EL PAÍS ofrece en abierto la sección América Futura por su aporte informativo diario y global sobre desarrollo sostenible. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscríbete aquí.
José Asunción Flores nació el 27 de agosto de 1904 en La Chacarita, uno de los vecindarios más tradicionales y céntricos de Asunción, cerca de la Catedral Metropolitana y de la estación de ferrocarril, con mucha vivienda informal y problemas estructurales. Su madre, Magdalena Flores, trabajaba de lavandera y lo crio sola. El padre ausente fue guitarrista, pero aquel niño se dedicó a la música a partir de robar un pedazo de pan con once años, acabar en comisaría y que allí hubiera una orquesta. Una década después, en 1925, el aprendiz de la banda de la Policía inventó la guarania, el género musical más representativo de Paraguay y que desde diciembre de 2024 la UNESCO reconoce como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.
“La guarania es de mi pueblo, escrita para y por mi pueblo”, decía Flores. Sus letras incluyen palabras en guaraní, idioma originario de la región, y sus composiciones para orquestas sinfónicas consiguen transmitir los sentimientos del pueblo paraguayo. El arpa y la guitarra emiten sonidos lentos, melancólicos y profundos, que retratan un territorio vapuleado, que perdió culturas nativas y la guerra de la Triple Alianza (1864-1870), la más sangrienta de América Latina. Brasil, Argentina y Uruguay arrasaron entonces con Paraguay, que se quedó sin la mayoría de la población y un tercio de sus dominios. Durante el siglo XX, continuaron los conflictos en Paraguay. Se enfrentó a Bolivia en la guerra del Chaco (1932-35) y, aunque ganó la mayoría del territorio en disputa, perdió más personas y recursos económicos. En 1940, el militar Higinio Morínigo suspendió la Constitución y acabó con los partidos políticos, y en 1947 su bando ganó la guerra civil. Flores ya era un compositor reconocido, pero tuvo que exiliarse por sus ideas comunistas. Durante la dictadura militar de Alfredo Stroessner (1954-1989), una de las más largas de América, ni él ni su música eran bienvenidos en Paraguay. Sus obras se colaban gracias a emisiones de radio clandestinas, pero el chacariteño nunca volvió a su país. Murió en 1972 en Buenos Aires por el mal de Chagas. Algunas figuras de la cultura latinoamericana lo valoraban especialmente, como su amigo Pablo Neruda, Mercedes Sosa o Mario Benedetti.
Chacatours, turismo comunitario en La Chacarita
La casa donde creció José Asunción Flores está en Punta Karapã, una zona alta de la Chacarita con vistas magníficas de la bahía de Asunción. La construcción sencilla de fachada mínima es ahora un museo. En la plaza al frente, un grupo internacional escucha atento a Christian Nuñez, responsable de Chacatours. “La guarania es uno de los símbolos más potentes de la Chacarita, cuna de muchos artistas”, explica el guía ante el mural de mosaico que representa a su creador. Este fue el primero de las decenas que hay diseminados por el barrio.
El grupo continúa su recorrido por las calles coloridas. “Chacarita viene de chacra, tierra cultivada en quechua, porque aquí había huertos”, dice Núñez delante de un plano de la zona pintado en la pared. Aunque desde 1920 el nombre oficial del barrio es Ricardo Brugada, en honor al periodista conocido como ‘abogado de los pobres’, aún se usa el que recuerda su pasado agrícola. Durante el siglo XX, las laderas de cultivos se fueron cubriendo de casas hasta convertirse en uno de los barrios más poblados de la ciudad. Hoy, en sus 150 hectáreas viven 13.153 personas, según el Censo 2022.
Para contar historias del populoso vecindario desde dentro, surgió Chacatours hace una década. “Queríamos acabar con la percepción negativa de la comunidad, estigmatizada y criminalizada”, argumenta Núñez mientras se adentra en ella. Muchos asuncenos no se atreven. La Chacarita es intrincada y precaria, creció de manera informal y faltan servicios básicos como redes de saneamiento, transporte público o recogida de basura, que acaba amontonada o en los ríos. Pasan delante del mural en homenaje al tren que circulaba cerca antes de que la red ferroviaria de Paraguay se desmantelara y llegan a una calle principal con pequeños comercios y el campo del Resistencia, el equipo de fútbol más exitoso del barrio. De aquí para abajo es zona inundable, hay que abandonar las casas cuando el río Paraguay se desborda. Sorprende que esto pase periódicamente a poca distancia del Palacio de López, sede de un Gobierno que desde hace décadas promete soluciones. Consciente de los problemas estructurales, Núñez, nacido en otra zona humilde de Asunción, se proclama chacariteño adoptado con alegría. Vive aquí desde hace 14 años y ama su barrio, aunque reconoce que la primera vez que vino pasó miedo: “Hacia el año 2000 hice un recorrido nocturno con mi cuñado. En esa época, el ambiente era más tenso y hasta me temblaban las rodillas”.
Como en tantos vecindarios empobrecidos de América, en la Chacarita se trapichea con droga y eso genera violencia. Pero siguió viniendo, formó una familia y se instaló definitivamente. Entonces quiso mejorar su entorno: “Empecé con el proyecto Chacarita Digital para enseñar oficios audiovisuales a la juventud. A raíz de eso decidí organizar visitas guiadas. Con el turismo comunitario, el arte mural y la creación de oficios, quería recuperar la memoria y la identidad de un lugar que es la génesis de Paraguay”, afirma. El de hoy es el tour histórico, y se habla de todo un poco. Desde los payaguás y guaraníes que habitaban la zona antes de la colonia española, hasta las galoperas, mujeres que danzan con un cántaro sobre la cabeza. Hay otros paseos más especializados, como el ‘chacatour extremo’ para asomarse a la realidad más cruda: “Tratamos temas sociales de actualidad y hablamos con jóvenes que cuentan vivencias como su paso por prisión o sus adicciones”. Y desde 2024 ofrecen el ‘chacatour guarania’, organizado junto a la consultora Mentu y financiado por la Fundación Itaú. Les gustaría adaptar más recorridos para personas con necesidades especiales. “Queremos crear la galería de arte urbano inclusiva más grande de América Latina”, sueña Núñez.
Una de las iniciativas que dio un empujón a sus sueños y situó al barrio en el mapa fue la XI Bienal de Arquitectura Iberoamericana de 2019, impulsada por el Gobierno de España. Joseto Cubilla es el arquitecto local que la dirigió junto a su colega español Arturo Franco. “Conectamos el centro histórico de Asunción, vacío y abandonado, con la Chacarita, un lugar que asusta, pero que tiene espacios dignos y con sorpresas como la guarania o las vistas”, afirma Cubilla en su despacho.
La bienal fue la semilla de varias intervenciones en la Chacarita. Se hicieron trabajos comunitarios en espacio público con equipos de arquitectos. El evento duró una semana, pero algunos proyectos continuaron. Uno de los que Cubilla recuerda con cariño es la casa de José Asunción Flores en Punta Karapã: “Estaba totalmente abandonada y parte de ella se transformó en museo. Hacer público algo privado en desuso es el mayor de los gestos”. Actualmente, el museo está apuntalado. “Está deteriorado, abandonado por los gobiernos municipal y nacional, con serio riesgo de desplome”, denunciaba María Olga Vysokolán, presidenta de la Asociación de Escritores y Artistas de Paraguarí en la Gala de la Literatura Paraguaya.
Cubilla destaca también intervenciones para mejorar la seguridad del espacio público: “En uno de los lugares más peligrosos del barrio, punto de venta de droga con varias vías de escape; instalamos internet, bancos y un mural de vidrio con códigos QR, que era una biblioteca virtual. Se llenaba de gente y dejó de ser peligroso”. De hecho, visitar algunas zonas de la Chacarita es mucho más seguro de lo que parece, las calles rebosan cotidianidad y la mayoría del vecindario recibe amablemente a los visitantes. Hay algunos peligros, pero sobre todo, muchos prejuicios, piensan Severiana Ayala de Mosqueira (80) y José Mosqueira Salas (83) en el salón de su casa, repleto de fotos familiares. Conocen bien el vecindario donde viven desde niños. En su calle hay un mural con la cara de su nieto Elias Benja, El Princi, un artista de música urbana que triunfa con temas como Soy de Barrio.
El título recuerda a la canción Soy de la Chacarita del conocido músico paraguayo Maneco Galeano, que muestra la parte más amable del barrio donde nació la guarania: “Quiere escuchar mi historia, señor, soy de la Chacarita; con permiso del camalotal, con adobe alcé mi casita. No hay paisaje más bello, señor, que el de nuestra bahía, ni el pincel del más bueno y más noble pintor, pintó cosa más linda”. A pesar de los problemas, la Chacarita es uno de los lugares más interesantes y diversos de Asunción, que rezuma cultura y que vale la pena conocer de cerca.