gente eligió pensando en la economía, en el rumbo del Gobierno y, sobre todo, en rechazo al kirchnerismo.
Ni Milei ganó la elección de 2027, ni tampoco lo hizo Márquez. La ciudadanía votó gobernabilidad, no continuidad asegurada. Ya pasó antes: a Mauricio Macri lo respaldaron en 2017 con una lógica similar, pero su gobierno estalló porque no pudo liderar ni construir poder real.
Milei tiene ahora una oportunidad valiosa, otorgada por los votantes. Pero no es un cheque en blanco. Es, como mucho, un plazo fijo político: deberá devolverlo con resultados, estabilidad y acuerdos.





