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martes, febrero 11, 2025

La costa uruguaya

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Patricia Mesiano | Montevideo
@|Sitios apacibles que la desidia está destruyendo.

Un importante sector de los residentes en la larga y bella costa de Uruguay son personas que invirtieron ahorros, en muchos casos los de toda una vida de trabajo, en asegurarse un lugar de descanso.

Pasaron las generaciones, y los principios que forjó Artigas se fueron diluyendo y, en la gran oscuridad que nos abraza, ya nada queda de ellos. Que los más infelices sean los más privilegiados, nos enseñó, pero nadie recogió ese guante. Se pudo haber legislado y encontrar caminos para que los terrenos que no pagaban contribución sean puestos, por ejemplo, en manos de familias que les asegurasen a los diversos poblados algún servicio necesario; pero nadie buscó una solución.

Las leyes uruguayas logran que gente con contactos en las Intendencias (mafias que en alguna ocasión fueron denunciadas pero continúan actuando) “les faciliten” los terrenos a “nuevos ricos” que los quieren como espacio de diversión, sin importarles las escasas y leves normativas sobre los derechos de otros. Ya son pocos los padres que enseñan a sus hijos que “son los demás de los demás”, un importante sector de las nuevas generaciones aprenden del ejemplo a desinteresarse absolutamente de su prójimo.

Ante el descontrol más insoportable, mientras la gente, mucha mayor, deja de poder dormir, la policía dice “yo no soy”, las Intendencias mandan una “notificación”, algo así como un “dale, portate bien”; mientras las víctimas ponen en venta sus casas, cada cual con su dolor, pero todos sintiéndose irrespetados por quienes debieran atender sus derechos.

Además de los privilegiados que acceden a las “ventas encubiertas” de terrenos, que luego “legaliza” y les regala la “justicia”; se está sufriendo en la costa a los conductores de vehículos, que también son un modo de “poder” en manos de personas que con música y otros ruidos molestos, en calles y plazas, transforman balnearios en tierra de nadie, permitiendo que muchos se vayan convirtiendo a pasos agigantados de lugar de descanso en lugar de consumo de drogas y de fiestas sin autorización, sin ningún control ni condena para los que violan derechos de una enorme mayoría.

¿Qué pasará con las personas, locales y extranjeras, que aún van a veranear allí? ¿Y si estas terribles decisiones dejan sin ingresos a todos los que de una u otra manera viven del turismo? Es mejor que hagan pronto los números los políticos, pues la costa uruguaya no se va a desarrollar con unos cuantos “nuevos ricos”; los que salen de las cárceles y ocupan terrenos para luego vender la ocupación y seguir ocupando; y, en verano, los jóvenes en motos y vehículos con enormes parlantes que quieren divertirse donde se les ocurra.

¿No habrá alguien a quien le importe la gente? Luego de ser considerada la “Suiza de América” y que solo el tamaño le haya justificado el apodo de “paisito”…; ojalá que la desidia no convierta al Uruguay en un país sin respeto donde un ínfimo sector sin conciencia lo destruya por ignorancia.

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