- Sequías, inundaciones, tormentas y temperaturas están en aumento en Latinoamérica y el Caribe, de acuerdo con un informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés).
- Estos eventos causan la pérdida de cultivos y ganado, interrumpen las cadenas de suministro y empobrecen a los agricultores, quienes son los más afectados.
- Unos 37 millones de personas en países con alta exposición a fenómenos climáticos extremos padecen hambre en la región; la cifra es de 3 millones en países con baja exposición.
- Capacitar a los agricultores en sostenibilidad y tomar medidas de protección social, como la ampliación de seguros agrícolas, ayudan a construir resiliencia.
El cambio climático ha provocado el aumento de los días calientes en La Guajira, el estado más seco de Colombia. Estos factores incrementan la inseguridad alimentaria para sus pobladores. Pero no es un problema exclusivo de esta zona. La variabilidad del clima y los fenómenos climáticos extremos están entre los principales factores que afectan el acceso a suficientes alimentos nutritivos en Latinoamérica y el Caribe.
“Sequías, inundaciones y tormentas ocasionan pérdidas de la producción agrícola”, dice Maya Takagi, líder de programas de la oficina de América Latina y El Caribe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés). En enero de 2025, la FAO publicó el Panorama Regional de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición. El informe está enfocado en fomentar la resiliencia climática para asegurar una alimentación adecuada.
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Como solución a la problemática de La Guajira, en 2019, la FAO lideró la rehabilitación de 18 pozos. Un total de 1000 familias, su ganado y sus cultivos se beneficiaron del acceso a agua segura. También se brindó capacitación sobre la producción de alimentos de ciclo corto y resistentes a la sequía para obtener comida nutritiva rápidamente.
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De acuerdo con el informe, la frecuencia e intensidad de la variabilidad del clima y los fenómenos climáticos extremos están en aumento. Latinoamérica y el Caribe conforman la segunda región del mundo más expuesta a fenómenos climáticos extremos, después de Asia. El 74 % de los países de la región enfrentan alta frecuencia de estos eventos. El 52 %, especialmente en el Caribe, son altamente vulnerables debido al aumento de temperaturas.
Cuando estos fenómenos impactan a las personas y sus entornos se habla de alta exposición. Todos los países de Mesoamérica y alrededor del 60 % de los países del Caribe y Sudamérica están altamente expuestos a los fenómenos climáticos extremos. En total, 20 países tienen alta exposición. Esto es determinante, pues mientras que tres millones de personas padecen hambre en países de baja exposición, la cifra alcanza los 37 millones en países con alta exposición.
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Los impactos en los sistemas alimentarios
Los datos muestran que la frecuencia de las sequías aumentó y el promedio de inundaciones se duplicó. Los eventos relacionados con tormentas se incrementaron casi un 40 %, mientras que los días calurosos son cada vez más frecuentes y las temperaturas máximas siguen aumentando.
Takagi explica que estos eventos tienen impactos inmediatos y a largo plazo. Las inundaciones y las tormentas pueden ocasionar la pérdida directa de cultivos o animales de granja. Pero también pueden interrumpir la cadena de suministro de insumos agrícolas o la cadena de distribución de productos hacia los consumidores.
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Las sequías pueden causar disminución de la productividad de las plantaciones que típicamente se cultivan en la zona afectada, porque las variedades no están adaptadas a esas condiciones, o pérdida total de los cultivos, por períodos extendidos de falta de lluvia.
En los países de la región afectados únicamente por fenómenos climáticos extremos, y no por otros factores, la prevalencia de la subalimentación aumentó 0.8 puntos porcentuales entre 2019 y 2023. La subalimentación es el insuficiente consumo habitual de alimentos.
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Mujeres y campesinos son más vulnerables
“El impacto es especialmente severo para quienes dependen de la agricultura y los recursos naturales para subsistir”, se lee en el informe. Takagi detalla que si los agricultores pierden sus cultivos, pierden a su vez una fuente de alimento cercana y los ingresos que esperaban recaudar por la venta de los productos, dinero con el que podrían complementar su dieta.
La especialista de la FAO explica que la población rural es la más afectada porque sus ingresos, con los que podrían afrontar las pérdidas, son bajos y fluctuantes. En la ruralidad hay menor acceso a empleo formal y mayor dependencia de empleos ocasionales, usualmente ligados a la época de siembra y cosecha. Asimismo, allí se concentra la población pobre, con el 39.1 %, frente al 24.6 % de población pobre en la urbanidad.
“Las mujeres son más vulnerables porque sus sueldos son en promedio más bajos que los de los hombres. Además, tener que combinar el trabajo con el cuidado de la casa, los niños o los padres dificulta el acceso a mejores empleos o mejores sueldos”, señala Takagi.
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Por eso, para eliminar la subalimentación y la desnutrición debe haber un enfoque importante en la ruralidad. Takagi pone de ejemplo a Brasil y dice que el país está invirtiendo en la ampliación del principal programa de protección social, la creación de microempresas, políticas de desarrollo rural y la agricultura familiar campesina. Esto ha logrado que Brasil tenga uno de los números más bajos en la prevalencia de la subalimentación, con el 3.9 %. En el polo opuesto está Bolivia, con el 23 %.
En la Guajira colombiana, la iniciativa para luchar contra el hambre también contempló cubrir las necesidades inmediatas de las familias. El objetivo era asegurar que usen las semillas para cultivar y no para cocinar.
“La evidencia muestra que la política de transferencia de ingresos a las familias más pobres no desincentiva la búsqueda de empleo, pero sí asegura que haya lo mínimo para que no pasen hambre”, dice Takagi. Agrega que los programas de empleabilidad deben ir de la mano.
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La solución es la resiliencia
Para enfrentar la variabilidad del clima y los fenómenos climáticos extremos, los países deben trabajar en cinco capacidades de resiliencia enlistadas por la FAO: anticipar, prevenir, absorber, adaptar y transformar.
En el primer punto están los sistemas de alerta temprana. La FAO cuenta con el Sistema Mundial de Información y Alerta Sobre Alimentación y Agricultura (SMIA), que hace un seguimiento continuo de las amenazas prioritarias. Por ejemplo, la previsión de sequías causadas por el fenómeno de El Niño en Centroamérica permitió mejorar la capacidad de captación y almacenamiento de agua, beneficiando a 7500 productores, se cita en el informe.
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En el centro de los Andes ecuatorianos, la Cooperación Alemana GIZ contribuyó a implementar un sistema que alerta sobre variables climáticas críticas para la producción agropecuaria, como la disminución de la temperatura. Cuando los agricultores reciben estas alertas en sus teléfonos celulares, activan sistemas de riego por aspersión para prevenir daños en los cultivos.
Para Takagi, la anticipación también se logra con programas que capaciten a los agricultores en el manejo de tablas meteorológicas. “Si se conoce que hay una inundación o una sequía prevista, se puede tomar decisiones”, dice.
La especialista de la FAO sostiene que en este sentido todavía hay desafíos para desarrollar capacidades prácticas de producción sostenible y adaptada a los cambios del clima. Por ejemplo, como se hizo en La Guajira, se debe proveer a los productores con semillas de variedades más apropiadas para las condiciones cambiantes. También se puede optar por rediseñar los calendarios de siembra y cosecha que ya no se adaptan a las estaciones.
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La ampliación de seguros agrícolas es otra medida para trabajar en la prevención. En el caso de que un productor pierda su cosecha o ganado, podrá recuperar el capital o una parte de lo invertido.
Asimismo, la capacitación de los productores y el trabajo interconectado con las pequeñas y medianas empresas para fortalecer el suministro de alimentos facilitan la adaptación y recuperación tras una perturbación o a medida que existen cambios graduales en el clima.
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Los desafíos involucran a todos
Los consumidores también tienen un rol. Takagi enumera algunas acciones que pueden ayudar a fortalecer la economía de los productores y disminuir la emisión de Gases de Efecto Invernadero: preferir la producción local y los productos de época reduce el uso de combustibles fósiles en el transporte de los productos, y evitar el desperdicio de alimentos contribuye a no desperdiciar los recursos que se invirtieron en la producción.
La prevalencia de la subalimentación en América Latina y el Caribe se redujo de 6.6 % en 2022 a 6.2 % en 2023. Aunque esta cifra ha disminuido por segundo año consecutivo en la región, se mantiene ligeramente por encima de los niveles prepandémicos de 2019, de acuerdo con el informe.
Takagi señala que países como Brasil y República Dominicana están liderando las acciones para solucionar el problema, por lo que tiene esperanza de que varios países de la región alcancen la meta de erradicar el hambre para 2030.
Foto principal: Mujeres maya qʼeqchiʼ, en Guatemala, trabajan por la seguridad alimentaria de sus familias. Foto: Asociación Ak’Tenamit