En conexión directa con Montevideo, el ex presidente oriental presentó su habitual columna en Radio 10 y esta vez se refirió a las dificultades para hallar puntos en común en material de comercio internacional entre los países de la región, elemento clave a su juicio para iniciar un proyecto de desarrollo en conjunto.
Aquí la transcripción completa de la charla entre Gustavo Sylvestre y el ex presidente del Uruguay, José «Pepe» Mujica en el aire de Mañana Sylvestre correspondiente al viernes 21 de marzo de 2025. En el cierre de la charla también hubo un pequeño intercambio con Lucía Topolansky.
GS: Pepe, buen día, ¿cómo estamos?
PM: Buenos días, un gusto saludarlos a la distancia. Aquí andamos… Por un lado, siempre hay algo que nos arrima y también que nos confronta como hermanos: las elecciones de nuestros respectivos países. Pero por otro lado, hay una incertidumbre que se va extendiendo a nivel mundial como una mancha de aceite.
Porque las medidas que toma el señor presidente de la primera potencia económica, por sus dimensiones, terminan desestabilizando todas las relaciones comerciales en el mundo entero. Y entonces es como moverse en la noche, con una gran oscuridad. Eso va contra las políticas de inversión privada, contra la posibilidad de medir con cierta certeza la realidad. Y como tal, moverse económicamente se hace difícil.
Tengo la impresión de que va a haber una cierta tendencia a la caída en el intercambio mundial por el juego de estos factores. Aún no está claro, pero lo que sí está claro es que el señor Trump está cambiando todas las reglas del juego. Reglas cuya construcción había sido impulsada por Estados Unidos durante años, y que ahora parece estar dispuesto a destrozar.
Así que el capítulo más firme es la gran incertidumbre respecto al devenir económico de nuestros países. Y ya sabemos: si estábamos mal, podemos estar peor. Ojalá no ocurra.
También quisiera que el ridículo comercio que existe entre los países latinoamericanos pudiera sacar algún provecho. Nunca va a haber una verdadera integración si no se mejoran los términos del intercambio comercial entre nosotros. Es una deuda pendiente.
Nuestra independencia política, lo vuelvo a repetir, se dio al mismo tiempo que, desde el Canal de la Mancha, se expandía el nuevo tono civilizatorio de la revolución industrial. Y a los latinoamericanos —a los sureños, como dicen algunos— nos tocó el tiempo de la independencia política justo cuando empezábamos a anular nuestra dependencia comercial con los países más industrializados.
Lo que eso ha significado es que, más que comerciar entre vecinos, hemos comerciado con el mundo, y muy poco entre nosotros. Y asusta lo miserable que son las relaciones comerciales entre los países de América Latina. Y cuando las papas queman, pasan estas cosas. Obviamente, lo sentimos el doble que otros. Por eso es bueno empezar a poner las barbas en remojo y comprender que lo más lógico del comercio es crecer con los vecinos, no a miles de kilómetros. Pero estos dados están echados hace mucho tiempo, y lo poco que nos hemos desarrollado ha sido comerciando hacia afuera del continente, y lo mínimo hacia adentro. Por eso, cualquier cosa que ocurra en el centro económico del mundo —donde nosotros tomamos precios, pero no imponemos decisiones— nos va a perjudicar.
Sería bueno que empezáramos a entender que nuestros verdaderos mercados están acá, entre nuestros pobres. Y que promover la vida de nuestros pobres, a la larga, es el camino más seguro, porque es lo que tenemos en casa. Sin embargo, todas las corrientes tradicionales del comercio están hechas hacia afuera y hacia lo lejano. Y no estoy diciendo que haya que aislarse del mundo desarrollado —no—, lo que digo es que hay que evitar ser engullidos, que es otra cosa. Porque donde podemos incidir, aunque sea un poco, es en nuestras propias fronteras. Afuera somos simplemente tomadores de precio. Por eso hay que rediscutir muchos parámetros sobre los que venimos apoyándonos hace años, y que ahora, de la noche a la mañana, aparecen personajes como el señor Trump, que lo que ayer enarbolaban doctrinariamente, hoy se encargan de demoler. Veremos en qué desemboca todo esto. Pero, la verdad, no le veo vientos muy favorables.
GS: Un gustazo, Pepe. Vale la reflexión para este mundo y esta guerra comercial que se está desatando, y de la que no se sabe dónde puede terminar. Un abrazo enorme, ¡gracias!
PM: Un abrazo, querido.
GS: Hasta la semana próxima. Nos alegramos de que esté bien, Pepe. ¿Se volvió a subir al tractor?
LT: No, hoy no. El día está más o menos…
GS: Ah, bueno. Lucía, un gusto, ¿cómo estás?
LT: Bien, bien. A veces sale de mañana, a veces de tarde.
GS: Nos alegra muchísimo escucharlos bien. ¡Un abrazo enorme!
LT: Gracias.